Su personalidad le permitió continuar con una vida que no recordaba.
Su fortaleza la ayudó a soportar situaciones que no comprendía.
Y su constante angustia la impulsó a afrontar lo desconocido; sobreviviendo entre una fina y delicada pared que separa lo inexplicable de lo racional.
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Un poco de pasado
— ¿Novedades, Erizza?
— No Uriel, no hay rastros de esa mocosa. Desplazamos quince grupos y nadie ha dado respuestas.
El té tibio en mis manos no calentaba la heladez de ellas. Giré el rostro para contemplar la mesa rosada en mi habitación y los recuerdos de mi pequeña llegaron.
Desde mi nombramiento como presidente del Anexo la maldición fue cayendo una sobre otra. En el cumpleaños número cinco de mi única hija, mi esposa falleció en un accidente de tránsito junto al colorido loro verde de Ederne.
Sin importar cuánto lamentara su partida, aún tenía una diminuta versión de ella y aunque lloró durante mucho tiempo fue gracias a la compañía del primogénito de Royval que Ederne mejoró notoriamente.
Mi habilidad era inútil y transparente a comparación del prodigio del Anexo, Félix. Claro que nuevamente volvía a quedarme atrás si hablábamos de destreza, los créditos por la reducción de portales y demás tenían los nombres de una pareja joven apellidados Jerd.
Necesitábamos hallar la habilidad capaz de erradicar el núcleo de la maldad sobre Hiuston y las expectativas recaían en el vientre de Keira, la pelinegra esposa del calmado Ciel. Meses después se reveló el género del bebé y el nombre de Eliana por primera vez tocó nuestro mundo.
— Deberíamos arreglar el matrimonio entre los prodigios del Anexo, ¿no les parece? —bromeé con la pareja—. Después de todo, Félix ha demostrado mucho potencial y bueno, Eliana será la fusión de ustedes, ¿no son perfectos?
— Preferiría no casar a mi hija con nadie, Uriel —el hombre sonrió nervioso—. No me diga que, ¿usted planea casar a Ederne por conveniencia?
Contraje la cara y reí. Por supuesto no me placía entregar a mi niña a ningún hombre, suficiente tenía con soportar su preferencia por el mocoso rubio.
— ¿Ya dijeron algo los del Vaticano? —preguntó la mujer dándole caricias a su abultado estómago.
En aquel entonces era noticia el ataque a cierta biblioteca en particular de dónde una pareja rescató a un niño de nombre Dagan, resultó ser una víctima del indescifrable Royval, padre adoptivo de Félix. Sabía que mis amigos irrumpieron en el sitio, y que nunca dejarían a un niño viviendo en condiciones como esas sin importar las consecuencias.
Fue un dolor de cabeza calmar a Royval, en especial porque sabía el aprecio de Ederne por Félix y no dudaría en enviarlo al extranjero solo por una rabieta. Afortunadamente, pude controlarlo todo sin inconvenientes.
A inicios de la época navideña se manifestó la habilidad de Eliana y, no fue de agrado para nadie. La niña sufrió un grave resfriado y entonces surgieron infinidad de anormalidades; posesiones, portales, desapariciones y personas en repentinas comas. El grupo del Vaticano que analizó a la bebé convocaron a todos los miembros con urgencia, aterrorizados del poder oscuro en ella.
— ¡Debemos matarla! ¡Es un peligro para el Anexo y los Rieles, una habilidad así podría acabar con todo lo que hemos construido hasta ahora!
Gritaban y gritaban, alarmados. Mi deber era solucionar los problemas con Rieles y mantener equilibrada nuestra organización, pero...
— Sus padres han contribuido más que cualquier miembro presente —dije—. Asesinar a su hija sería traicionar sus esfuerzos por el Anexo.
— En un futuro podría verse corrompida por la energía negativa y usar esa habilidad en nuestra contra, ¡¿nos sentaremos a esperar que suceda?!
Mi intención no era negociar con quienes hablaban, sino con el único hombre capaz ordenar la ejecución de cualquier Riel al chasquear los dedos. Lo único visible de él era su vestimenta ya que ni siquiera pronunciaba palabra ante el alboroto.
— La niña crecerá bajo supervisión de Daimond y estableceremos un grupo capaz de estudiar su habilidad. Me encargaré de darle la noticia a sus padres.
Días más tarde pude hablar con ellos.
— ¡Planeas matar a mi hija, Uriel! ¡Nos excluyeron de las reuniones para decidir qué hacer!
— Te equívocas, Keira —mantuve la calma e intenté apaciguar el débil temperamento de la pelinegra—. Lleva a la niña con Daimond, estará segura ahí.
