Laura, una mujer de 30 años, lucha contra una enfermedad terminal. Su mayor preocupación es el futuro de su hermana menor, Alma, de 15 años, y su pequeña hija, Sofía. Laura decide que su esposo, Máximo, debe hacerse cargo de Alma y Sofía para garantizar su bienestar. En sus últimos días, le pide a Máximo que se case con Alma cuando ella cumpla la mayoría de edad y que adopte legalmente a Sofía para cuidarla como si fuera su propia hija.
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Capítulo 19: Quién es esa mujer
Era un sábado por la tarde y Alma, Máximo y Sofía decidieron pasar el día en el centro comercial. Era un momento perfecto para desconectar de las preocupaciones y disfrutar del tiempo juntos. Alma sostenía a Sofía de la mano mientras caminaban por los pasillos del centro comercial, deteniéndose de vez en cuando para mirar las vitrinas.—¡Mira, mamá! ¡Esa muñeca es igual a la que tengo en casa! —exclamó Sofía, señalando una tienda de juguetes.—Sí, cariño, tienes razón. Es muy bonita —respondió Alma con una sonrisa.Máximo, con una expresión relajada, observaba a sus dos chicas con ternura. Disfrutaba ver la alegría en los ojos de Sofía y la calidez en la sonrisa de Alma. Era en estos momentos cuando se sentía más agradecido por la familia que había formado.De repente, una mujer alta y elegante apareció frente a ellos. Antes de que Máximo pudiera reaccionar, ella lo abrazó y le plantó un beso en los labios. El gesto dejó a Alma paralizada por un segundo. Instintivamente, Alma apartó la vista, sintiéndose fuera de lugar.—Disculpen, no quiero incomodar —dijo Alma con voz temblorosa mientras tomaba a Sofía de la mano y se alejaba rápidamente.—Alma, espera —llamó Máximo, tratando de alcanzar a Alma, pero ella siguió de largo, ignorando su voz.La mujer que había besado a Máximo, sin embargo, parecía completamente ajena a la incomodidad que había causado. Con una sonrisa coqueta, miró a Máximo.—¡Máximo! Qué sorpresa verte aquí. He estado queriendo hablar contigo —dijo la mujer, sin notar la preocupación en el rostro de Máximo.—Valeria, este no es el momento ni el lugar —respondió Máximo, tratando de disimular su molestia.Máximo miró en la dirección en la que Alma se había ido con Sofía. Sentía un nudo en el estómago al ver cómo Alma se alejaba cada vez más. Sin perder más tiempo, decidió seguirlas, dejando a Valeria perpleja.—¡Alma, por favor, espera! —gritó Máximo, aumentando el ritmo para alcanzarlas.Alma se detuvo, girándose lentamente para enfrentarlo, sus ojos llenos de una mezcla de dolor y confusión.—¿Quién es ella, Máximo? —preguntó Alma, su voz temblando.—Es una antigua conocida, nada más. No significa nada para mí. Lo juro —dijo Máximo, respirando con dificultad mientras trataba de explicarse.Sofía, agarrada de la mano de Alma, miraba a su alrededor con curiosidad, sin comprender del todo lo que estaba ocurriendo.—No importa quién sea ella, Máximo. Lo que importa es cómo me sentí en ese momento. Me sentí como una intrusa en mi propia familia —dijo Alma, con la voz quebrada.Máximo se acercó más, sus ojos llenos de arrepentimiento.—Alma, te prometo que no fue intencional. No quiero que te sientas así. Eres mi esposa y la madre de Sofía. Eres mi familia, y nada ni nadie cambiará eso —dijo, su voz suave pero firme.Alma lo miró, tratando de procesar sus palabras. La sinceridad en los ojos de Máximo era evidente, y eso la hizo dudar.—Necesito tiempo, Máximo. Necesito pensar —dijo Alma finalmente, alejándose una vez más, esta vez a un ritmo más lento.Máximo se quedó allí, viendo cómo se alejaban. Sabía que había mucho en juego y que necesitaba hacer todo lo posible para reparar la situación. Volvió sobre sus pasos para confrontar a Valeria, decidido a dejar las cosas claras.—Valeria, no vuelvas a hacer eso. Alma es mi esposa y Sofía es mi hija. No hay lugar en mi vida para juegos ni malentendidos. Si alguna vez tuviste algún interés, ahora debes saber que mi lealtad está con mi familia —dijo con firmeza.Valeria, sorprendida por la severidad de sus palabras, asintió lentamente.—Lo siento, Máximo. No quise causar problemas. No volverá a pasar —dijo, antes de alejarse con una expresión pensativa.Mientras tanto, Alma y Sofía encontraron un banco cerca de una fuente. Alma se sentó, tratando de calmarse, mientras Sofía jugaba con sus juguetes. Pensaba en lo que había visto y escuchado, tratando de equilibrar sus emociones con la razón.Minutos después, Máximo las encontró allí. Se acercó lentamente y se sentó al lado de Alma.—¿Podemos hablar? —preguntó en voz baja.Alma lo miró, su expresión aún herida pero abierta al diálogo. Asintió, dispuesta a escuchar.—Lo siento, Alma. Sé que te lastimé y eso es lo último que quería hacer. Necesito que sepas que tú y Sofía son lo más importante en mi vida. No dejaré que nada ni nadie nos separe —dijo, tomando suavemente su mano.Alma suspiró, sus ojos encontrando los de él.—Solo quiero ser parte de esta familia sin sentirme como una extraña. Quiero sentir que pertenezco —dijo, con la voz suave pero firme.—Lo harás, Alma. Te lo prometo. Trabajaremos en esto juntos —respondió Máximo, apretando su mano con calidez.Mientras Sofía jugaba ajena a la tensión, Alma y Máximo compartieron un momento de comprensión y reconciliación. Sabían que no sería fácil, pero ambos estaban dispuestos a luchar por su familia y su futuro juntos.