En un mundo donde las jerarquías de alfas, omegas y betas determinan el destino de cada individuo, Hwan, un omega atrapado en un torbellino de enfermedad y sufrimiento, se enfrenta a la dura realidad de su existencia. Tras un diagnóstico devastador, su vida se convierte en una lucha constante por sobrevivir mientras su esposo, Sung-min, y su hija, Soo-min, enfrentan el dolor y la incertidumbre que su condición acarrea.
A medida que los años avanzan, Hwan cae en un profundo coma, dejando a su familia en un limbo de angustia. A pesar de los desafíos, Sung-min no se rinde, buscando incansablemente nuevas esperanzas y tratamientos en el extranjero. Sin embargo, la vida tiene planes oscuros, y la familia deberá enfrentar pérdidas irreparables que pondrán a prueba el amor que se tienen.
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Fragmentos
El amanecer gris que Ryu contempló desde la ventana parecía un espejo de su alma. Aunque esta vez, el vacío que solía sentir estaba ausente. Caminaba hacia su casa, los pasos lentos, mientras su mente vagaba por las últimas horas. Todo había salido sorprendentemente bien, demasiado bien. Sin quererlo, una sonrisa cargada de cinismo apareció en su rostro.
"¿Cómo es posible?" se preguntó. En su mente, la imagen de Lee, con su inocencia, aparecía como un pequeño conejo rojo, completamente indefenso ante él. "Lo tengo a mi merced", pensaba, pero la realidad era mucho más compleja. El plan avanzaba demasiado rápido, tanto que su pecho se comprimía con una ansiedad creciente.
Los síntomas no tardaron en aparecer. Llevaba días sin tomar su medicación para la bipolaridad. Sabía que esto le pasaría factura, pero no estaba preparado para lo que vendría. El aire que llenaba sus pulmones se sentía más denso, casi asfixiante.
Al llegar a casa, las lágrimas comenzaron a brotar sin control, cayendo como un torrente imparable. No entendía del todo por qué lloraba, pero la culpa lo oprimía. Sabía que había mentido, que había ocultado la verdad. Lee tenía una familia, una que lo había adoptado. ¿Cómo había podido engañarlo tan fácilmente?
El peso de esa traición, el dolor de mantener una farsa, lo sumía en una tristeza tan profunda que cada paso le costaba más. Con el corazón acelerado y la vista nublada, finalmente llegó a la puerta de su hogar, pero su cuerpo no aguantó más. Se desplomó, y el frío suelo lo recibió con indiferencia.
La familia Kim, que lo había estado esperando en casa, corrió a socorrerlo. Sus voces llenaban el aire, pero Ryu no podía escucharlas. Lo llevaron de inmediato al hospital, primero en auto y luego en su helicóptero privado, con la esperanza de que todo saliera bien.
Pasó un día. Luego dos. Después una semana. Pero Ryu seguía inconsciente. Mientras tanto, Lee no daba señales de vida. Ni una llamada, ni un mensaje. "¿Por qué no me busca?", se preguntaba en los pocos momentos de lucidez. "¿Será que solo fue un juego para él?"
Los meses pasaron, y con cada día que transcurría, Ryu se sumía más en la desesperación. La soledad lo envolvía nuevamente. Comenzó a buscarlo, a seguir rumores, pero todo lo que encontraba eran sombras. Llegó a una mansión, una donde el aroma de Lee impregnaba cada rincón. Pero los guardias lo detuvieron, le negaron la entrada. "Lo tienen escondido", pensaba, mientras las dudas lo consumían.
Un año transcurrió, lleno de incertidumbre y angustia. Ninguno de los dos sabía qué había sucedido realmente con el otro.
Cuando Ryu finalmente abrió los ojos, sintió el peso de las miradas de sus padres adoptivos. Sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero también de alivio. "Despertaste", fue lo único que dijeron al principio, temerosos de abrumarlo con preguntas.
Ryu intentó hablar, pero lo único que salió fue un murmullo. Levantó su brazo, buscando el número que Lee había escrito, pero no encontró nada. Su ansiedad creció de inmediato.
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