"Fueron muchos años de maltratos y humillaciones, pero ya no más, hoy, voy a ser todo lo que yo quiera ser".
Viviana es una chica abandonada por su madre, y en quien su padre descarga todas sus frustraciones. Pero un ángel dará luz a su vida y le ayudará a cruzar las más densas tinieblas.
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Gratitud
Después de revisar a algunos pacientes que tenía allí en recuperación, decidí volver a la habitación de los chicos. Al entrar, vi que la chica estaba despierta, me sonrió tímidamente cuando me vio.
— Buenos días, ¿cómo estuvo tu noche?
— Bastante bien doctor, gracias a ud por todo.
— Me alegra escuchar eso, ¿cómo está tu hermano?
— Está mucho mejor, ya se despertó y me pidió desayuno.
— Eso es una gran señal, significa que está mejorando. ¿Quieres que te consiga algo de desayunar también?
— No es necesario, puedo esperar.
— Insisto, pero está bien, si necesitas algo no dudes en decírmelo. Voy a revisar a tu hermano ahora, ¿quieres acompañarme?
Ella asintió y me siguió a la cama del chico. Después de examinarlo, confirmé que efectivamente estaba mejorando y podría ser dado de alta en un par de días.
— Tu hermano está respondiendo bien al tratamiento, parece que estará fuera de peligro pronto.
Ella suspiró aliviada y me abrazó repentinamente, me sorprendí un poco, pero luego la abracé de vuelta.
— Gracias doctor, de verdad no sé qué hubiéramos hecho sin su ayuda.
— No hay de qué, es mi trabajo y mi deber ayudar a aquellos que lo necesitan. Estoy aquí para ustedes.
Después de ese emotivo momento, me di cuenta de que tenía que hablar con mi abuelo y explicarle lo que había sucedido. Seguramente estaría preocupado, pero sabía que entendería mi motivo para ayudar a desconocidos. Me aseguré de dejar instrucciones claras para el cuidado del chico y su hermana, y me dispuse a ir a la mansión para hablar con mi abuelo.
Al llegar me dirigí a su despacho, él me recibió con una expresión muy seria, pero cuando le expliqué la situación, su rostro se suavizó.
— Adrián, entiendo porque hiciste todo eso por esos chicos. Sé que tienes un corazón bondadoso y una pasión por la medicina. Este viejo siempre se preocupará por ti, confío en que sabes lo que haces y que siempre estarás ahí para ayudar a los que lo necesiten.
Me sentí aliviado al escuchar esas palabras de mi abuelo, sabía que siempre había sido comprensivo y que apoyaba mis decisiones. Con eso en mente y aclarada la situación, me dirigí a casa, le di vuelta a mi hermana, me bañé y cambie de ropa, después regresé al hospital para ver a los chicos y así asegurarme de que estuvieran bien atendidos antes de regresar a mi consultorio.
El resto del día fue ocupado con consultas y cirugías, pero no pude sacar de mi mente a la chica y su hermano. Había algo en ellos que me había llegado al corazón, y sabía que seguiría preocupándome por su bienestar incluso después de dejar el hospital.
Al final del día, me despedí de ellos con el compromiso de mantenerme en contacto y asegurándoles que estaría allí si alguna vez necesitaban ayuda. Con esa promesa en mente, regresé a casa, sabiendo que había hecho lo correcto al ayudar a aquellos que lo necesitaban. La medicina era mi vocación y mi pasión, y seguiría luchando por la salud y el bienestar de mis pacientes, sin importar las circunstancias.
— Teo, hazme un favor, necesito que me averigües todo lo que puedas sobre un par de jóvenes.
— Lo que ud ordene señor, ¿Tiene los datos?
— Toma, esto es la información que entregaron en el hospital, quiero saberlo todo.
— Claro que sí señor, ya mismo.
La situación de aquellos hermanos me había tocado tanto, que aquí estaba tratando de saber por qué estaban tan solos y vulnerables.
— ¿Aún trabajando? — Mi hermana llegó de repente.
— No, ya terminé, iba para la casa en este momento.
— Estás muy pensativo hermanito, ¿Qué sucede?
