En el lujoso mundo de los negocios, donde el poder y la codicia son la regla, surge una historia de amor llena de traiciones, celos y secretos ocultos. "Sombras de Pasión" narra la vida de Sofía Valente, una joven mujer independiente y decidida, que lucha por cumplir sus sueños en un mundo controlado por hombres de hierro. A lo largo de la novela, su vida se entrelazará con la de Gabriel Ríos, un empresario frío, calculador y exitoso, cuya única pasión parece ser el dinero y el control.
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Capítulo 10: La Caída de las Máscaras
El amanecer rompía el horizonte mientras Sofía se preparaba para el que sería el día más crucial de su vida profesional. Sabía que hoy no solo era la oportunidad de salvar Valente, sino también de exponer públicamente a Lucas y su traición. El peso de todo lo que había descubierto seguía presente en su pecho, pero lo disfrazaba con una coraza de determinación. No había tiempo para el dolor; solo para la acción.
Gabriel había sido claro la noche anterior: las pruebas que ella poseía eran suficientes para hundir a Lucas y restablecer su posición al frente de la empresa, pero tenía que jugarlas con precisión. No solo estaba en juego el futuro de Valente, sino su reputación. Si Sofía no actuaba con cuidado, el escándalo podría arrastrarla a ella también.
Mientras se vestía, el reflejo del espejo le mostró una versión más fría y calculadora de sí misma, alguien que jamás hubiera imaginado llegar a ser. Sin embargo, necesitaba esa frialdad para enfrentar lo que se venía. Se puso un elegante traje negro, una elección sobria pero poderosa, y recogió su cabello en una coleta alta, el símbolo de su renovada concentración. Hoy sería su victoria, no su derrota.
En las oficinas de Valente, el ambiente era tenso. Los rumores corrían como pólvora. Se sabía que algo grande estaba por suceder, pero nadie tenía claro qué era. Los empleados se miraban entre ellos, desconcertados. Solo unos pocos conocían los detalles del inminente enfrentamiento entre Sofía y Lucas.
Gabriel ya estaba allí cuando Sofía llegó. Su mirada fría se cruzó con la de ella en cuanto entró en la sala de juntas. Sobre la mesa, el proyector estaba preparado para mostrar a todo el equipo directivo lo que se avecinaba. Gabriel le hizo un gesto para que se acercara, mientras ambos observaban cómo los principales ejecutivos y accionistas de Valente empezaban a llegar.
—Todo está listo —dijo Gabriel en voz baja—. Tenlo claro, Sofía. Cuando esto termine, no habrá marcha atrás. Lucas no podrá recuperarse de esto, y tu nombre estará limpio, pero tienes que ser implacable.
Sofía asintió sin decir una palabra. Sabía que tenía que mantener el control, incluso si todo dentro de ella estaba a punto de estallar.
Cuando Lucas apareció en la puerta, su expresión denotaba seguridad, una confianza ciega que Sofía ya no reconocía. Quizás pensaba que aún podía manejar la situación, que las aguas se calmarían con una explicación más. Pero hoy no sería uno de esos días.
—Sofía —dijo Lucas con una sonrisa falsa, caminando hacia ella—. He estado pensando en lo que hablamos anoche. Creo que deberíamos encontrar una manera de resolver esto sin involucrar a los demás. No tenemos que llegar a extremos.
—Eso ya no es una opción —respondió Sofía, cortante, mientras lo miraba directamente a los ojos—. Hoy se sabrá la verdad.
Lucas frunció el ceño, pero no respondió. Sabía que el enfrentamiento era inevitable. Se sentó frente a ella mientras el resto de los ejecutivos tomaban asiento. La tensión en la sala era palpable.
La presentación comenzó. En las pantallas apareció una línea de tiempo detallada de las actividades de Lucas: las transacciones financieras ilegales, las reuniones encubiertas con los competidores, los correos electrónicos que intercambió donde ofrecía vender secretos corporativos de Valente. Los rostros de los asistentes se fueron transformando a medida que la gravedad de las acciones de Lucas quedaba expuesta. Los murmullos de sorpresa, incredulidad y desaprobación llenaron el aire.
Sofía se levantó entonces, sabiendo que este era el momento decisivo.
—Durante años he trabajado incansablemente por esta empresa, por todos nosotros —dijo, su voz firme resonando en la sala—. He confiado en personas que consideraba no solo colegas, sino amigos. Pero esa confianza ha sido traicionada. *Valente* ha sido víctima de actos desleales, de alguien que intentó destruir lo que hemos construido para su propio beneficio. Hoy, no solo expongo a Lucas, sino que también tomo el control de lo que es mío.
Lucas se levantó bruscamente, con los ojos desorbitados.
—¡Esto es una exageración, Sofía! —gritó, claramente alterado—. No es lo que parece, tú misma lo sabes. No me diste opción, ¡me vi forzado a actuar así!
—¿Forzado? —respondió Sofía con una risa amarga—. Te dieron una opción, Lucas. Y elegiste traicionarme. Elegiste ponerte del lado de quienes querían destruirnos. No hay excusa.
El resto de los ejecutivos miraban a Lucas con desprecio. Ya no había marcha atrás para él. Gabriel, observando desde su silla, sonrió de manera apenas perceptible. Todo se desarrollaba exactamente como lo había planeado.
Uno de los principales accionistas, un hombre de negocios experimentado y poco dado a la paciencia, rompió el silencio con dureza.
—Lucas, ¿es cierto todo esto? —preguntó con voz grave.
Lucas, que había estado perdiendo su compostura, intentó una última defensa.
—Yo… hice lo que creía necesario para salvar la empresa. Sofía no estaba viendo el peligro. Lo hice por todos nosotros.
Pero su intento de justificarse no encontró simpatía. El accionista se levantó, mirando a Lucas con una mezcla de desilusión y rabia.
—No lo hiciste por la empresa. Lo hiciste por ti mismo. Has traicionado nuestra confianza, y por eso, serás apartado inmediatamente de tu puesto. Considera esto tu último día en Valente.
Las palabras cayeron como un martillo, sellando el destino de Lucas. Los demás ejecutivos asintieron en acuerdo, y la decisión fue unánime.
Lucas, ahora pálido, dio un paso atrás, dándose cuenta de que todo había terminado para él. La confianza, el poder que una vez tuvo en sus manos, se desmoronaba. Miró a Sofía, buscando una última chispa de compasión, pero solo encontró la dureza en sus ojos. Sabía que no había retorno.
Sin decir más, recogió sus pertenencias y salió de la sala con la cabeza baja, humillado y derrotado.
Cuando la reunión terminó, Sofía se quedó a solas con Gabriel en la sala vacía. Ambos compartieron un largo silencio. Sabía que Gabriel también había jugado su propio juego, y que en el fondo, seguía siendo alguien en quien no podía confiar completamente. Sin embargo, por ahora, sus intereses habían coincidido.
—Lo hiciste bien —dijo Gabriel, finalmente rompiendo el silencio—. Fuiste implacable, como debías ser.
Sofía lo miró, sabiendo que su alianza con él era temporal.
—Valente está a salvo —respondió, guardando los documentos que había presentado—. Pero esto no termina aquí, Gabriel. No confío en ti, y no pienso perder de vista tus intenciones.
Gabriel sonrió, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Nunca quise que confiaras en mí. Pero recuerda, Sofía, en este juego, todos llevamos una máscara. Por ahora, hemos ganado esta partida. Pero el tablero sigue en pie, y las piezas aún se mueven.
Sofía lo observó por un momento más antes de marcharse, sintiendo que la verdadera batalla apenas comenzaba.