Mauricio Silva, un exitoso empresario de 38 años, se encontraba en una posición inesperada. Conocido en la alta sociedad por su inteligencia, carisma y atractivo, Mauricio había disfrutado de la vida de soltero por muchos años. Las cenas de gala, los eventos benéficos y las reuniones de negocios eran su hábitat natural. Sin embargo, su vida dio un giro radical cuando se convirtió en el tutor legal de Samanta Santos, la hija de su mejor amigo fallecido.Samanta, de 20 años, era todo un desafío. Conocida entre sus amigos y conocidos como el "demonio", no por maldad, sino por su espíritu indomable y travieso.
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Capítulo 2 : El Conflicto con Tania
Desde que Samanta se había mudado a la mansión de Mauricio, su vida había tomado un giro completamente inesperado. No solo había perdido a sus padres, sino que ahora tenía que adaptarse a vivir bajo el mismo techo que Mauricio, un hombre que, aunque bondadoso, no conocía demasiado bien. Para complicar más las cosas, Mauricio tenía una novia, Tania, una mujer hermosa y elegante que claramente no estaba contenta con la nueva situación.
Tania había estado saliendo con Mauricio durante casi un año, y aunque inicialmente había sido encantadora con Samanta, su actitud cambió rápidamente cuando se dio cuenta de que la joven ahora viviría con ellos. Para Tania, la presencia de Samanta era una intrusión en su vida perfecta con Mauricio. No le gustaba la idea de compartir su espacio con una joven que no era más que una carga.
Los primeros días después de la mudanza de Samanta fueron difíciles. Tania trataba de mantener las apariencias frente a Mauricio, pero en cuanto él no estaba presente, su verdadera naturaleza salía a la luz. Samanta notó rápidamente el cambio en el comportamiento de Tania, y aunque al principio intentó ignorarlo, pronto se dio cuenta de que tendría que defenderse.
Una tarde, Mauricio salió a una reunión de negocios, dejando a Tania y Samanta solas en la casa. Tania aprovechó la oportunidad para dejar claro lo que realmente pensaba. Se acercó a Samanta mientras ella estaba en el salón, leyendo un libro.
—Samanta, ¿podemos hablar? —dijo Tania con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.
Samanta levantó la vista del libro, notando la tensión en la voz de Tania.
—Claro, Tania. ¿Qué pasa? —respondió Samanta, intentando parecer tranquila.
Tania se sentó en el sillón frente a ella y la miró fijamente.
—Mira, Samanta, sé que esta situación es difícil para ti, pero también lo es para mí. Mauricio y yo teníamos una vida tranquila antes de que tú llegaras, y ahora todo ha cambiado. No me malinterpretes, quiero ayudarte, pero creo que sería mejor para todos si encontraras otro lugar para vivir.
Samanta sintió un nudo en el estómago. Sabía que Tania no la quería allí, pero escucharla decirlo tan abiertamente fue un golpe duro.
—No creo que eso sea lo que Mauricio quiere —respondió Samanta con firmeza—. Él fue el que me pidió que me quedara aquí. Además, esta es también mi casa ahora.
Tania frunció el ceño, claramente irritada por la respuesta de Samanta.
—No te equivoques, Samanta. Esta es la casa de Mauricio, y tú solo estás aquí porque él se siente obligado. No te hagas ilusiones —dijo con desdén.
Samanta sintió la ira burbujear dentro de ella, pero decidió no dejarse llevar por la provocación.
—Gracias por tu opinión, Tania, pero creo que esto es algo que solo Mauricio y yo podemos decidir —dijo, volviendo su atención al libro.
Tania se levantó de golpe, visiblemente molesta, y salió de la habitación. Samanta la observó irse, sintiéndose agotada por la confrontación. Sin embargo, sabía que no podía dejar que Tania la intimidara. Si ella quería guerra, Samanta estaba más que dispuesta a defender su lugar en la mansión.
Los días siguientes estuvieron llenos de pequeñas provocaciones por parte de Tania. Se aseguraba de hacer comentarios despectivos sobre Samanta cuando Mauricio no estaba cerca y le hacía sentir como una intrusa en su propio hogar. Pero Samanta no se dejaba amedrentar. Si Tania quería jugar sucio, ella estaba dispuesta a responder con su propio estilo.
Una noche, Samanta decidió tomar cartas en el asunto. Sabía que Tania tenía un miedo irracional a los insectos, así que con una sonrisa traviesa, recogió unos cuantos bichos del jardín y los soltó en la habitación de Tania. La reacción de Tania al encontrar su cama llena de pequeños intrusos fue inmediata y ruidosa.
