Sombras Del Amor

Punto de vista de Elena

Fuimos a un café, lugar estaba lleno de murmullos y risas, pero para mí, todo se sentía distante. Sentada en una esquina, observando la gente pasar, cada uno inmerso en su mundo. Leonardo se sentó frente a mí, su mirada intensa parecía atravesar el bullicio a su alrededor.

"¿Por qué no me has buscado?" preguntó él, rompiendo el silencio que se había instalado entre ellos.

Aparté la mirada, jugueteando con la cucharita en la taza. Sabía que esa pregunta no era solo sobre el teléfono; era sobre todo lo que no nos atreviamos a decirnos.

"No quería… complicar las cosas", respondí finalmente, apenas audible.

Leonardo frunció el ceño. En su mente, cada palabra de Elena resonaba como un eco de sus propias inseguridades. Se inclinó hacia adelante, dejando que sus manos tocaran la mesa.

"Elena, no tienes que hacerlo sola. No tienes que cargar con todo ese peso".

Lo miré entonces, estaba confundida sintiendo que el mundo a mi alrededor estaba a punto de desmoronarse.

"No es tan simple "dije, con un tono más firme. "No quiero ser una carga para ti ni para nadie".

La conversación se llenó de un silencio pesado. Mientras tanto, en otra mesa cercana, una madre reía con su hijo pequeño; el sonido contrastaba con la tensión palpable entre ellos. Leonardo observó el momento y recordó cómo su propia madre siempre había tenido expectativas sobre él: ser exitoso, encontrar a la mujer "perfecta". Su corazón se apretó al pensar en cómo eso había moldeado sus decisiones.

"¿Recuerdas esa noche?", preguntó él, tratando de aliviar la atmósfera—. Te reías tanto que casi me caigo al suelo".

Elena sonrió débilmente al recordar aquel día. La risa había sido su refugio aquel día, pero ahora parecía un recuerdo distante.

"Sí… esa noche fue mágica", murmuré.

Leonardo sintió una punzada de frustración al ver cómo se cerraba ante él. Decidió arriesgarse y ser más directo sin ser abrumador.

"Mira… sé que estás lidiando con muchas cosas y no quiero presionarte. Pero quiero estar aquí para ti. No solo como un amigo… sino como alguien que realmente se preocupa por ti".

Elena lo miró fijamente, con lágrimas brillando en sus ojos.

"Apenas y nos conocemos, lo único que tenemos en común es el bebé en mi vientre", dije al fin, con mi voz temblando ligeramente.

Punto de vista de Leonardo

En ese instante, comprendí que probablemente no podía cambiar lo que sentía Elena en ese momento; pero sabía que estaba dispuesto a luchar por mi hijo, sin importar cuán difícil sea.

"Esta bien, vamos conociéndonos poco a poco..." respondí, sintiéndome vulnerable ante su mirada inquisitiva. La tensión en el aire era palpable, y a pesar de mi intento de mantener la compostura, mi corazón latía con fuerza. Elena e sentó nuevamente, esta vez más relajada.

"Tal vez deberíamos empezar desde el principio", sugirió, esbozando una pequeña sonrisa que iluminaba su rostro.

"Cuéntame de ti, de tú vida, de lo que realmente quieres".

Suspiré, sintiéndome un poco incómodo al abrirme. Nunca había sido bueno compartiendo mis emociones. "Soy abogado, como ya sabes. He trabajado duro para llegar a donde estoy. Mi madre siempre ha tenido grandes expectativas para mí; ella quiere que me case con alguien que encaje en su idea de lo que es una buena esposa". La frustración se filtró en mi voz.

"¿Y tú qué quieres?", preguntó ella con curiosidad genuina.

"Quiero ser feliz... y quiero que nuestro hijo tenga una familia unida", respondí mientras miraba por la ventana, perdiéndome en mis pensamientos. "Pero no estoy seguro de cómo lograrlo sin perderme a mí mismo en el proceso". Elena asintió lentamente, como si estuviera procesando mis palabras.

"Eso es comprensible. Tal vez deberías hablar con tu madre sobre lo que realmente sientes".

"Lo he intentado, pero ella siempre tiene una respuesta lista. Para ella, todo se trata de imagen y estatus", dije con desdén.

"¿Y qué hay de tus deseos? ¿Acaso no importan?", preguntó Elena, su voz suave pero firme.

