Un repentino divorcio deja a Genoveva con el corazón destrozado y con la responsabilidad de la crianza de sus ocho hijos, que tienen entre 2 y 9 años de edad.
La vida la pondrá de rodillas, pero ella hará hasta lo imposible, para sacar a sus hijos adelante. Aunque no se sienta del todo orgullosa de sus acciones.
¿Podrá seguir adelante con su vida? ¿Volverá a creer en el amor?
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CAPÍTULO 18
Genoveva sintió algo romperse dentro de ella. Sintió como ese sentimiento de amor que tenía hacia su esposo, se transformó en un gran monstruo que devoró su corazón.
La calidez de su sangre, abandonó su cuerpo y un frío despiadado recorrió sus venas y se alojó en sus ojos.
Esos mismos ojos que tenían prohibido volver a llorar por amor. Desde ese momento, Genoveva entendió que solo, el amor de madre la mantenia atada a la humanidad.
Porque sus padres, la habían desechado como basura, cuando apenas tenía un año. Su esposo la convirtió en una máquina de hacer bebés y cuando logró lo que quería también la desechó. Ahora lo más cercano que tenía a una amiga, también la dejó por alguien que le dará más dinero.
—Dinero, dinero —susurraba Genoveva
En ese momento, escuchó que sus pequeños se acercaban y entonces limpió sus lágrimas y dibujó una sincera sonrisa en su rostro.
Genoveva besó a todos sus pequeños y después de cenar los llevó a dormir.
Al llegar a su habitación se acostó en la cama, tomó su teléfono y borró las fotos que la habían lastimado en el fondo de su ser.
En ese momento, decidió comprar una nueva línea telefónica. No quería seguir bloqueando, todos los números desconocidos de dónde la estúpida de Camila le escribía.
Por lo que decidió, que después llevara a los niños al Colegio irá al centro Comercial con los dos menores. Ahora sin la niñera ella terminaba más agotada por las noches. Aunque el pequeño Máximo la ayudaba mucho, pero ella no podía frustrar su niñez.
Amaneció muy rápido y Genoveva pasó el día ocupada en sus clases de diseño y jugando con los pequeños, Alana y Ricardo que eran los gemelos de dos años. Ellos estaban pronto a cumplir los tres y quería celebrarlo como todos los años.
Claro con dos invitados menos, solo ella y sus ocho tesoros. Un rico pastel, algunos globos y bellos obsequios.
Ella observó su reloj y se sorprendió de que ya era hora de ir por los trillizos. Entonces subió a los gemelos en la camioneta y fue por ellos.
Los seis estaban ya listos para regresar, pero Máximo corrió hacia ella muy emocionado.
—How, alguien está feliz hoy.
—Si mami, quedé seleccionado para participar en el Decathlon del Colegio.
—Que bueno mi amor. Eso será pan comido para ti y ¿cuando es?
—En 15 dias. Pero mami participaré con los de la secundaria, que tienen entre 13 y 15 años. No debo subestimarlos. Debo prepararme muy bien.
—Si mi corazón, yo te ayudaré para que tus hermanos, te den espacio para estudiar sin interrupciones.
—Te lo agradecería mami.
Los niños llegaron a la casa y se cambiaron para almorzar y hacer sus tareas. Mientras el pequeño Máximo después de almorzar se encerró en su habitación a estudiar.
Así pasaron los últimos días. En realidad Genoveva comenzaba a extrañar a su pequeño genio. El niño estaba poniendo todo su esfuerzo en obtener ese premio y ella lo apoyaba mucho. Afortunadamente, ya solo faltaba un día para la competencia y ella recuperaría a su hijo.
Esa noche Máximo se acostó más temprano, quería descansar bien, porque tenía días sin dormir y necesitaba estar concentrado.
Al día siguiente, Genoveva salio con los niños en la camioneta y al llegar al estacionamiento del colegio su tarjeta de acceso fue denegada.
Ella intentó varias veces y podía ver la preocupación en los ojos de su hijo
—Mami esto pasa cuando hay morosidad en los pagos. —le dijo Máximo. Volteando los ojos lleno de decepción.
—No mi Rey no te preocupes, tu padre siempre ha sido muy responsable con sus colegiaturas. Quédate con tus hermanos y déjame resolver esto.
Genoveva estacionó el auto afuera del Colegio y entró por el paso peatonal.
Caminó rápidamente hacia la oficina de la administración.
—Buenos días Señorita. Puede darme un Estado de Cuenta de los alumnos Santibáñez
—Si, señora espere un momento. —le dijo la chica, pero le dio Genoveva una mirada llena de compasión que preocupo más a Genoveva.
La chica comenzó a teclear en su computadora, mientras que Genoveva se sentó en una silla, que estaba a su lado, sentía que le faltaba el aire. Este colegio era el mejor de la ciudad. Y si cada niño tuviera una mensualidad atrasada, ella tendría que gastar parte de sus ahorros en solventarlo.
—Aquí tiene señora —dijo la chica extendiéndole una hoja impresa
Genoveva solo enfocó la vista en el total y sus ojos casi se salen de sus órbitas, sintió el piso abrirse en sus pies y caer en un abismo.
—¿Tres meses? ¿Santiago tiene tres meses que no paga? —le preguntó ella a la chica.
—Si señora en realidad, le dimos plazo hasta hoy. Pero la directora no ha podido comunicarse con él. Entonces se decidió ejecutar la suspensión del servicio.
—Señorita, pero ¿con quién puedo hablar, para hacer un convenio de pagos? —preguntó Genoveva preocupada. Su hijo tenía que estar en ese Decathlon. Se había preparado para eso y ella no se permitiría fallarle.
La chica la miro con mucha pena y negó con la cabeza.
—No señora. Recuerde que está es una institución de alto nivel. No existen ese tipo de concesiones.
Genoveva resopló apenada y sacó de su cartera la tarjeta con sus ahorros.
—¿Puedo pagar una mensualidad de cada uno? Y venir mañana con el resto
—Si puede abonar, pero los niños no podrán asistir a clases hasta que pague todo.
Genoveva resopló, veía la hora en el reloj de la pared y sabía que su pequeño genio estaría muy ansioso. Entonces tomó una difícil decisión.
—Ok voy a pagar lo adeudado de mis hijos mayores. Los menores me los llevaré a casa. ¿Entendido?
La mujer tomó la tarjeta y procedió a cobrar lo acordado. Pero Genoveva tenía una preocupación muy grande.
—Listo señora y de verdad siento mucho, no poder ayudarla
—Ok. Yo lo siento más. Créeme
Genoveva salió hacia el auto y encontró a todos sentados inquietos, pero Máximo estaba tenso. Ella lamentaba que su pequeño viviera este episodio de estrés. Justo antes de su competencia.
Pero ella le mostró una sonrisa y le asintió antes de llegar al auto y el pequeño se sonrió.
—Sabía que lo resolverías, eres la mejor. —le dijo su hijo y sus ojos se llenaron de lágrimas.