En está historia veremos a una joven, dispuesta hacer lo que sea para salvar la vida de su mamá, pero, ¿Qué pasará con ella, si en el proceso se enamora? Los invito a leer.
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Cap. 22
Sorimar nunca había sentido esa sensación, era como si él con su tacto la llevara al cielo. Le gustaría decir que no quería, eso sería mentir, deseaba pasar al siguiente nivel, aunque después se arrepintiera.
Un meticuloso Eykel la llevó a la cama, besando su cuello, y acariciando su piel. La chica sentía una explosión de deseo recorrer todo su ser.
Mientras que para Eykel besar esa boca no tenía clemencia, podría pasar horas acariciando su delicada piel. Estaba excitada, él lo podía sentir y eso le provoca más estar en su interior. Con sus manos iba acariciando su cuerpo, sus pechos perfectos víctimas de la gravedad, su vientre plano, hasta llegar a su entrepierna totalmente húmeda, empezó a jugar con mis dedos.
A la muy excitada Joven, se le escapa un dulce gemido, eso hizo estallar de deseo al joven. Hurgando en su feminidad, pudo percatar que aún era virgen, sintió su himen. —¡Joder!, si es virgen tenía mis dudas— Pensó Eykel.
La besó desesperadamente, sentía que si no estoy dentro de ella iba a explotar. Algo en su mente lo gritó que se detenga… Se detuvo, no puedo continuar. Se levantó y se dirigió al baño, una ducha de agua fría era lo que necesitaba, oh eso creyó él.
Al cabo de unos minutos ella seguía tendida en la cama, hasta que él salió, con su voz ronca y su rostro serio.
— Vístete.— le pidió.
— ¿Qué pasa? ¿Por qué te detiene? ¿Tan excitada estás que quieres que sigas?
— No hagas esto más difícil, si lo hacemos no tenemos que volver a pasar por esto.— sugirió Sorimar.
— Exactamente, eso es lo que vamos a hacer, después lo volvemos a intentar.
— ¿Por qué con las demás si y conmigo no?
— Contigo es diferente.
— Diferente… ¿Por qué?
— No tengo que darte explicaciones.
— Me estás tratando como una cualquiera, pagaste por mi virginidad, no para tocarme cada vez que quiera. Esto es humillante, decides que vas a hacer porque no pienso permitir que esto siga pasando, soy una mujer comprometida y aunque tú no lo creas, tengo dignidad.
— Dignidad, una mujer que tiene dignidad no se vende. Si te importará tu novio no estaría aquí conmigo.
— Eres un maldito hijo de puta, estoy aquí prácticamente obligada.
— Soy lo que tú quieras, pero no olvides que tenemos un contrato pendiente, ahora vámonos.
Sorimar se puso su ropa y salió deprisa del hotel, él la detuvo.
— Oye, ¿a dónde vas con tanta prisa?— la sujetó.
— Suéltame Eykel, me voy a mi casa.
— ¡Lo olvidaba! vas a cenar con él, te llevo a tu casa, sube al auto.
— ¡No gracias!
— Sorimar, tú no me conoces, trata de no acabar con la poca paciencia que tengo.
Después de una discusión muy acalorada, terminó subiendo al auto. El joven debía comprar unos medicamentos y vio la oportunidad perfecta para hacerlo. Se paró en una farmacia, luego de comprar, continuaron su trayecto.
— Está no es la dirección de mi casa… ¿A dónde me llevas?
— Vamos a mi casa, a llevarles estos medicamentos a mi mamá, luego te llevo a tu casa.— explicó el joven.
¡Qué irónica es la vida!, su mamá también estaba enferma.
Llegaron a la casa de él, una casa hermosa, ahí se respiraba aire fresco, se sentía una energía muy agradable.
— Acompáñame a la habitación de mi mamá.— pidió Eykel.
— Prefiero esperar aquí.— dijo la señorita.
Estaba parada en la entrada de la casa observando el hermoso lugar.
— Vamos, mi mamá no es como yo.— aclaró.
Ella hizo un gesto con la boca y acepto subir con él.
— ¿Mamá, cómo estás?, aquí están tus medicamentos, mira, ella es Sorimar.
La señora Maribel la miró detalladamente. —Estoy mejor hijo, muchas gracias. Mi nombre es Maribel, Sorimar, eres más hermosa en persona, ¡bueno!, también Eykel me dijo que eres muy hermosa. Ven déjame saludarte de cerca.— se dieron un beso en la mejilla.
— Muchas gracias, señora Maribel.
A Sorimar le causó mucha impresión escuchar que Eykel la considera hermosa. Entró el señor Rodrigo, cada vez que ella lo veía sentía mucha vergüenza.
— Hijo, saliste de la agencia sin decir nada, Sorimar qué sorpresa tú aquí.
— No es el único, señor.— dijo la señorita.
— Podemos hablar un momento, Eykel.— pidió el señor.