Rachely Villalobos es una mujer brillante y exitosa, pero también la reina indiscutible del drama y la arrogancia. Consentida desde niña, se ha convertido en una mujer que nadie se atreve a desafiar... excepto Daniel Montenegro. Él, un empresario frío y calculador, regresa a su vida tras años de ausencia, trayendo consigo un pasado compartido y rencores sin resolver.
Lo que comienza como una guerra de egos, constantes discusiones y desencuentros absurdos, poco a poco revela una conexión que ninguno de los dos esperaba. Entre peleas interminables, besos apasionados y recuerdos de una promesa infantil, ambos descubrirán que el amor puede surgir incluso entre las llamas del desprecio.
En esta historia de personalidades explosivas y emociones intensas, Rachely y Daniel aprenderán que el límite entre el odio y el amor es tan delgado como el filo de un cuchillo. ¿Podrán derribar sus muros y aceptar lo que sienten? ¿O permitirán que su orgullo
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capitulo 16
Remodelando Entre besos
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Narra Rachely Villalobos
El ruido de los martillos y las conversaciones de los obreros llegaban hasta mi ventana. Había prometido a Daniel darle mi opinión sobre las remodelaciones, y aunque no era algo que estuviera en mi lista de prioridades, no podía negar que el proyecto despertaba mi interés. Así que, con cero ganas de impresionar, me puse unos shorts, un suéter ancho, amarré mi cabello en un moño desordenado y me calcé unas pantuflas de perritos.
Al cruzar el umbral de la casa del lado, el aroma a madera recién cortada y pintura fresca me invadió. Daniel estaba en la sala, revisando unos planos, pero al verme entrar, levantó la vista y se quedó congelado por un momento.
—Vaya, princesa, ¿y ese look? —preguntó con una sonrisa traviesa.
—¿Qué tiene de malo? —respondí encogiéndome de hombros.
—Nada, solo que... es raro verte así. Casi pareces una chica normal.
—Qué gracioso, Montenegro. —Le lancé una mirada fulminante, pero decidí ignorarlo.
La conversación fluyó con naturalidad mientras observábamos el progreso de la remodelación. Daniel escuchaba atento cada uno de mis comentarios, algo que me sorprendió. No solo tomaba en cuenta mis ideas, sino que parecía fascinado con la forma en que analizaba cada detalle.
—Los tonos claros en las paredes darán más luz, y puedes usar cortinas translúcidas para aprovechar la iluminación natural —expliqué, señalando los planos. —Y si añades lámparas colgantes con diseño moderno, puedes darle un toque más acogedor.
—Eres buena en esto, Villalobos. ¿Acaso estudiaste decoración? —preguntó, apoyándose en la mesa con una sonrisa divertida.
—No, pero tengo buen gusto. Algo que tú claramente necesitas —respondí con altanería, pero no pude evitar sonreír al ver su expresión.
Mientras hablábamos, comencé a emocionarme más de la cuenta. Mis manos gesticulaban al explicar cómo combinar los colores y elegir los muebles adecuados. Daniel me miraba con atención, pero había algo en su mirada que no lograba descifrar.
Entonces, mientras caminábamos hacia el área del comedor, di un paso en falso. Mi pie resbaló sobre una lámina de plástico, y por un instante, todo pareció ir en cámara lenta. Pero antes de que pudiera caer, Daniel fue más rápido. Sus brazos fuertes me atraparon, sujetándome con firmeza.
—Nunca te dejaré caer, princesa —susurró, con una sonrisa burlona en los labios.
El comentario debería haberme irritado, pero algo en su voz me hizo quedarme sin palabras. Nuestros ojos se encontraron, y el tiempo pareció detenerse.
No sé quién dio el primer paso, pero antes de que pudiera procesarlo, sus labios estaban sobre los míos. El beso fue suave al principio, como si ambos dudáramos, pero pronto se volvió más profundo, cargado de una intensidad que me dejó sin aliento.
Nos enderezamos, pero ninguno de los dos quiso separarse. Sus manos recorrieron mi espalda mientras mis dedos se enredaban en su cabello. Cada caricia, cada movimiento, hacía que el mundo a nuestro alrededor desapareciera.
No había burlas, ni altanerías, ni esa constante batalla de egos. Solo estábamos él y yo, dejando que ese momento nos consumiera por completo.