Está es la historia de una joven pastelera que anhela desde el fondo de su corazón tener su propia confitería y deleitar al mundo con sus inigualables sabores; pero su sueño se verá interrumpido cuando en un evento muy importante se entrega a un desconocido. Desde ese momento su vida cambia por completo al descubrir que está embarazada y su hijo se convierte en su única y mayor prioridad. Sin embargo cinco años más tarde, Trevor Hamilton, el padre de Dylan, reaparece en sus vidas intentando reconquistar a su hermosa morena y formar la familia que tanto anhelaba, desestabilizando así la armonía en la vida de Carolina.
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Capítulo N°3
Días más tarde, Carolina se sentía deprimida, todavía no lograba diseñar un menú interesante para Santiago Santoro; ya que su cliente era un misterio y la abuela no le brindaba mucha información del agasajado.
Cansada de dar vueltas por la casa llamó a su mejor amigo para que le hiciera compañía, necesitaba la contención y el abrazo de Franco, él era su refugio, su sol en los días grises y lograba con sus consejos animarla.
⎯ Hola preciosa.⎯ respondió Franco al ver de quién se trataba.⎯ ¿Cómo está?
⎯ Hola cariño, estoy mal, me siento estresada.⎯ dijo sin tantos rodeos.⎯ ¿Podemos juntarnos y conversar un rato? Necesito la ayuda de mi mejor amigo.
⎯ De acuerdo.
Luego de hablar un par de minutos y devolverle la sonrisa a su rostro con bromas sin sentido, Franco le dijo que le tenía una sorpresa especial, algo muy importante que decirle y que cambiaría para siempre su relación, porque ya no soportaba guardar ese secreto y que sería mejor encontrarse en el parque cerca del instituto donde tomaba clases de cocina para hablar personalmente.
⎯ Claro, nos veremos después de tu clase.⎯ suspiro Carolina y se sintió feliz.
⎯ Carito, lo que tengo que decirte es muy importante.⎯ comentó y guardó silencio por un momento.⎯ Espero que no lo tomes a mal.
⎯ ¿De qué quieres hablar?⎯ preguntó intrigada.⎯ Dame una pista.
⎯ Del amor, de las relaciones y de tener una pareja, de ese tipos de cosas
⎯ ¿En serio?
⎯ Sí, debo confesarte algo así que nos vemos en el mismo lugar de siempre.
⎯ De acuerdo.
Carolina saltaba de alegría, con solo escuchar su voz su buen humor había vuelto y le ilusionaba pensar en que recibiría una propuesta de su parte.
Ella en secreto lo amaba; pero sabía que confesarles sus sentimientos podría significar perder a un gran amigo y confidente por eso prefería callar y disfrutar de sus abrazos, conversaciones y los bellos detalles que tenía para con ella, hasta que supiera que su amor era correspondido guardaba su enamoramiento como un gran tesoro en su corazón y al parecer el momento de revelar la verdad había llegado.
Caro tenía una corazonada, entonces subió a su cuarto y buscó en el placard su mejor vestido, ese que únicamente lo usaba en ocasiones especiales y con ilusión lo extendió sobre la cama para contemplarlo, era hermoso y perfecto para disfrutar de un día agradable bajo el sol.
Luego de una ligera, pero muy refrescante ducha se preparó con mucho esmero para ir al encuentro del hombre de sus sueños.
Carolina estaba impaciente, llevaba cinco minutos esperando a Franco sentada en un banco bajo la sombra de un árbol y él aún no salía del instituto, sin embargo ella sabía perfectamente que a veces las clases se dilataban un poco más de lo acordado dependiendo del menú que los alumnos debían realizar.
De repente su boca se secó por completo, y tenía mucha sed, entonces con un poco de duda se levantó de su lugar y fue a comprar una botella de agua fresca al kiosco de la esquina. Estaba tan distraída mirando al instituto que al cruzar la calle casi la atropella un joven de lentes oscuros y traje en un auto deportivo.
⎯ ¡Será mejor que mires por donde caminas!⎯ dijo el conductor mientras que el acompañante se bajaba.⎯ ¡Por poco te mato!
⎯ ¿Y tú porque no te quitas esas gafas para ver mejor? Idiota.⎯ le respondió, mientras veía con tristeza que su vestido estaba empapado.
