Después de la muerte de su padre, Naomi es llevada por su padrino a la Villa Lupinville, un misterioso lugar habitado por hombres lobos, que, hasta ahora, ella creía que solo existían en los cuentos. Pero pronto, Naomi descubrirá que su conexión con este lugar siempre estuvo ligado con ella, atrapándola en una antigua profecía, que parece señalarla como la clave de una batalla y la disputa de dos lobos por ganarse su corazón.
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CAPÍTULO TRECE: EL REY Y SU LINAJE 2DA PARTE
≈NAOMI≈
Mariel tenía razón, las historias de las manadas eran mucho mejores que la de los humanos. Estaba completamente concentrada pasando los dedos por uno de los capítulos del libro cuando al levantar la mirada, vi que Geral, estaba mirándome con atención.
—¿Está todo en orden? —me preguntó.
—Si, todo en orden ¿Por qué?
—Bueno, en mi experiencia personal, he leído muchos libros, incluyendo ese mismo que tienes ahí. —Dijo señalando la cubierta del libro de Petrología que, en teoría estado leyendo, pero en realidad, lo estaba usado para cubrir el otro. —y créeme, ninguno de esos me ha cautivado tanto como para hacer que mi corazón latiera como el tuyo.
—¿Hablas enserio?, ¿mi corazón? ¿Cómo es posible que puedas escucharlo?
—Bueno, no sé si te has enterado pero los hombres lobo somos más susceptibles a los sonidos. Sácame la duda —Dijo de repente, con el ceño fruncido volviendo de nuevo su mirada al libro —¿porque Roberto te pidió estudiar rocas y minerales en lugar de historia?
—Bueno, eso ciertamente es… una larga historia. —embrome nerviosa, bajando el libro a la altura de mi falda.
—Tengo todo el tiempo del mundo, te escucho. —dijo acomodándose en la silla.
—Bueno... ayer durante la celebración Mariel me estaba explicando porque tú…—¡PARA AHÍ! Chillo mi voz interior al recordarme que Mariel me estaba contando todo el rollo de su pelea con Demian y la advertencia de la bruja —por qué tu... —¿Por qué tu…? —me incentivo a continuar.
—Eh... —vacile, agitando la mano hacia él como si intentara encontrar las palabras.
—¿Eh…? —me imito con un gesto lento.
—Me estaba explicando por qué tu raza o mejor dicho porque un hombre lobo le estaba regalando una piedra Qamari a una chica! ¡eso! —solté arrebatada chasqueando los dedos. ¡Mierda! Estuve a punto de meter la pata monumentalmente. —. Entonces, por arte de magia Roberto apareció, nos escuchó y además de recriminarme que no me haya puesto al día con mis estudios, me explico lo que era una piedra Qamari. En fin…supongo que hoy lo recordó, y como castigo, me mando a leer toda la sección de petrología. — ¿Se la creyó? ¿No se lo creyó? Pensé.
—Tiene sentido —dijo finalmente a la vez que dirigió la mirada al reloj, cuando sonó la campana. Yo suspire aliviada.
—Es hora de irnos. Basta de minerales y piedras por hoy. La clase ya terminó. —expresó con una sonrisa poniéndose de pie.
Asentí, me levanté de la silla y dándole la espalda guardé los libros en mi mochila. Saliendo de la biblioteca no deje de agradecerle internamente a Dios y todas las divinidades del mundo que el timbre me haya salvado.
Mientras caminábamos por el pasillo, la campana sonó una vez más, y en cuestión de segundos, los estudiantes se aglomeraron en el pasillo. Mariel, Zoé y Alexis nos estaban esperando afuera del salón y se unieron a nosotros de camino a la salida.
Al salir del colegio, para no perder la costumbre Mariel, comenzó a bromear sobre nosotros y luego de su compañero mientras nos dirigíamos al estacionamiento. Alexis y Zoé ya al tanto, no tuvieron mejor idea que alabar la hazaña de haberle dejado la piedra sin ser descubierto, ¡¿para qué?! no lo sé, lo único que consiguieron de ella, es que se desquiciara…si, otra vez…
—¿Saben? Me da gusto que me la haya dejado, pero si el maldito sigue así, probablemente lo conozca cuando sea una vieja decrepita, o cuando ya haya tirado la pata y este con San Pedro tocando el arpa o a lo mejor… ¡Por la diosa! —expreso sacudiendo la cabeza como si hubiera tenido una revelación. — ¿Y si es un anciano?
—¿Un qué? —le pregunte riéndome.
—¡Un anciano Naomi!, ¡un anciano de verdad! Eso explicaría porque siempre llega tarde.
—Mari estas delirando —la reprendí descostillándome de risa.
—¡Pero es posible! ¿O no? —Dijo ahora con una pizca de pánico en su voz —¡No estoy preparada para convertirme en la mujer de un abuelo que escucha su colección de vinilos en su sillón favorito! ¡Mierda! ¿y si me pide que le cambie la aguja al tocadiscos? O peor aún ¡que le cocine! ¡Yo apenas sé usar Spotify y hacerme un huevo frito!
Todos estallamos en carcajadas por las sartas de estupideces que decía, pero si hay algo que debo reconocer, es que Mariel tiene una forma tan natural de hacer que las situaciones más frustrantes parezcan cómicas, que incluso me encantaría ser como ella.
—Bueno, pero mírale el lado positivo, la hora del té y la siesta nunca faltaran. — se burló Alexis.
—Y las noches de bingo tampoco —sumó Zoé, chocando los cinco con su hermano.
—Ustedes dos ¡púdranse! —exclamo mostrándoles el dedo medio riéndose. Sin embargo, poco después de eso Mariel se detuvo en seco, su semblante cambió y su sonrisa se desvaneció por completo.
Seguí su mirada y entonces lo vi.
Allí, en el estacionamiento, una moto bloqueaba la camioneta en la vinimos y recostado contra ella estaba Demian, con la mirada fija y aguda sobre nosotros…