Traicionada

La reina Huimang está afuera de la celda donde se encuentra el príncipe Bupae, con un cuchillo en la mano, que lo mueve como haciendo equilibrio entre las manos. El príncipe Bupae está bastante demacrado, fueron dos días encerrados sin nada de alimentos y en completa soledad.

- "Debiste pensar mejor las cosas, antes de empezar esta barbarie, jamás has sido muy inteligente, que la gente te obedeciera porque eras el hijo del rey no te hacía un líder", expresó Huimang mientras hacía el ademán de lanzar el cuchillo.

La expresión del miedo en el rostro de Bupae daba cierto grado de satisfacción a Huimang, pero cuando ella amenazó alguna vez a Khwan con un cuchillo, jamás vio temor en sus fríos ojos.

Después de lo ocurrido en la fiesta de bienvenida, Huimang se despertó con una terrible sensación de angustia, las imágenes venían a su mente una tras otra y la sensación de sentirse vulnerable se apoderaba de su cuerpo; pero ahí estaba desayunando frente al hombre que la había puesto en esa situación; ella se puso de pie y seguía como quien se iba a retirar, pero mientras pasaba de largo por el asiento de Khwan retrocedió de inmediato y puso un cuchillo filoso delante del cuello del príncipe.

- "He despellejado algunos cerdos en mi vida, no podía escoger los trabajos porque no había muchas opciones para una chica pobre como yo; pero siempre me preparaba para lo que tenía que hacer. Cuando me ofreció este trato no me dio todos los detalles, 'perra' fue lo que me dijo su hermano, 'perra' como si yo hubiese querido estar ahí; no sé usar las espadas, ni las flechas, ni las lanzas, pero si me vuelve a poner en una situación como la de ayer, le juro que le voy a rebanar el cuello", expresó Huimang con furia.

- "Yo jamás pido perdón, si quieres rebanar mi cuello, hazlo, vamos presiona más fuerte", dijo Khwan pegándose más al cuello.

Huimang dudo un poco, separando el cuchillo, así Khwan la tomó de la muñeca, y la obligó a soltar el cuchillo.

- "Jamás dudes en atacar, no muestres debilidad, tú eres lo más importante y debes protegerte al precio que sea", expresó Khwan con esa mirada fría de siempre.

Huimang retrocedió, qué tipo de hombre era ese ser se preguntó, cómo terminó aceptando ese trato, que la ha llevado a estar en situaciones tan terribles; estaba como perdida en sus pensamientos, así que solo buscaba la salida del palacete, con una idea en su cabeza de buscar a sus padres e irse corriendo de esa ciudad.

Pero cuando llegó a la puerta, los oficiales no la dejaron salir.

- "Que abran esas malditas puertas les digo", gritó Huimang.

- "Lo siento, Su Alteza ha ordenado que no salga sola bajo ninguna circunstancia", expresó uno de los oficiales.

- "Que tontería, abran las puertas", volvió a gritar Huimang.

Los oficiales ya no respondieron, Huimang vio acercarse a Khwan.

- "¿Qué es esto?, ¿ahora soy tu prisionera?, no me puedes retener", dijo Huimang acercándose al príncipe.

- "Eres mi esposa, y hasta que no te calmes, no puedes abandonar este lugar, deja de hacer estupideces, y ve a tu habitación, cuando hayas analizado mejor las cosas, esas puertas se abrirán", manifestó Khwan sin ninguna expresión.

Huimang miró por todos lados, la dama principal y el mayordomo, solo podían mirar con tristeza la escena; Huimang estaba tan frustrada, que empezó a dar golpes en el pecho de Khwan, él parecía no inmutarse, y permitió el arrebato hasta que ella se agotó.

- "Ve a tu habitación", increpó una vez más a Huimang, quien sintiéndose derrotada solo le quedó ingresar a la casa. "Y si alguien se va con el chisme a Lord Chien, les juro que se van a arrepentir", continuó diciendo Khwan.

Huimang ingresó a su habitación y la cerró por dentro, volvió a poner la cómoda como tranca; miró a través de su ventana; tomando algunas sábanas, armó una cuerda que le permitiera escapar, no iba a tolerar ser la prisionera del príncipe Khwan.

Por fin Huimang había logrado salir del palacete del príncipe, y solo empezó a correr lo más rápido que pudo para alejarse del lugar; cuando estuvo en medio de la ciudad, tomó asiento en una banca, estaba muy agotada y parecía que su corazón latía extremadamente fuerte.

- "No debería caminar sin la guardia princesa", dijo la princesa Zerra sorprendiéndola.

Huimang suspiró, cómo podía tener tal suerte de encontrarse frente a frente con la esposa del príncipe Bupae, definitivamente era una mujer muy hermosa, y no comprendía cómo el hijo mayor del rey de Pallango, no podía serle fiel a alguien como ella.

- "Debería saber que estar casada con un príncipe de Pallango puede ser bastante difícil. Si discutió con el príncipe Khwan, lo peor que puede hacer es salir sin que lo sepa", dijo Zerra tomando asiento a su costado, mientras que su guardia personal la rodeaba.

- "Solo tomaba aire fresco", dijo nerviosa Huimang.

- "Nosotras nunca podremos dejarlos, ellos nos dejan; y hasta que eso suceda nosotras solo podemos fingir que todo está bien, si te enfrentas a ellos, puedes perder tantas cosas que hasta desearías estar muerta", expresó Zerra levantando ligeramente la manga de su vestido y dejando ver terribles cicatrices.

Huimang quedó mirando horrorizada, qué era lo que pretendía decirle esa mujer.

- "Las primeras esposas de mi marido, se divorciaron más rápido pues sus padres pudieron pagar su rescate, dando sus votos a favor en el concejo, soy la hija de un barón quebrado, que vive de los regalos de mi esposo; si intento escapar dejando este mundo, será mi familia quien pague la ira, así que solo soporto y no digo nada, no me meto en sus cosas, y solo soy un adorno; desde que entendí eso, ya no hubo más castigo. Su esposo es el más calmado de los tres, debería aprender a manejar mejor las cosas; con ellos nada es para toda la vida, cuando tenga lo que quiera de usted podrá irse. Y justo ahí está, siempre saben dónde estamos, es su poder", expresó Zerra.

Luego la princesa Zerra se puso de pie e hizo una reverencia al príncipe Khwan.

- "Saludos cordiales, Su Alteza, un hermoso clima tenemos hoy para dar un paseo", dijo Zerra con una enorme sonrisa.

- "Es muy cierto. A Huimang le encantan los días así, que a veces se olvida de llevar la guardia", expresó Khwan mirando con severidad a su esposa.

- "Tengo que regresar al palacio, con su permiso Alteza", comentó Zerra y apresuró sus pasos para retirarse.

Khwan se sentó al costado de Huimang, tomándola de la mano, ella se puso a pensar, donde podría esconderse de un príncipe de Pallango, ella no había sido liberada por el robo de las joyas; solo había cambiado el castigo de lo horca, por una vida prisionera al lado del príncipe Khwan; fue traicionada por su propia inocencia, por confiar en las palabras de un hombre que recién conocía, cómo pudo ser doblemente estúpida pensó.