— Dejar nuestra casa para venir fue peligroso, hay muchos Rieles siguiendo nuestros pasos —intervino el hombre—. Llegar con nuestra hija a salvo a la mansión Ruiz sería una misión suicida.
— El Maestro del Vaticano no se opuso a mi decisión, no deberían atentar contra ustedes —le extendí la mano—. A excepción de mi nadie conoce su hogar, tienen eso a su favor.
Se miraron, el hombre apretó mi mano y luego rodeó la cintura de su esposa para calmarla.
— Confiaré en ti, Uriel.
Más todo mis esfuerzos fueron en vano cuando desperté tras sentir una presencia asesina. Abrí los ojos para descubrir la silueta femenina de larga cabellera ondulada mirándome desde la ventana. La luz lunar oscurecía la parte frontal de Keira, a excepción de sus ojos; irradiaba odio y decepción.
— Confiamos en ti, Uriel.
Con aquel mensaje, su presencia y cualquier rastro de la familia Jerd desaparecieron completamente del mapa. Al menos eso dije para ocultar su paradero, pues casualmente siguiendo el caso del ladrón informático me guió hasta Dagan quien contemplaba la hermosa imagen familiar de los Jerd en un pequeño bosque en Galis.
Ocho años después lo volví a ver y, tal vez debí aconsejarlo, decirle que viviera una vida normal lejos de ellos. O al menos, debería haberme callado frente al Maestro.
— Tu hija caerá en coma y con el tiempo morirá —sentenció el hombre—. Es la habilidad de Eliana lo que la enfermó. Si lo entiendes, dinos dónde se ocultan y buscaremos la manera de neutralizarla.
Fui un estúpido. Un completo estúpido y un traicionero que cedió ante el dolor de ver a su hija de trece años tener ciclos anormales de sueños. Aún con el remordimiento de haber vendido a mis compañeros tuve que soportar la noticia de su muerte acompañado del verdadero diagnóstico del pequeño rubio prodigio.
— No se trata de ningúna habilidad dañándola, su cuerpo no es capaz de expulsar energía negativa, señor Uriel.
Decidí no buscar ni saber nada de ellos. Muy en el fondo supe que la niña había sobrevivido al atentado del Vaticano, más no volví a indagar.
Las estaciones pasaron aceleradas y tres años después del colapso total de Ederne, recibí la noticia que habia evadido durante diez años.
— Encontraron a Eliana.
Fue egoísta, pero sonreí de tener la oportunidad de enmendar mis errores y darle una nueva oportunidad a la hija de los Jerd. Creí que las cosas mejorarían si decidía ayudar, pero dos grandes personajes ya estaban dándolo todo por ella. Félix y Dagan formaron un equipo para protegerla ¿Los motivos? No importaban.
Sucedieron varias cosas, fue entonces que descubrí la particularidad de cada asunto relacionado con ellos.
— Desde el inicio tu objetivo siempre fue Eliana y su habilidad, ¿verdad?
— ¿Lo sabías todo este tiempo? —sonrió—. Es interesante que lo notaras ahora, bueno, si tenemos en cuenta a Dagan y Félix, fuiste muy rápido.
Suspiré. En la sala no había nadie más que yo y eso me ponía en desventaja con un individuo extraño de habilidad desconocida.
— ¿Qué es lo que quieres de ella?
— No me hagas esto Uriel —cruzó las piernas sobre mi escritorio, la punta de su calzado dejó una mancha roja en la manga de mi traje—. He armado todo un escenario para tenerla a mi merced; manipulé al Vaticano, al imbécil que llaman "Maestro" y al "demonio" que adoptó un nombre parecido, Dagan, Félix, Ederne, Roxan —se echó a reír sin reparos—. La muerte de sus padres, su familia, los que la rodeaban, ¡absolutamente todo lo hice yo! ¡Los utilicé a todos y fue entretenido! Ja, pero va siendo hora de la función final.
No dije nada, pero hice un gesto con la mano para que continuara.
— El poder capaz de derrocar al Vaticano y reinar en el Anexo. Quiero la joya de los Jerd.
— Ese poder no es superior a nuestros miembros. No la dañarás, nos encargaremos de cuidarla.
Ladeó la cabeza y sacudió la pierna como un "no" en respuesta. Me fijé con rapidez en la mancha que su zapato dejaba. La peor de mis suposiciones apareció en mi mente y recé porque Félix o Dagan la hubieran encontrado ya.
— Renuncia al Anexo y haz que se disuelva, solo así podría hacer un leve cambio de planes.
Salió dándome una despedida con la mano.