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NARRA ADONIS:

Llego a la compañía en la que soy vicepresidente hasta que mi viejo decida que ya soy lo suficientemente responsable como para que el deje y me ceda su puesto.

Lo cierto es que, desde que trabajo junto a él, las acciones han crecido mucho, el capital de la empresa es invaluable y los negocios que cierro día a día son cada vez más jugosos.

Pero eso no es suficiente para Taylor Peterson, mi padre. Su idea de crecimiento es sentando cabeza, formando una familia y dejando mi vida de errante.

Es muy egoísta de su parte pensar en que debo dejar de darle placer a todas esas bellezas que piden cada noche por mí. Además del trabajo, siempre, hay tiempo para el placer. Me lleno de ideas cada vez que una nueva compañera retoza un momento entre mis brazos. Por eso necesitas todos los días una nueva, para poder llenarme de ideas renovadoras que nos llevan al éxito día tras día.

La compañía se dedica a la compra y venta de compañías o cualquier cosa que este a la venta. Desde arte hasta muebles. Claro que todo es de colección. Es increíble lo que un coleccionista puede pagar por un botón que perteneció al guante de Michael Jackson.

Esa es el área que menos me interesa de la compañía. Lo mío es el desmembramiento de las compañías. Compro y vendo y gano solo con mover un dedo.

Anteriormente, en la época de mi tátara abuelo, esto solo era un mercadillo. Un tipo sabio, comenzó revendiendo las cosas que encontraba en la basura. Digamos algo así, como que la basura del rico es la riqueza del pobre. Y ciertamente ese pensamiento nos llevó a lo que somos ahora.

Una compañía que se dedica a vender la basura de otro, solo que esta basura cuesta millones.

La semana pasada mi querido amigo y socio de salidas, Naguel Gour, amigo desde la infancia, cumplió años y como era de esperarse no solo se le dio una gran fiesta de cumpleaños sino como todos los años de mi parte recibió su caja de sorpresas y este año consistía la primera, ni bien llego a su oficina y se sentó como todos los días en su silla, esta tenía atada una bocina que al sentarse presiono la palanca. El sonido prácticamente se escuchó en todo el piso. Además de ello soltó tanto confeti que no se podía caminar por la oficina de la cantidad que había.

Para la hora del almuerzo lo invité a almorzar a nuestro restorán que frecuentábamos regularmente y con anticipación pedí que al pastel le colocaran unas velas especiales.

El momento en que llego la chica con el pastel y lo puso frente a él con las velas encendidas y él fue a soplar, la acción activa el dispositivo que tenían, haciendo que explotasen y todos quedemos bañados con pastel.

Risas y aplausos se escuchaban por doquier, pero la cara de mi amigo me indicaba que estaba de todo menos feliz. Tocarle la ropa es como meterle un palo por donde no llega el sol.

Por último, en la noche cuando fuimos a ese bar que siempre asistimos y que las mujeres ahí son todos unos manjares para los dioses, le pedí a una de las chicas que le hiciera un baile. Lo llevaron al escenario y no solo le bailaron todas las chicas, sino que termino bañado con una sustancia pegajosa. Yo no sabía que dicha morena que le bailaba también tenía cierto interés vengativo por haberla seducido y luego dejarla con las ganas para irse con otra de sus compañeras.