"Claro que importan", respondí con un tono más fuerte del que pretendía. "Pero a veces siento que estoy atrapado entre lo que ella quiere y lo que realmente deseo".

"Es difícil estar en esa posición", dijo Elena, acercándose un poco más a mí. "Pero debes recordar que tú tienes el control sobre tu vida". Asentí lentamente, sintiendo el peso de sus palabras. Era cierto; había estado permitiendo que otros decidieran por mí durante demasiado tiempo. Luis llegó justo en ese momento con el desayuno: un par de platos humeantes llenos de huevos revueltos y tostadas crujientes. La comida rompió la tensión momentánea y nos permitió distraernos un poco.

"Espero que tengan hambre", dijo Luis mientras colocaba los platos sobre la mesa. "Gracias, Luis", respondí mientras comenzaba a servirnos. Elena sonrió agradecida y empezó a comer con gusto. Mientras desayunábamos, las conversaciones cambiaron hacia temas más ligeros: música, películas y anécdotas divertidas sobre nuestra infancia. El ambiente se volvió más relajado y cómodo entre nosotros.

"Recuerdo cuando era niña y soñaba con ser abogada", comentó Elena entre risas. "Siempre me imaginé defendiendo grandes causas en la corte".

"Es una pena que no terminaste la carrera", dije mientras le lanzaba una mirada comprensiva. "Con tu inteligencia y determinación, podrías haber hecho grandes cosas".

"Gracias por decir eso", respondió Elena con sinceridad en sus ojos. "Tal vez algún día lo logre. Pero ahora tengo otras prioridades". La conversación continuó fluyendo naturalmente hasta que mencioné a nuestro hijo nuevamente.

"Es un gran cambio para ambos tener un bebé en camino", dije mientras miraba su rostro lleno de emoción.

"Sí, pero también puede ser una oportunidad para construir algo juntos". Sus palabras resonaron profundamente dentro de mí. La idea de formar una familia juntos me hizo sentir esperanzado. Tal vez no todo estaba perdido; tal vez había una forma de equilibrar mis deseos con las expectativas familiares. Después del desayuno, fuimos a mi apartamento nos sentamos juntos en el sofá, aún hablando sobre nuestros sueños y aspiraciones. La conexión entre nosotros se intensificaba a cada momento. "No quiero ser tu amante, quiero que las cosas se vayan dando y si en un futuro vemos que podemos tener algo entonces lo intentamos", dijo Elena con sinceridad. Mis ojos brillaron al escuchar sus palabras; era justo lo que necesitaba oír.

"Y yo quiero eso también", respondí sin dudarlo. Ambos sabíamos que había mucho trabajo por hacer para construir esa relación sólida y sincera, pero estábamos dispuestos a intentarlo. De repente, me di cuenta de algo importante: había encontrado en Elena no solo a una mujer atractiva sino también a alguien con quien podía compartir mis pensamientos más profundos y vulnerables. Mientras hablábamos sobre nuestros planes futuros y cómo podríamos apoyarnos mutuamente, sentí una oleada de esperanza invadir mi corazón. Quizás esta nueva etapa no sería tan complicada después de todo si estábamos dispuestos a trabajar juntos. Sin embargo, sabía que tendría que enfrentar las expectativas familiares y los desafíos externos junto a ella. Aun así, por primera vez en mucho tiempo, sentí que tenía un aliado a mi lado. La conversación fluyó por horas hasta que la tarde comenzó a caer lentamente sobre la ciudad; las luces comenzaron a encenderse fuera del apartamento mientras el sol se ocultaba detrás del horizonte. Elena se recostó contra mí mientras hablábamos sobre nuestros planes para el futuro: cómo criaríamos al bebé juntos y cómo encontraríamos formas creativas para equilibrar nuestras vidas personales y profesionales. El tiempo pasó volando; cada risa compartida y cada mirada cómplice hacían crecer esa conexión especial entre nosotros. Finalmente, cuando la noche llegó completamente y las estrellas comenzaron a brillar en el cielo oscuro, me di cuenta de algo crucial: había encontrado algo valioso en medio del caos; no solo era una relación física o emocional sino el comienzo de una verdadera sociedad basada en la confianza mutua y el respeto. Miré profundamente los ojos de Elena y le dije: "Estoy listo para enfrentar cualquier cosa contigo". Su sonrisa iluminó aún más mi mundo oscuro; sabía que este era solo el comienzo de nuestra historia