La Única Novia Del Dragón

¡Mamá! ¡Mamá! - el pequeño jaló de su falda para llamar su atención y mostrarle un dibujo.

- Rowan, no... - Anya se detuvo al mirar el rostro emocionado del niño y, una vez más, se acobardó -... ¿no crees que le falta un poco de amarillo aquí?

Señaló un punto al azar de la hoja y Rowan asintió como si tuviera toda la razón.

Desde esa primera vez hace un par de semanas que la llamó "Mamá" no paraba de llamarla así. Considerando lo asustado que Rowan se veía ese día, Anya no tuvo el corazón para corregirlo. Ahora, cada vez que lo escuchaba se estremecía y sonreía rígidamente. Sentía que estaba tomando un lugar que no le pertenecía, aunque sabía por la historia que la mamá del niño había fallecido hace mucho, no se sentía correcto dejar que él la viera como tal.

Aun así, cada vez que intentaba mencionarlo terminaba acobardándose.

- Mira lo que encontré afuera en el huerto - Anya sacó la pequeña cebra de juguete de su bolsillo. Es una figurilla de madera pintada, parte de un set de animales de juguete que compró en el mercado cuando Rowan recién llegó a ella.

- ¡Setti! - el niño salta de su lugar para tomarla entre sus manos. Por alguna razón que ella desconocía, la cebra es su favorita. Después de contarle sobre todos los animales exóticos de los que él no sabía, incluyendo las cebras, la nombró "Setti" porque encontró divertida la recién descubierta palabra "Serengueti", excepto que no la podía pronunciar bien.

- Trata de no sumergirla en lodo o pasará a ser solo un caballo marrón - advirtió la chica y el niño hizo una expresión divertida. Que su cebra se convirtiera en caballo sería su propia versión del príncipe en sapo.

Anya echó a reír, pero entonces alguien golpeó a la puerta, tan repentina y fuertemente que Rowan y ella se congelaron al instante.

- ¡Ve! - le ordenó en un susurro, no tuvo que decir más, ya le había enseñado lo que tenía que hacer y él la obedeció a la perfección. Rowan corrió a esconderse debajo de la cama con Setti aún entre sus manos, le había instruido que no debía hacer ningún ruido y que debía cerrar los ojos y cubrirse los oídos hasta que ella lo buscara.

Anya abrió la puerta y su corazón cayó al suelo. Tres hombres de aspecto peligroso la observaban desde el otro lado de una manera que le daba escalofríos.

- ¿Puedo ayudarles? - se obligó a suprimir su miedo y mantener su voz estable.

- Buscamos a un niño pequeño, tiene el cabello plateado - respondió uno de ellos.

- No he visto a ningún niño así, buen día - intentó cerrar la puerta inmediatamente, pero una mano la empujó de vuelta.

- Entraremos a revisar - no era una pregunta y no esperaban una respuesta, avanzaron y entraron, obligando a Anya a retroceder sin poder hacer nada más.

El último hombre en entrar se veía diferente, no parecía un mercenario y no dijo ni una palabra. Por la forma en que caminaba, la ropa que usaba y la manera en que observaba todo, a Anya le pareció que el término "cazador" le quedaba mejor.

Y fue justamente el cazador quien repentinamente se agachó y miró debajo de la cama.

- ¡Hola, pequeño! - tiró del brazo de Rowan y se escuchó el grito del niño al ser sacado de su escondite.

- ¡No! - Anya gritó y se abalanzó hacia delante sin pensarlo dos veces, sin embargo, los otros dos hombres la retuvieron de los brazos. - ¡No! ¡Suéltalo!

- ¡Mamá! - el grito de Rowan pidiendo su ayuda mientras el hombre lo arrastraba fuera de la casa rompió su corazón y encendió algo en ella que nunca había sentido antes. Él la necesitaba.