⎯ ¿Estás bien? ⎯ preguntó el moreno visiblemente preocupado.
⎯ Sí, no pasó nada, solo me arruino la ropa.⎯ respondió Caro, entonces levantó la vista y se perdió en esos ojos claros y en la belleza de su sonrisa.
⎯ ¿Quieres que te llevemos a tu casa o a un hospital?
⎯ No, no es necesario, ni siquiera me golpeó.
⎯ ¡Basta, no es para tanto, vuelve aquí y vamos a casa!⎯ gritó el conductor.
⎯ ¡Ya voy! ⎯ miró a su amigo de mala manera y le aconsejó a la joven.⎯ Ten cuidado la próxima vez en cruzar la calle, eres muy bella para que tengas un accidente.
⎯ Lo tendré.⎯ contestó y sintió que sus mejillas le ardían por cómo la miraba; entonces se dio cuenta que la tela se traslucía y dejaba expuesto sus pechos sin sostén e instintivamente se cubrió con sus brazos.
⎯ Adiós preciosa, fue un placer conocerte.⎯ se despidió y le guiñó un ojo.
⎯ Adiós. ⎯ respondió y se acercó a la vereda sin dejar de ver al interior del auto
⎯ ¡Mujeres, son todas unas tontas!⎯ comentó el conductor en voz alta a su acompañante y continuó con la marcha.
Carolina después del pequeño incidente estaba más nerviosa de lo habitual y bebía el poco agua que contenía la botella sin detenerse, cuando de repente Franco apareció y la saludó con mucho cariño estrechando su cuerpo en un caluroso abrazo y luego sentándose a su lado.
⎯ Caro, hermosa hoy luces radiante.
⎯ Gracias.⎯ respondió olvidándose de todo y contemplando al guapo y elegante hombre que tenía frente a ella.
⎯ Estoy nervioso, hay algo que debo confesarte y no me atrevo; pero bueno lo diré sin tantos rodeos y espero que no te asuste.
⎯ No lo haré.
⎯ ¡Estoy enamorado!⎯ dijo de repente.
⎯ Yo también.⎯ respondió ella con ilusión.
⎯ ¡Que emoción! ⎯ la abrazo.⎯ ¡ Eso es fantástico!
⎯ Sí, yo también estaba asustada, no sabía cómo decirte lo que me pasa.
⎯ ¡Somos dos tontos! ⎯ se separó y comenzó a reír. ⎯ Ahora podremos salir los cuatro y divertirnos.
⎯ ¿Los cuatro? ⎯ preguntó ella sin entender.
⎯ Sí, tu pareja y tú y mi pareja y yo.
⎯ Ahhh, sí, tienes razón, que tonta.⎯ respondió desilusionada ahora comprendiendo la situación.
⎯ ¿Estás bien?
⎯ Sí, solo algo nerviosa. Recién un idiota casi me atropella en su deportivo por eso estoy mojada. ⎯ le comentó.
⎯ ¿Te golpeó con el auto? ¿Te duele algo? ⎯ la miró como inspeccionado su cuerpo y al ver sus pechos empapados le dio su campera para que se cubra.
⎯ No, el conductor frenó a tiempo y no me pasó nada.
⎯ Será mejor que te acompañe a tu casa.
⎯ De acuerdo.
Ambos caminaron por la vereda tomados del brazo, cualquiera que los viera pensaría que era una pareja de enamorados compartiendo una agradable tarde; sin embargo las apariencias engañan y Carolina estaba tan callada que podía oír su corazón romperse en mil pedazos, mientras escuchaba como Franco le contaba las cosas maravillosas que hacía con su nueva pareja.
Al llegar a la casa ella se despidió en la puerta con la excusa de que le dolía muchísimo la cabeza y quería dormir. Su buen amigo se despidió con un beso en la mejilla y la dejó sola en el umbral, ella con manos temblorosas buscó las llaves en su cartera, abrió la puerta e ingresó a su hogar.
Luego de varias horas de un llanto desgarrador, ella se quedó dormida, y por primera vez en mucho tiempo no soñó con Franco, sino con el moreno de ojos claros que tan amablemente se preocupó por su estado. Carolina estaba besando la almohada imaginando que eran los labios de ese apuesto y atractivo hombre, hasta que sintió que su hermana ingresaba a la casa y se despertó excitada.