Chico Gay Contra Una Sociedad Retrograda

El regreso de Matías al grupo de séptimo 1 fue una sorpresa para todos. Después de meses de lucha en el grupo de séptimo 3, la administración de la escuela finalmente aprobó su solicitud de transferencia, y Matías esperaba que las cosas pudieran ser diferentes esta vez. Sin embargo, sus primeros días de vuelta estuvieron llenos de ansiedad y expectativas mezcladas.

Matías había cambiado; era más fuerte, más seguro de sí mismo, pero el miedo al rechazo persistía. Los viejos amigos lo recibieron con sonrisas y saludos tímidos, mientras que otros observaban con curiosidad. Sin embargo, lo que más llamó su atención fueron dos nuevas estudiantes: Valeria y Sofía, quienes se habían transferido recientemente al grupo.

Valeria era extrovertida y amigable, con una sonrisa que rápidamente la hizo popular entre sus compañeros. Por otro lado, Sofía era más reservada, pero igualmente carismática, atrayendo a los demás con su inteligencia y su sentido del humor. Ambas parecían interesadas en Matías desde el primer día.

Valeria se acercó a Matías en uno de los recreos. "Hola, Matías, ¿verdad? He escuchado mucho sobre ti", dijo con una sonrisa. Al principio, Matías se sintió halagado por la atención. Valeria le pidió ayuda con algunas tareas de matemáticas, y él, ansioso por hacer nuevos amigos y mantener la paz, accedió de buen grado.

Sin embargo, pronto se hizo evidente que Valeria tenía otras intenciones. Con el tiempo, empezó a pedirle a Matías que hiciera más y más de sus tareas, utilizando halagos y promesas vacías para manipularlo. "Eres tan bueno en esto, Matías. ¿Podrías hacerlo por mí? Eres el mejor", decía con frecuencia.

Matías, deseoso de ser aceptado y no causar conflictos, continuó ayudándola, aunque empezaba a sentirse incómodo. Poco a poco, la carga de trabajo se hizo insostenible, y Matías se dio cuenta de que Valeria no era realmente su amiga. Además, comenzó a notar que Valeria se burlaba de él a sus espaldas, haciendo comentarios despectivos sobre su peso y su orientación sexual.

Valeria pronto encontró una aliada en Camila, la hija de la profesora de sociales. Camila era conocida por su habilidad para ganarse a las personas con su encanto y su inteligencia. Juntas, Valeria y Camila formaron un dúo poderoso y popular en la clase. Sin embargo, su amistad estaba basada en la manipulación y el desprecio hacia otros.

Una tarde, Matías escuchó a Valeria y Camila hablando en el pasillo. "¿Puedes creerlo? ¡Matías hizo toda mi tarea otra vez! Es tan tonto. Y además, míralo, ¿quién se cree que es? Un gordo amanerado", se rió Valeria, y Camila añadió: "Sí, es patético. Mi madre dice que algunos niños simplemente no tienen remedio".

El corazón de Matías se rompió. Se había esforzado tanto por ser aceptado, solo para descubrir que había sido utilizado y ridiculizado. La tristeza y la rabia se mezclaron en su interior, pero decidió que no permitiría que Valeria lo siguiera utilizando.

El siguiente día, cuando Valeria se acercó con otra petición, Matías la miró a los ojos y, con voz firme, dijo: "No. No voy a hacer más tus tareas". Valeria, sorprendida, intentó persuadirlo, pero Matías se mantuvo firme. "Si quieres buenas calificaciones, tendrás que trabajar por ellas".

La reacción de Valeria fue inmediata y agresiva. "¿Quién te crees que eres para hablarme así?", gritó. "Eres un gordo inútil. Nadie te quiere aquí. Eres patético".

Matías sintió una oleada de dolor y vergüenza, pero no se dejó amedrentar. "Prefiero ser patético que un aprovechado. Al menos yo sé lo que es trabajar duro y ser honesto". Con esas palabras, se alejó, dejando a Valeria furiosa y sorprendida.

Sofía, que había estado observando desde la distancia, se acercó a Matías. "Lo siento mucho por lo que dijo Valeria", dijo suavemente. "Ella puede ser muy cruel. Pero admiro tu valentía".

Matías se sintió reconfortado por el apoyo inesperado. Sofía y él comenzaron a pasar más tiempo juntos, y Matías descubrió que ella era una amiga leal y sincera. Compartían intereses y risas, y Sofía nunca lo juzgaba ni lo utilizaba.