Anya dejó de luchar sin sentido y puso todo su esfuerzo en dar un fuerte tirón con su brazo izquierdo, logrando liberarse del agarre. Se estiró para agarrar lo primero que pudo de la cocina, tomó una sartén y golpeó la cabeza de uno, luego se giró y arremetió contra el otro hasta que la soltó. No perdió un segundo y corrió afuera, sorprendió al cazador, golpeándolo en la nuca. El cazador trastabilló y la chica aprovechó el momento para recuperar al pequeño.

Corrió con Rowan en sus brazos, sabía que estaban condenados si no conseguía ayuda ahora mismo.

- ¡Rowan, tienes que hacer tu Llamado! - le dijo al niño, sin tener otra idea para salvarse.

Después de que Rowan la nombró su madre y le confió su nombre, Anya no vio más razón para seguir fingiendo que no sabía quién y qué era. Desde entonces había estado intentando que Rowan hiciera su Llamado de Dragón, algo que recordó de su historia. El Llamado de un dragón era único y era usado para llamar a la guerra o pedir ayuda en momentos de necesidad, cualquier otro dragón lo escucharía a cientos de kilómetros de distancia. Esa era la razón por la cual Anya había tratado de motivarlo a encontrar su llamado, pero no había tenido éxito.

En su historia solo mencionó el Llamado una vez, cuando Rowan murió.

Fue un momento muy triste, de hecho Anya lloró cuando lo escribió. En la historia original Rowan nunca había aprendido a hacer su llamado, ya que nunca tuvo a nadie a quien llamar por ayuda. Su padre murió antes de que pudiera aprender a usarlo y después de eso ya no quedaba nadie para escucharlo o responder a él.

Rowan estaba solo.

Pero en sus últimos momentos, mientras estaba muriendo y a penas era capaz de aferrarse a la vida, él llamó. En su desesperación llamó a alguien, quien fuera, para que viniera a ayudarlo, para que lo salvara. Sin embargo, no hubo respuesta.

Rowan estaba solo.

Y así fue como el último dragón murió. Fue un final cruel, Anya siempre lo pensó, pero ese había sido el final que vio en sus sueños y no estaba en ella cambiarlo.

Pero ahora tal vez sí. Ahora quería cambiarlo, tenía que hacerlo.

- ¡Tienes que llamar ahora, niño! - lo instó tan amablemente como pudo dada la situación - ¡Ah!

Sintió algo tirar del cuello de su vestido, cayó de espaldas y golpeó el suelo. De un momento a otro, Rowan fue arrancado de sus brazos.

- ¡Mamá! - gritó el pequeño, el cazador los había alcanzado y tomó al niño de nuevo. Anya se puso en pie para perseguirlo, pero una mano se cerró sobre su cabello y la estrelló de nuevo contra el suelo. Uno de los otros mercenarios también los había alcanzado y comenzó a arrastrar a la chica de vuelta a la casa tirando de su cabello. Anya no pudo contener el grito de dolor. La mano del hombre cruzó velozmente su rostro de un lado a otro y ella golpeó contra la tierra con sus oídos zumbando por la cachetada. Su boca le supo a sangre. - ¡Mamá!

Esta vez el grito de Rowan se escuchaba más lejos, pero incluso más desesperado. Y entonces el zumbido empeoró, ensordeciéndola y lastimando sus tímpanos hasta el punto en que tuvo que cubrirse los oídos con ambas manos. Abrió los ojos y vio al mercenario a su lado haciendo exactamente lo mismo, incluso el cazador soltó al niño y se tambaleó hacia atrás con sus manos pegadas a cada lado de su cabeza.

Anya se dio cuenta de que no era el zumbido el que causaba el dolor, era Rowan. Estaba en el suelo, sentado y gritando de una forma que le recordaba a un niño haciendo berrinche, excepto que este era el tipo de grito que podía ser escuchado a cientos de kilómetros.

Rowan había encontrado su Llamado.