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Querido, Gavin

Querido, Gavin

Status: Terminada
Genre:Escuela / Completas / Colegial dulce amor
Popularitas:288
Nilai: 5
nombre de autor: Mae_jer

Yaya, una chica alegre con un sinfín de secretos.
Siempre persigue a Gavin en la escuela, pero Gavin es muy frío con ella.
Todo el mundo en la escuela la conoce como la chica descarada que sigue mendigando amor de Gavin. Pero nadie sabe que, en realidad, esa es solo una máscara para ocultar todo el sufrimiento en su vida.
Cuando el doctor Laska le diagnosticó cáncer cerebral, todo empeoró.
¿Seguirá Yaya luchando por su vida con todos los problemas que enfrenta?
¿Y qué pasaría si Gavin en realidad también la quisiera, pero se le hizo demasiado tarde para decirlo?

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Capítulo 18

Yaya llevaba casi una hora sentada en la cama. No podía apartar la mirada de sus manos manchadas de sangre. Le seguía doliendo la cabeza, pero su mirada se perdía en el vacío. No se movió ni un centímetro hasta que oyó que llamaban a la puerta de su habitación.

La chica levantó la mirada hacia la puerta de su habitación, que seguía cerrada con llave. No había ni una sola señal de que fuera a levantarse. Se limitó a mirar al frente durante un largo rato sin intención de abrirla.

—Yaya.

Conocía esa voz. Era la voz del doctor Laska. Tras un largo silencio, decidió abrir la puerta y dejar entrar al doctor Laska. Su forma de caminar era desganada. ¿Quién no estaría desganado después de lo que había pasado?

Cuando se abrió la puerta, el doctor Laska abrió mucho los ojos al ver el estado de la chica. Su cara, su ropa y sus manos estaban cubiertas de sangre que empezaba a secarse. Laska actuó con rapidez y examinó la herida. Tenía un corte bastante profundo en la parte izquierda de la cabeza que necesitaba puntos de sutura. Seguía sangrando. Deberían haberla llevado al hospital.

Laska no tenía tiempo para pensar en eso. Tenía que atender a la chica de inmediato, no había tiempo para ir al hospital. Podría desangrarse por el camino. El hombre tomó a Yaya del brazo y la condujo hasta la silla que estaba delante de su escritorio. Luego empezó a examinarle la herida de la cabeza. Tras examinarla, el médico sacó el equipo que había traído para empezar a darle puntos. Siempre llevaba material médico a todas partes. Por supuesto, porque estaba acostumbrado. Además, como médico, tenían que estar preparados en todo momento.

El doctor Laska tardó más de treinta minutos en terminar de dar puntos en la cabeza de Yaya. ¿Cuatro puntos y su hermanastra dijo que solo tenía un rasguño en la cabeza? Por favor. Laska negó con la cabeza, incrédulo. ¿Es que esa mujer no veía la cantidad de sangre que salía? Yaya incluso parecía muy pálida y sin fuerzas. Si no la hubieran llamado inmediatamente, Laska estaba seguro de que el estado de Yaya habría empeorado.

Laska miró a la chica. Había algo extraño. No había dicho ni una palabra ni había hecho una sola mueca de dolor desde entonces. Y eso que la herida debía de dolerle mucho. Su mirada estaba vacía, no le devolvía la mirada en absoluto. ¿Qué estaba pasando? Laska sintió curiosidad. ¿Qué había pasado realmente? ¿Cómo había llegado a hacerse esas heridas? ¿Qué había hecho que la sonrisa y la risa alegre que había visto esa tarde en el hospital desaparecieran repentinamente del rostro de esta dulce joven?

El doctor Laska levantó las manos y tocó los hombros de Yaya.

—¿Quieres hablar de ello? -preguntó en voz baja, sin forzarla. Siempre se preocupaba por ella porque demasiada gente daba por sentada su existencia. Sabía que Yaya tenía problemas con su familia. La chica se lo había contado en varias ocasiones.

La mirada de Laska bajó hasta la herida de la cabeza de la chica, que ya había vendado. Si aquella herida era obra de su padre, el viejo era un monstruo. Ni siquiera Laska podía contener su ira. ¿Cómo podía un padre hacerle eso a su propia hija?