Con el tiempo, la relación de Matías y Sofía se fortaleció. Ella lo animó a ser él mismo, a no cambiar por nadie, y a confiar en su valor personal. Matías, a su vez, ayudó a Sofía en sus estudios, pero esta vez fue un apoyo mutuo, sin explotación ni manipulaciones.

Mientras tanto, Valeria y Camila continuaron con su actitud tóxica, pero poco a poco, sus compañeros comenzaron a distanciarse de ellas. Sin el apoyo de Matías, las calificaciones de Valeria bajaron, y los amigos de Camila se cansaron de su comportamiento manipulador. Matías aprendió que no necesitaba la aprobación de todos, solo de aquellos que lo valoraban por quien realmente era.

A pesar de haber enfrentado a Valeria y Camila, Matías no estaba exento de las crueles bromas de algunos de sus compañeros. Una de estas bromas provino de Andrea de Oro, una compañera que siempre parecía estar en el centro de los chismes y las travesuras de la clase.

Un día, Matías encontró una carta en su escritorio. Estaba escrita con una letra bonita y delicada, y comenzaba con: "Querido Matías, llevo mucho tiempo admirándote en silencio...". La carta continuaba con palabras amables y elogios, afirmando que la admiradora secreta veía en Matías una persona valiente y especial.

Matías, sorprendido y emocionado, decidió seguir las pistas de la carta. Empezó a dejar pequeños obsequios como flores, chocolates y dulces en el lugar señalado por la admiradora, esperando algún día conocerla en persona. Cada vez que dejaba un regalo, sentía una mezcla de nerviosismo y esperanza.

Andrea y sus amigas, que habían estado observando todo desde la distancia, se reían disimuladamente cada vez que Matías dejaba un regalo. La carta, en realidad, había sido una broma cruel planeada por ellas para aprovecharse de la buena voluntad de Matías y conseguir golosinas gratis.

Finalmente, un día, Matías decidió dejar una carta a su "admiradora secreta" proponiendo un encuentro para conocerse. Sin embargo, en lugar de recibir una respuesta, se encontró con risas y burlas. Valeria y Camila se acercaron a él, con una sonrisa maliciosa en el rostro.

"Matías, ¿de verdad pensaste que alguien te admiraba en secreto?", se burló Valeria. "Eres tan ingenuo. Todo fue una broma. Andrea escribió la carta solo para ver cuánto podías caer en una trampa tan tonta".

El mundo de Matías se desmoronó en ese momento. La vergüenza y el dolor lo inundaron mientras las risas de sus compañeros resonaban a su alrededor. Se sintió humillado y traicionado, no solo por Andrea, sino también por todos los que habían sido cómplices de la broma.

Sofía, que al principio había sido amable con Matías, pronto se convirtió en una de sus peores pesadillas. Se hizo mejor amiga de Camila, y juntas comenzaron a burlarse de él. Las dos chicas encontraron diversión en ridiculizar a Matías por su peso y su orientación sexual, haciendo comentarios hirientes en cada oportunidad que tenían.

Aunque el daño estaba hecho, Matías no pudo evitar caer en una profunda depresión. La soledad y el dolor lo envolvieron, y cada día se sentía más aislado. No lograba hacer amigos entre sus compañeros y se sentía cada vez más apartado del resto. Su único deseo era recibir el cariño y la aceptación que tanto anhelaba, algo que tampoco encontraba en su casa.

En casa, las cosas no eran mejores. Su padre, siempre crítico y severo, no perdía la oportunidad de insultarlo. "Eres un inútil, Matías. ¿Por qué no puedes ser como los demás chicos?", le decía constantemente, aumentando el peso emocional que ya cargaba. Cada comentario hiriente de su padre se sumaba a las burlas de sus compañeros, creando una espiral de dolor de la que Matías no veía salida.

Las bromas y las burlas continuaron por un tiempo, y Matías se hundía más en su tristeza. Su rendimiento escolar empezó a decaer, y su ánimo se desmoronaba cada vez más. Sin un lugar seguro ni en la escuela ni en su hogar, Matías se sentía atrapado en un ciclo de sufrimiento y desesperación.

A pesar de todo, Matías mantenía una pequeña esperanza de que algún día las cosas cambiarían. Soñaba con encontrar un lugar donde fuera aceptado y querido por quien realmente era, pero mientras tanto, luchaba por encontrar fuerzas para enfrentar cada nuevo día.