Volvi de la muerte, solo para vengarme de los que me lastimaron, tuve que cambiar y volverme fuerte para no sucumbir ante el amor, ese amor que nunca fue y nunca será, mi único objetivo es recuperar lo que un día fue mío.
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Capitulo XIX Esto se acabó.
En medio del tenso intercambio de palabras, el ambiente se sentía cargado de electricidad, creando una barrera invisible entre Emir y Diana. Sus miradas se encontraron de manera desafiante, mientras sus cuerpos rígidos reflejaban la tensión palpable que se había instalado entre ellos.
Emir había escuchado cada palabra de Diana, a él le costaba aceptar que su padre le había hecho aquellas cosas tan terribles, pues ahora se estaba hablando de un asesinato.
— ¿Tienes pruebas de eso que estás diciendo?— pregunto Emir desconfiando de Diana.
— No, no las tengo, por ahora solo es mi palabra contra la de Ernesto, también me doy cuenta de que ya tomaste un bando, por lo tanto le voy a pedir que se retire de mi empresa y no vuelva nunca más. — las palabras de Diana sonaron fuertes y sin emoción alguna.
— Sabes que no voy a dejarte hacer nada en contra de mi padre. — advirtió Emir.
— Es tu decisión y la respeto, es hora de despedirnos. — dijo Diana fríamente.
Emir salió de la oficina de Diana, cada paso que daba resonaba sordo en sus oídos, el eco vacío de sus propios pensamientos retumbaba en su cabeza como un martillo implacable. El peso de la traición y la desilusión se posaba sobre sus hombros, hundiéndolo en un abismo de incertidumbre y dolor. Al salir de la imponente empresa Sandoval, un, edificio de cristal y acero que se alzaba majestuoso frente a él. El sol de la tarde reflejaba destellos cegadores en las ventanas, mientras el bullicio de la ciudad se filtraba entre los muros, creando una cacofonía constante de bocinas y voces apresuradas.
Viendo cómo Emir salía de su oficina y de su vida, Diana se tumbó en la silla frente al escritorio sintiendo como su corazón se partía en pedazos, el dolor era abrumador, sus ojos se humedecieron y una lágrima traicionera salió de sus ojos, por esta vez, solo por esta vez ella se permitió ser débil y llorar por su amor perdido.
Una semana después Emir anunció su compromiso con Mariana Hernández, terminando de destruir cualquier posibilidad de recuperar a Diana, el iba de error en error, pero ante el dolor de la desilusión su capacidad de raciocinio había sucumbido totalmente.
— Estoy tan feliz, amor, al fin nos casaremos. — dijo Mariana sonriendo.
— Al menos uno de los dos está feliz. — comento Emir fríamente.
— Cariño, ¿qué te parece si invitamos a los Sandoval? — sugirió Mariana cavando más en la herida de Emir.
— Sabes muy bien que mi familia no quiere estar cerca de ellos, así que olvídate de eso. — respondió Emir con un semblante sombrío.
— Solo lo decía para que vea Diana o Ana o como se llame que tú no estás solo. — explico Mariana con aspecto inocente.
— No tengo que demostrar nada, ahora vete a tu casa, ahora tengo mucho que hacer. — ordeno, Emir ignorando la presencia de Mariana.
Mariana salió de la oficina de Emir bastante molesta, esta mujer estaba cargada de odio hacia Diana, por sus poros solo se destilaba hostilidad y desprecio, su única misión en la vida era acabar con Diana y no descansaría hasta que eso se hiciera realidad.
— Hola, necesito que empecemos a planear la destrucción de Diana Sandoval o Ana Durán como sea que se llame esa pxxxx. — dijo Mariana a su madre mientras caminaba a su auto.
— Ya estoy en eso, solo déjame contactar a algunas personas que con gusto nos ayudarán. — respondió Sofía sonriendo con maldad.
— Debes apurarte, no tenemos tiempo, si Emir descubre la verdad, todo se nos va por el caño. — explico la malvada mujer.
La llamada fue colgada y Mariana se posó frente a un auto último modelo, cuyo color rojo llamaba lo suficientemente la atención, y eso era Mariana una persona con una baja autoestima que necesitaba llamar la atención para poder sentirse viva.
Mariana subió a su auto sin darse cuenta de que alguien había escuchado su conversación, entre las sombras se encontraba la figura de un hombre alto, guapo y con un auto sombría, su sola presencia era sinónimo de terror, está persona sabía muy bien quién era esa mujer y también sabía quién era su prometido, ya que este último era el mejor amigo de Samuel Tejeda, el hombre había regresado del extranjero únicamente para la boda de Emir.
Samuel decidió salir de entre las sombras e ir a la oficina de su amigo, pero en el camino se topó con los ojos azules más hermosos que nunca antes había visto, la mirada oscura de la mujer que tenía en frente lo dejo sin palabras.
— ¿Necesita permiso o que para quitarse de mi camino? — dijo Diana en un tono bastante frío.
— Lo siento señorita. — se disculpó Samuel con una sonrisa.
Diana le volteo los ojos y siguió su camino junto a Fernando, ese día tenía una reunión con Emir y es que ellos habían firmado un contrato, el cual no podían deshacer sin que ambas empresas sufrieran grandes pérdidas, y lo que Diana quería era recuperar su empresa, más no destruirla.
— ¿Por qué siempre me toca toparme con imbéciles?. — pregunto Diana a Fernando.
— Eres un imán para los problemas, eso es todo. — contesto Fernando mirando a su jefa.
— Olvídalo, mejor centremos nuestra atención en esta reunión, no entiendo que es lo que quiere ahora Emir. — comento Diana con fastidio.
Fernando sonrió internamente sabiendo que Emir solo busco una excusa para poder ver a Diana, esos dos son tan testarudos que no se dan cuenta de que su amor está por encima de todos los malos entendidos.
Al llegar al piso de presidencia, Diana deslumbró lo impecable del lugar, los pisos brillaban cual reluciente espejo, los empleados vestían de manera formal, sin mostrar expresión alguna Diana siguió su camino hasta la oficina de Emir, la cual estaba al final del un largo pasillo.
— Buenos días. — saludo Diana a la secretaria de Emir.
La mujer quedó de piedra al ver a la ex de su jefe, en sus pensamientos no podía entender como el presidente de tan grande empresa podía ser tan ciego como para cambiar a Diana por Mariana.