Mi hermana pilar, era quien mejor me conocía, así que con ella podía desahogarme, le conté todo sobre los chicos. Y luego note que me miraba un poco raro.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así?
— Adrián Sabat Bouvier, yo no lo puedo creer.
— ¿Qué pasa? ¿Qué hice?
— ¿Te gusto una adolescente de quince años?
— ¿Qué? ¿De qué estás hablando?
— Te he analizado en toda tu narración, y vi como tus ojos brillaron y esa sonrisa tonta al decirme que te abrazo.
— Estás loca, deja de inventar. Esa niña es linda, pero es una niña.
— Aja, eso es lo que yo te digo.
Con mi hermana definitivamente no se podía. Así que la convencí de que fuéramos a comer, hice todo para evadir el tema, pues me asustó lo que dijo. La verdad es que nunca me ha interesado ninguna mujer, nunca he estado enamorado y no sé cómo se siente, de manera que no podría identificar tal cosa.
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¿Dónde estoy? ¿Qué me pasó?
Vicente acababa de despertar y me emocioné muchísimo.
— Chente, aquí estoy. Estamos en un hospital, te enfermaste muchísimo ¿No te acuerdas?
Él me miró fijamente, como tratando de recordar quien soy, pero yo estaba asombrada por sus ojos, estaban muy azules, como si se le hubieran puesto transparentes por la enfermedad, ¿Eso sería normal?
— ¿En el hospital? Pero...
Aja, ya estaba recordando.
— Ya se que no tenemos dinero y que somos menores de edad, pero tu hermana que tanto te ama no te dejaría morir, así que me las arreglé y un doctor muy bueno nos trajo aquí.
Mi hermano aún no estaba recuperado, pues si no refutó, es que aún se sentía mal.
— ¿Quieres algo?
— Agua, tengo hambre.
Me apresuré a darle agua, y ya iba a salir de la habitación para buscarle desayuno, cuando de frente se me aparece el doctor. No sé si era yo que estaba mirando raro, pero apenas me fijaba ahora en el doctor, la verdad no era un señor, se veía muy joven, la verdad es que era muy extraño que tan jovencito ya fuera así de profesional, y sobre todo, era lindo, me recordó a Jack, el protagonista del Titanic. Maria por ser Rouse, con la diferencia que en esa tabla me subo con él.
Sacudí de mi mente esos pensamientos para poder responder su saludo, era tan amable y agradable que me sentí boba. Tanto que con toda el hambre que tenía, rechace su oferta de desayuno, lo lamente tan pronto me negué. Lo observé revisando a mi hermano, quien estaba como adormilado, no se dio cuenta de nada afortunadamente, pues me hubiese regañado.
Lo abrace porque estaba muy agradecida, sin su ayuda mi hermano no se sabe si la libraba, y también lo abrace porque me nació, y sentir que me abrazo también casi hace que me desmaye de los nervios.
Pero todo eso se fue al caño, cuando en la noche vino y se despidió, dijo que dejaba a unas personas a cargo de nosotros mientras estuviéramos allí, que no le debíamos nada y que si necesitábamos algo, no dudáramos en buscar su ayuda. Sentí tristeza, ¿Para qué otra cosa lo buscaríamos? Además, conociendo a Vicente, es probable que jamás yo le pueda volver a hablar al doctor.
— ¿Si sabes que todo lo que hiciste fue muy peligroso? Sé que estabas preocupada por mí, y de verdad estoy muy agradecido contigo por lo que hiciste, pero no puedo dejar de preocuparme por ti y tu seguridad.
Aja, ya estaba bien, sabía que mi reprimenda vendría cuando él se recuperará. Así que lo abracé.
— Estoy muy feliz de que estés bien, no sabría que hacer si te me hubieses muerto.
— ¿Quién se iba a morir?
Ambos reímos divertidos, cuando de repente la puerta se abrió.
Me encantan los temas de resiliencia... Son aleccionadoras y enseñan a no rendirse y sobreponerse a los problemas.
Gracias escritora
Excelente trabajo... continúe regalandonos su intelecto