Desde niña, Zara soñaba con el día de su boda, creyendo que sería el comienzo de una vida feliz y plena. Pero en el mismo momento en que da el "sí, quiero" en el registro civil, sus sueños se hacen añicos cuando aparece la amante de su marido, embarazada y reclamando su lugar. Devastada, Zara anula el matrimonio y huye a un país lejano, donde comienza de nuevo su vida como esposa de alquiler, manteniendo una fachada de frialdad para proteger su corazón. Pero todo cambia cuando un nuevo cliente entra en su vida, desafiando sus reglas y despertando sentimientos que creía haber perdido para siempre. Ahora Zara debe decidir entre seguir su contrato o arriesgarlo todo por un amor inesperado.
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Capitulo 19
Alexander Muller
La sala de operaciones era un caos controlado, pero aun así, un caos. La emergencia había sido complicada, pero afortunadamente, el paciente estaba estable. Cuando finalmente salí, ya pasaban de las cinco de la mañana, y el cansancio pesaba sobre mis hombros como un abrigo mojado.
Caminé por los pasillos casi desiertos del hospital, el eco de mis pasos siendo el único sonido que me acompañaba. Necesitaba un momento para respirar, para desconectarme de la tensión constante del bisturí y de la responsabilidad que nunca me dejaba.
Entré en la sala de descanso de los médicos, donde la luz tenue creaba sombras suaves en las paredes. Y allí estaba ella. Zara. Sentada en un sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo, los ojos cerrados, en un sueño ligero. Parecía tan serena, como si estuviera esperando a alguien, y yo sabía que ese alguien era yo.
Me acerqué despacio, cada paso resonando suavemente en la sala silenciosa. Me senté a su lado y, con cuidado, deslicé su cabeza hacia mi hombro. No quería despertarla. Era un gesto pequeño, tal vez insignificante para cualquiera, pero para mí, significaba mucho. Era un consuelo que no sabía que necesitaba, un momento de paz en medio del caos.
Mientras sentía su respiración suave, el calor de su cuerpo junto al mío, también cerré los ojos. Me permití relajarme, permití sentir, aunque solo por un instante, algo más allá del cansancio y de la culpa que me perseguían. Me quedé dormido allí, a su lado, y, por primera vez en meses, no me sentí perdido.
No sé cuánto tiempo pasó, pero fui despertado por una sensación suave. Abrí los ojos, pero no del todo, lo suficiente para notar el roce de los dedos de Zara deslizándose por mi cabello. Ella pensaba que yo aún dormía, y yo continué fingiendo, aprovechando el momento.
Fue entonces cuando la escuché susurrar, su voz era suave, un sonido casi perdido en el silencio:
—Pensé que ya te había superado, Juan, o mejor dicho, Alexander... Pero estar aquí, a tu lado, trae de vuelta todo lo que sentí. Es como si los sentimientos antiguos estuvieran esperando este momento, confusos, como siempre han sido…
Cada palabra de ella me golpeaba como una ola, ahogándome en emociones que ni siquiera sabía que aún existían dentro de mí. Ese deseo de protegerla, la conexión que siempre hemos tenido, aunque disfrazada por tantos años. Ella hablaba de confusión, pero yo sentía lo mismo. Era como si estuviéramos atrapados en un ciclo sin fin, tratando de encontrar respuestas a preguntas que nunca nos atrevimos a hacernos el uno al otro.
De repente, el sonido de la puerta al abrirse bruscamente rompió el momento. Uno de los médicos entró, buscándome. Fingí despertarme lentamente, como si estuviera profundamente dormido. Zara me llamó suavemente, un toque gentil en mi hombro, su voz era una mezcla de amabilidad y urgencia.
—Alexander… Alexander, tienes que despertar.
Abrí los ojos despacio, como si estuviera saliendo de un sueño. La expresión de Zara, preocupada y aún somnolienta, me hizo sonreír. La miré y simplemente asentí con la cabeza, levantándome con una última mirada hacia ella, tratando de grabar ese momento en mi memoria.
Mientras me alejaba, el recuerdo de su toque y de las palabras que susurró se quedó conmigo. Era un recordatorio de que, a pesar de todo, algo entre nosotros aún latía, algo que ambos todavía no sabíamos nombrar o quizá ni siquiera comprendíamos del todo.
Y en ese instante, una nueva promesa surgió dentro de mí: haría lo que fuera necesario para descubrir lo que realmente significábamos el uno para el otro. Porque, por más que el pasado nos hubiera separado, el presente parecía unirnos de nuevo, y yo no estaba dispuesto a dejar que eso se escapara.