Una tragedia marca la vida de Isabella Moretti. Años más tarde el amor vuelve a ponerla a prueba.
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CAPÍTULO 15.
CAPÍTULO 15.
Por Isabella.
Solté un enorme suspiro. Sentí nuevamente una punzada en mi rodilla y brazo. A veces solía tener dolores psicológicos, según mí médicos. El trauma del accidente me dejó aquellos dolores que sentí aquel día. Mis piernas, mi brazo… A veces en mi vientre. Pero no pensaba en aquello. No podía pensarlo. Me rompía el corazón. Perdí a mi novio, a mi bebé. Lo perdí todo.
Sentí un carraspeo a mis espaldas. Me limpié las lágrimas y me giré. Vi a Matt de pie al lado de la puerta.
-Hey. -Exclamé, sorprendida.
-Valentino me contó lo que ocurrió y quise venir a verte.
-No era necesario Matt. Estoy bien. No cometeré locuras.
-Ven aquí. -Dijo él. Señalando la cama. Me senté donde me dijo y él se arrodilló frente a mí.
-Yo también lo extraño. Lo extraño mucho. No tienes idea. Pero adoro a Valentino. Siempre fuimos buenos amigos y yo… Debí decírtelo Issi, pero quería protegerte. No quería hacerte sufrir más. Sobre todo cuando empezaste a trabajar en la compañía.
-No te preocupes. Sabes… Yo… me siento bien, a pesar de todo me siento bien. Me alegra estar rodeada de su recuerdo. Y Valentino, él se porta bien conmigo.
-Claro que sí, Issi. Los Marshall son buena gente. Y yo tampoco te dejaré amiga. Te adoro Issi. Sabes cuánto.
-Eres incondicional y te agradezco eso.
-Issi… No solo he venido por eso. Sé que no es momento pero… Terminé con Julia. Sé que ella es tu amiga y entenderé si te pones de su lado, pero quiero que sepas que la relación no daba para más.
-Lo lamento mucho Mati. Pero calma, yo. No estoy enojada contigo. Quiero verte feliz. Se que mi amiga suele ser un poco difícil… Puedes contarme lo que sea. ¿Lo sabes verdad?
Matías asintió. Luego me sonrió y me abrazó. En ese instante, Valentino ingresó a la habitación. Comenzó a toser. Una tos falsa. Esa tos que usa uno cada vez que se encuentra en una situación incómoda.
-Valentino. Qué bueno que llegas.- Exclamé.
-¿Te alegra?, ¿de veras? -Preguntó serio.
Lo miré confundida. ¿Eran celos lo que notaba en su voz?
-Yo… Me iré. Te explicaré en otro momento, ¿vale?
-Claro. Gracias por venir a verme. -Exclamé.
Matías se despidió de Valentino y se fue. Luego él se acercó a mí.
-¿Ocurre algo? -preguntó.
-No. Solo… Recordaba algunas cosas.
-Issi. Hay cosas que me gustaría contarte sobre mi hermano. Pero necesito saber si estás dispuesta a hacer un viaje.
-¿A un viaje? ¿A dónde iremos?
-Regresaremos a California. A los viñedos.
-¿Cuándo salimos?
-Esta misma noche.- Exclamó Valentino.
Asentí y acompañé a Valentino fuera. Me dirigí a hacer mis maletas y luego de unas horas, lo esperé en la sala. Él venía bajando con su maleta.
-¿Estás lista? -preguntó.
-Claro pero… No tenemos boletos.
Valentino río.
-Iremos en el jet de privado. Nos están esperando.- Dijo.
Luego de unas horas nos encontrábamos en el jet. No habíamos cruzado palabra hasta que el avión alcanzó su altura.
-Valentino… Debo decirte algo importante.
-Issi… No es necesario que me expliques lo que ocurre con Matías.
-¿Qué? No. No ocurre nada con él. Somos amigos y me estaba diciendo que se separó de Julia. Por eso nos viste abrazados.
Valentino asintió y noté cierto brillo en su mirada.
-¿Entonces sobre que quieres hablarme?
