Cielo Astrada de 23 años, ha soportado el desprecio de su esposo Gabriel Romero y su familia por años, creyendo que su amor y sumisión eran la clave para mantener su matrimonio. Sin embargo, cuando Gabriel decide divorciarse para casarse con su amante y la familia de él la humilla, Cielo revela su verdadera identidad: una mujer poderosa con un pasado oculto de riquezas e influencias.
Despojándose de su rol de esposa sumisa, Cielo usa su inteligencia y recursos para construir un imperio propio, demostrando que no necesita a nadie para brillar. Mientras Gabriel y su familia enfrentan las consecuencias de su arrogancia, Cielo se convierte en un símbolo de empoderamiento y fuerza para otras mujeres
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capitulo 10: Desilusión bajo la lluvia
Cielo se sentía derrotada, la tristeza se había convertido en una constante en su vida. Cada día era un recordatorio doloroso de su desdicha y de la fría indiferencia de Gabriel. Sin embargo, a pesar de todo, Cielo seguía aferrada a la esperanza de que las cosas pudieran cambiar. Creía que, si demostraba su amor y su dedicación, podría ganarse el corazón de Gabriel, como se lo había prometido a sí misma, terca porque nunca había perdido y siempre habia logrado lo que se proponia de manera limpia, con puro esfuerzo y dedicación.
Un día, decidió dar un paso audaz. Había preparado con esmero una caja de comida casera, convencida de que este gesto de cariño podría suavizar el corazón de Gabriel. Ella creía que su intención de hacer algo amable y personal podría hacer que él viera el esfuerzo que estaba haciendo por él. Con la caja en la mano, se dirigió a la oficina de Gabriel, donde él dirigía una importante corporativa.
Cielo estaba decidida a mostrarle a Gabriel cuánto le importaba. Caminó con firmeza hacia el edificio, esperando que su sorpresa lo conmoviera. Sin embargo, al llegar a la recepción, se encontró con una barrera inesperada. La recepcionista, una mujer de mirada fría y despectiva, la miró de arriba abajo con desdén.
—¿Qué deseas? —preguntó la recepcionista, claramente molesta por la interrupción.
—Vengo a entregar comida para el señor Gabriel Romero —dijo Cielo con voz firme, tratando de mantener su dignidad.
La recepcionista frunció el ceño y soltó una risa burlona.
—¿Y tú quién eres para pensar que puedes entrar aquí? —dijo con desprecio—. ¿Acaso crees que una mujerzuela barata como tú puede llegar al señor Gabriel? Esto no es un lugar para gente como tú.
El desprecio en las palabras de la recepcionista hizo que el rostro de Cielo se pusiera rojo de vergüenza y humillación. Antes de que pudiera responder, la recepcionista hizo una llamada rápida al personal de seguridad. En cuestión de minutos, un par de guardias de seguridad se acercaron y comenzaron a escoltar a Cielo fuera del edificio.
—Vamos, fuera de aquí —dijo uno de los guardias con tono severo—. No puedes estar aquí.
Cielo intentó protestar, pero su voz se ahogó en la tormenta de emociones que la abrumaban. Salió del edificio con lágrimas en los ojos, el corazón roto por el rechazo. La lluvia comenzó a caer con fuerza, mojando su ropa y su cabello. Mientras caminaba por las calles lluviosas, sintió el peso de la desilusión y el dolor aplastándola aún más.
Mientras Cielo se dirigía hacia casa, su tristeza se vio agravada por un espectáculo que la hirió profundamente. A través de la ventana de un lujoso restaurante, vio a Gabriel sentado en una mesa junto a Isabela.
La escena era la de una cena íntima: Gabriel estaba sirviendo comida a Isabel con una sonrisa en el rostro, mientras Isabel lo miraba con admiración y coquetería. La visión de ellos compartiendo ese momento tan cercano hizo que Cielo sintiera una punzada de dolor agudo en su corazón.
La lluvia se intensificó y Cielo, empapada y temblando de frío, observó desde la acera. La imagen de Gabriel e Isabel disfrutando de su compañía, mientras ella estaba sola y despreciada, la hizo sentir más miserable que nunca. No podía creer lo lejos que había caído, cómo había pasado de ser una joven esperanzada a una mujer rechazada y humillada.
Con lágrimas mezcladas con la lluvia en su rostro, Cielo se dio la vuelta y comenzó a caminar lentamente de regreso a casa. Cada paso le parecía una eternidad, mientras la desesperanza se apoderaba de ella. Aunque el camino a casa estaba lleno de obstáculos, Cielo se prometió a sí misma que no dejaría que esa visión la venciera. Sabía que debía encontrar una manera de enfrentar su dolor y seguir adelante, de alguna manera, en busca de la redención y el amor que aún anhelaba.
Al llegar a su hogar, el silencio frío de la mansión le recordó la soledad de su vida. Cielo se refugió en su habitación, llorando en la oscuridad de la noche, sin poder escapar de la tristeza que sentía. Sin embargo, a pesar del dolor, una chispa de determinación seguía encendida en su corazón. Aunque el camino parecía más oscuro que nunca, Cielo no estaba dispuesta a rendirse. Sabía que debía enfrentar cada desafío, con la esperanza de que, algún día, la vida le diera una oportunidad para demostrar su verdadero valor.
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