—¡Mauricio! ¡Mauricio! ¡Hay bichos en mi cama! —gritó Tania, corriendo hacia la habitación de Mauricio.
Mauricio salió corriendo de su oficina, alarmado por los gritos.
—¿Qué pasa, Tania? —preguntó, claramente preocupado.
—¡Hay bichos en mi cama! ¡Esto es inaceptable! —dijo Tania, temblando de miedo.
Mauricio fue a la habitación y vio los insectos esparcidos por la cama. Inmediatamente miró a Samanta, que estaba parada en la puerta con una expresión inocente.
—Samanta, ¿sabes algo sobre esto? —preguntó Mauricio con un tono serio.
—No, Mauricio. No tengo idea de cómo llegaron allí —respondió Samanta, conteniendo una sonrisa.
Tania la miró con furia, pero no dijo nada. Sabía que no tenía pruebas para culparla directamente, y acusarla sin razón solo la haría parecer paranoica. Mauricio, por su parte, simplemente suspiró y se ofreció a ayudar a Tania a limpiar la habitación.
Samanta se retiró a su habitación, satisfecha con su pequeña venganza. Sabía que esto no terminaría con Tania, pero estaba lista para cualquier cosa que viniera. Si Tania quería una guerra de nervios, ella estaba más que preparada para enfrentarse.
A lo largo de las siguientes semanas, las tensiones entre Samanta y Tania continuaron. Cada vez que Mauricio no estaba cerca, Tania encontraba nuevas formas de molestar a Samanta, y Samanta respondía con su propia dosis de travesuras. Sin embargo, siempre se aseguraba de no cruzar la línea demasiado, manteniendo sus bromas en el límite de lo aceptable.
Una tarde, mientras Mauricio estaba en una reunión de negocios, Tania decidió que era hora de dar un paso más. Se acercó a Samanta mientras ella estaba en el jardín, disfrutando de un momento de tranquilidad.
—Samanta, necesito hablar contigo —dijo Tania con un tono serio.
Samanta levantó la vista, notando la determinación en los ojos de Tania.
—¿Qué quieres ahora, Tania? —preguntó, tratando de mantener la calma.
—Quiero que te vayas de esta casa —dijo Tania, sin rodeos—. No perteneces aquí y todos estaríamos mejor sin ti.
Samanta sintió que la ira se apoderaba de ella. Estaba cansada de los juegos de Tania y decidió que era hora de ponerle fin.
—Escucha, Tania —dijo con firmeza—, esta es también mi casa, y no pienso irme a ningún lado. Si tienes algún problema con eso, deberías hablar con Mauricio, no conmigo.
Tania la miró con furia, pero antes de que pudiera responder, la puerta del jardín se abrió y Mauricio apareció.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, mirando a ambas mujeres.
Tania se giró hacia él, tratando de mantener la compostura.
—Nada, Mauricio. Solo estaba hablando con Samanta sobre algunas cosas —dijo, tratando de sonar inocente.
Mauricio frunció el ceño, claramente desconfiado.
—Tania, necesito hablar contigo en privado —dijo, señalando hacia la casa.
Tania lo siguió, lanzando una última mirada de odio a Samanta antes de desaparecer dentro de la casa. Mauricio cerró la puerta del jardín y se volvió hacia Samanta.
—¿Estás bien? —preguntó con preocupación.
Samanta asintió, tratando de ocultar sus emociones.
—Sí, estoy bien. Solo... cansada de todo esto —dijo, dejando escapar un suspiro.
Mauricio la miró con tristeza, sintiendo el peso de la situación.
—Lo siento, Samanta. No quería que esto fuera tan difícil para ti —dijo con sinceridad—. Hablaré con Tania y aclararé las cosas.
Samanta le sonrió débilmente, agradecida por su apoyo.
—Gracias, Mauricio. Eso significaría mucho para mí —respondió.
Mauricio le dio un pequeño apretón en el hombro antes de regresar a la casa. Samanta se quedó en el jardín, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Sabía que las cosas con Tania no se resolverían fácilmente, pero al menos tenía a Mauricio de su lado.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Samanta no pudo evitar sentir un poco de esperanza. Tal vez, con el tiempo, las cosas mejorarían. Pero hasta entonces, estaba lista para enfrentar cualquier desafío que viniera, con la misma determinación y espíritu travieso que siempre la habían caracterizado.