—Quiero estar sola por ahora —murmuró Yaya en voz baja. Sabía que el doctor Laska era muy bueno con ella. Pero en ese momento solo quería estar sola. Laska sonrió, era un hombre comprensivo. Una vez más, no quería forzar a la chica si no estaba preparada para hablar.

—De acuerdo, no pienses demasiado. —El médico miró a Yaya y le acarició la espalda suavemente.

—Te recogeré al salir de clase mañana. Tienen que revisarte —añadió. En realidad, Yaya quería negarse, pero el doctor Laska era muy amable con ella, así que la chica se limitó a asentir lentamente, aceptando.

—De acuerdo. En ese caso, me voy a casa —se despidió el médico. Miró un momento la habitación, toda negra, y salió.

Yaya suspiró profundamente al irse el médico. De repente se acordó de Gavin, el chico por el que quería seguir viviendo. Una leve sonrisa apareció en sus labios. Olvida lo de esta noche, era algo habitual, ¿no?

Yaya miró a su alrededor, hacia su cama, y luego fue a coger su teléfono. Buscó el contacto de Gavin y le llamó. La llamada entró pero no respondió. Siguió llamando una y otra vez, pero seguía igual. Gavin no contestaba.

Hufftt...

La chica exhaló un suave suspiro. Un momento después tuvo otra idea. Recordaba que Bintang pasaba mucho tiempo en casa de Gavin. Seguro que estaba allí. Sin pensárselo dos veces, Yaya buscó el número de Bintang con la intención de llamarle, pero se detuvo al darse cuenta de algo.

Inclinó la cabeza hacia la izquierda y miró el gran reloj que colgaba de la pared. Eran las tres de la mañana. La chica sonrió tontamente. No podía creer que hubiera perdido la noción del tiempo y llamara a Gavin a esas horas. Era normal que no contestara, debía de estar dormido. Yaya intentó consolarse pensando así. Sabía que Gavin no habría contestado al teléfono aunque no hubiera estado dormido, porque últimamente era así. Gavin nunca contestaba a sus llamadas. La chica sonrió con tristeza, se sentía como una chica patética mendigando amor a un chico al que no le gustaba en absoluto.

\*\*\*

—Sigo preguntándome por qué esa chica está tan loca por ti —dijo Bintang sin dejar de mirar el teléfono de Gavin, que finalmente había dejado de sonar. Había treinta y dos llamadas perdidas y el nombre de Yaya, al que Bintang había cambiado por Chicle. Sí, había sido él quien había guardado el número de la chica en el teléfono de Gavin y había cambiado su nombre al azar. A pesar de que se burlaba de Yaya a su antojo, Bintang seguía sintiendo cierta preocupación porque Gavin no parecía tener intención de guardar el número de la chica. Y eso que había sido él quien le había pedido el número a Yaya hacía un tiempo. Qué chico tan raro. Pedirle el número a una chica pero no tener intención de guardarlo, ¿no es raro?

Bintang desvió la mirada hacia Gavin. Ambos seguían enfrascados en su videojuego nocturno.

—¿Estás seguro de que no recuerdas lo que hiciste para que te persiga así? -preguntó para asegurarse. Gavin le miró con desgana. No quería volver a pensar en esa chica, no era importante. Todavía estaba molesto por lo que había pasado en la azotea, cuando había encontrado a Yaya con un chico mayor que ellos.

—No es tan difícil de entender —respondió con voz inexpresiva.

Bintang enarcó las cejas.

—¿A qué te refieres? -preguntó confundido. A un tipo tan inteligente como Gavin le gustaba hablar con evasivas cuando el tema de conversación era Yaya.

—Me voy a dormir. Tú también deberías —respondió Gavin sin intención de responder a Bintang y se tiró en la cama, dejando a Bintang mirándole boquiabierto. Gavin había perdido el ánimo cuando Bintang había sacado el tema de Yaya. Miró su teléfono, lleno de llamadas perdidas de Yaya. Entonces suspiró profundamente.

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