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EL MAESTRO DE LA MUERTE

EL MAESTRO DE LA MUERTE

Status: Terminada
Genre:Escena del crimen / Completas
Popularitas:291
Nilai: 5
nombre de autor: José Luis González Ochoa

Haniel Estrada ha logrado obtener su título oficial de detective de la policía tras los eventos ocurridos en contra de su ahora muerto padre.🕵️‍♂️

Ahora como el tutor de su hermana adolescente y de la hija del detective Rodríguez, debe dividir su tiempo entre ser "Padre" y su pasión, pero toda felicidad tiene su fin.🙃

Su medio hermano Carlos ha jurado venganza en contra de Haniel y sus protegidas por la muerte de su padre y promete ser el próximo asesino serial y superar a su padre😬

¿Podrá Haniel proteger a sus seres queridos y evitar tantas muertes como las que ocurrieron antes?💀

NovelToon tiene autorización de José Luis González Ochoa para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

UNA SENSACIÓN DE TORMENTO

El eco de la campanilla de la puerta de la cafetería aún vibraba en los oídos de Sofía mientras caminaba hacia la universidad. El sol de media mañana bañaba las calles con un resplandor que la cegaba por instantes, y el aire fresco parecía demasiado limpio para la maraña de pensamientos que llevaba encima. El papel con el mensaje cifrado seguía en su bolso, doblado con cuidado, como una daga escondida demasiado cerca del corazón.

Al llegar a la universidad, el bullicio habitual la envolvió: estudiantes charlando en los pasillos, el sonido metálico de las puertas abriéndose y cerrándose, el olor a tinta de los apuntes recién impresos. Todo era rutinario, pero para ella no. Caminaba como una intrusa en su propio espacio, con la sensación de que cada mirada podía ser una advertencia.

Se sentó en su clase de literatura, al fondo, junto a la ventana. La voz del profesor resonaba en el aula, pero apenas la escuchaba. El pizarrón se llenaba de frases y referencias, y sin embargo, en su mente aparecían otros nombres, mucho más oscuros:

Marcos. Su padre. Un fantasma que seguía allí, aun muerto. Sofía podía ver con nitidez los recuerdos: el olor a cigarrillo en su ropa, las miradas turbias, el eco de sus pasos en la casa antes de que desapareciera para siempre. Era el origen de todos los silencios, de todas las culpas.

Carlos. El medio hermano que jugaba con ellos como piezas de ajedrez. El que le había tendido la trampa de los mensajes cifrados, el que había convertido un recuerdo doloroso en una herramienta de control. Sentía que cada palabra escrita por él era una cadena invisible que se enredaba más y más en su cuello.

El hombre de la bodega. Aquel que había enfrentado a Haniel, el que alcanzó a herirlo. Sofía no conocía su nombre, pero lo veía cada vez que cerraba los ojos: un rostro endurecido, manos crispadas, y el sonido seco de un disparo que había quedado flotando en su memoria.

Y después estaban otros. Nombres que no podía recordar, rostros apenas vislumbrados en informes que alguna vez hojeó, en conversaciones entrecortadas de su hermano. Sombras que habían cruzado sus vidas, dejando cicatrices que nunca terminaban de cerrar.

La voz del profesor se desvaneció por completo cuando un murmullo la sacó de sus pensamientos. Dos estudiantes que caminaban por el pasillo hablaban en voz baja. Sofía apenas alcanzó a escuchar una frase:

—…lo más difícil siempre es cuidar a la familia…

Un escalofrío le recorrió la espalda. Era solo una conversación ajena, probablemente sin relación alguna con ella. Pero la frase se le clavó como un presagio. ¿Y si no era coincidencia? ¿Y si alguien realmente estaba apuntando hacia Jessica?

Apretó con fuerza el bolígrafo que sostenía y bajó la mirada hacia el cuaderno. Sus manos temblaban. Podría estar exagerando, podría ser solo la ansiedad alimentada por las amenazas y el chantaje. Pero la idea de que Jessica pudiera estar en peligro era insoportable.

Las horas de clase se alargaron como un castigo. Cada minuto parecía un paso lento hacia un destino incierto. En matemáticas no entendió ni una ecuación. En historia, las palabras del profesor se mezclaban en un murmullo lejano. Cada tanto miraba su celular, esperando… temiendo.

Cuando finalmente sonó la campana del final de la jornada, Sofía ya había tomado su decisión. No iba a esperar, no iba a quedarse de brazos cruzados. Guardó sus cosas con movimientos rápidos, se despidió apenas con un gesto de sus compañeros y salió del edificio.

El aire de la tarde estaba más pesado, con un viento tibio que arrastraba hojas secas por el suelo. Mientras caminaba hacia la calle, sentía que cada paso la acercaba a algo inevitable. La patrulla estaba estacionada, como siempre, frente a la universidad. El oficial al volante levantó la mano en un saludo breve, rutinario.

—¿Listo para volver a casa? —preguntó él con una sonrisa cansada.

Sofía asintió.

—Sí, por favor.

Se subió a la patrulla y apoyó la frente en el vidrio de la ventana mientras el motor arrancaba. Las calles pasaban rápidas, la ciudad vibraba con normalidad, pero dentro de ella todo era un torbellino.

¿Y si realmente era Jessica? ¿Y si todo esto había sido diseñado para que ella misma la protegiera… o la empujara hacia el fuego?

Cuando por fin llegaron a casa, la patrulla se detuvo frente al portón. Desde fuera todo parecía tranquilo: el jardín en silencio, los arbustos moviéndose apenas con la brisa, las luces interiores apagadas. Pero Sofía no se sintió aliviada. Al contrario, algo en el ambiente la oprimía, como si la calma fuera demasiado perfecta, demasiado armada.

Se bajó del auto y respiró hondo, intentando convencerse de que todo estaba bien. Sin embargo, no lo sabía. No lo podía saber.

Lo único seguro era que, sin darse cuenta, ya estaba dentro del juego de Carlos. Y cada paso que daba, la acercaba más a la trampa.

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