-Debo contarte algo acerca de Ezequiel y yo. Sobre el día del accidente.
Valentino se inclinó hacia adelante y tomó mis manos.
-Dime Issi. No me asustes.
-Ese día fuimos a festejar nuestro aniversario y Ezequiel me propuso casamiento, pero… Estaba tan nervioso que olvidó el anillo en el auto… -Me reí, recordando lo olvidadizo que era. Vivía en las nubes. -Y ese día yo tenía una noticia para darle.
-Qué… ¿Qué noticia?
-Estaba embarazada de dos meses.-Exclamé entre lágrimas.
-Te… ¿Tengo un sobrino Issi? ¿Tengo un sobrino y no lo dijiste? Issi… ¿En todos estos años no se te ocurrió que tal vez a la familia de Ezequiel le hubiese gustado conocer a ese bebé? ¿Dónde está? ¿Cómo se llama? ¿Cuántos años tiene ahora? ¿Poco más de un año?
-No, no Valentino. No existe ningún niño. No hay ningún niño porque se fue con su padre.
Valentino se puso de pie y luego se sentó conmigo. Me abrazó con fuerza.
-Por Dios Issi. Si hubiese sabido. Si hubiese estado ahí ese día juro que no te hubiese dejado pasar por todo esto.
-De nada hubiera servido… Yo… Tuve una hemorragia. Estaba tan mal que supongo que yo misma me la cause.
-Lo lamento mucho, linda.
-Gracias, Valentino. Gracias por no dejarme sola ahora.
Valentino apoyó su frente contra la mía y luego depósito un beso en la coronilla de mi cabeza. Nos dormimos así, apoyados uno contra otro. Horas después aterrizamos en California. Al bajar nos esperaba uno de los hombres que trabajan en la finca. Conducía una camioneta. Nos saludó de manera amable. Su nombre es Antonio. No lo había visto en mi primera visita, ya que no tuvimos demasiado tiempo de estar aquí. Cargamos el equipaje en la camioneta y nos dirigimos a la casa.
-Hay tantas cosas que quiero mostrarte. Si él estuviera aquí de seguro, estaría feliz de vernos unidos. -Exclamó. -Amaba este lugar.
-Valentino… Sin embargo, hay otra cosa que quiero preguntarte.
-Claro. Lo que quieras. -Exclamó.
-Tienes una hermana también. Pero ¿por qué tu padre jamás los menciono?
Valentino suspiró. Claramente, no se esperaba esta pregunta.
-Te lo contaré en otro momento… Lo siento, es solo que no me gusta hablar de ella.
-Está bien. Lo entiendo.
Cuando llegamos a la finca, nos dirigimos a las que serían nuestras habitaciones. Nuevamente, ocupamos las mismas que la vez anterior. Una vez instalamos nuestro equipaje, Valentino me invitó a la sala. Traía una caja en sus manos, la apoyo sobre la mesita ratona y antes de sentarse le pidió a Micaela, la empleada de la casa, que nos prepare café.
Esta asintió de mala gana. Me llamó la atención su actitud hacia su jefe. Es una muchacha joven, quizá más joven que yo. No comprendía la situación hasta que Valentino habló:
-Parece extraña al principio, pero te caerá bien. Es la sobrina de Marcela, el ama de llaves de aquí. Te gustará conocerla. Es una mujer amable
Le respondí asintiendo con una sonrisa.
-Y bien. Dime. ¿Qué tienes ahí en las manos?
-Aquí… Hay 27 años de hermosos recuerdos, exclamó. Bueno, 25. Desde que Ezequiel murió hace 2 años y 6 meses, no he construido nuevos.
Asentí comprendiendo su dolor. Me alegraba tener a alguien para compartir todo esto y sobre todo hablar de Ezequiel. El gran amor de mi vida. No podía hablar sobre él con nadie más que no fuese mi psicólogo. Ya que mis amigas se preocupaban demasiado. Siento que, de alguna manera, el hecho de haber conocido a los Marshall fue obra de Ezequiel. Fue él quien quiso que los encuentre. Y estoy agradecida por eso.