Grayce pensaba que conocía el amor, pero su matrimonio con Seth se ha convertido en una prisión de desprecio y agresión. Cuando la misteriosa Dahlia, supuesta amiga de la infancia de Seth, entra en escena, las traiciones comienzan a salir a la luz, desmoronando la fachada de su vida perfecta.
En su desesperada búsqueda de libertad, Grayce se cruza con Cassius, un hombre cuya arrogancia y misterio la obligan a cuestionar todo lo que creía sobre el amor y la lealtad. ¿Puede un contrato con alguien tan egocéntrico y desafiante realmente salvarla de su pasado oscuro? ¿O solo la llevará a un nuevo abismo?
Lo que comienza como un acuerdo frío y calculado, se transforma en una pasión ardiente e inesperada, desafiando las sombras que han dominado su vida.
¿Hasta dónde llegará Grayce para reclamar su propia felicidad?
¿Podrá Cassius ser la chispa que ilumine su camino o será solo otra sombra en su vida?
NovelToon tiene autorización de 𝐁𝐄𝐀𝐓𝐑𝐈𝐙 𝐘𝐎𝐒𝐄𝐅 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 22
Cuando Seth finalmente salió de la casa, sentí como si todo el aire se hubiera escapado de mis pulmones. Me dejé caer en el sofá, con la mirada fija en el vacío, mientras los ecos de nuestra discusión aún resonaban en mi cabeza. Cada palabra, cada reproche, cada insulto seguía perforando mi corazón como pequeñas agujas. ¿Cómo llegué a este punto? ¿Cómo me permití caer tan bajo, al punto de dudar incluso de mi propio valor? Todo parecía aplastarme.
Necesitaba escapar. Necesitaba hablar con alguien que no me juzgara, alguien que pudiera escucharme sin reservas. Mis dedos buscaron automáticamente mi teléfono, y antes de darme cuenta, ya estaba llamando a Amara.
—¿Gray? ¿Estás bien? —preguntó Amara al contestar, su voz llena de esa calidez que siempre lograba tranquilizarme un poco.
—No... no estoy bien —admití, mi voz quebrándose ligeramente—. Amara, ¿puedes verme en Magnolia’s? Por favor. Necesito hablar con alguien.
—Claro, estaré allí en cuanto pueda. ¿Te parece en veinte minutos?
—Perfecto. Gracias, Amara —respondí, sintiendo cómo la simple idea de verla me daba algo de calma.
Colgué y respiré profundamente antes de levantarme. No podía quedarme ahí, rodeada de los fantasmas de mi relación rota con Seth. Necesitaba salir, aunque fuera solo por un rato. Tomé mi bolso y salí de la casa, cerrando la puerta detrás de mí como si de alguna manera pudiera dejar también todos mis problemas al otro lado.
Magnolia’s estaba a unas cuadras de mi casa, un pequeño café en la esquina de la Calle Rosales, con paredes de ladrillo visto y ventanales amplios que dejaban entrar la luz del sol. Era el lugar al que siempre acudía cuando quería desconectar del mundo, y sabía que Amara lo sentía igual. Al llegar, empujé la puerta y el cálido aroma del café recién molido me recibió, acompañado por el murmullo relajante de las conversaciones y la suave música de fondo.
Encontré una mesa junto a la ventana y me dejé caer en la silla, dejando mi bolso en el suelo. Pedí un cappuccino y esperé a Amara, mirando distraídamente hacia la calle mientras mi mente seguía atrapada en un torbellino de pensamientos. ¿Por qué Seth pensaba que todavía podía controlarme? ¿Y por qué todavía lograba que me dolieran sus palabras, incluso cuando sabía que no significaban nada?
Estaba tan perdida en mi mente que no noté cuando Amara entró al café. Y su voz me sacó de mi ensimismamiento.
—Gray, estás pálida. ¿Qué pasó? —preguntó mientras tomaba asiento frente a mí.
Suspiré, intentando encontrar las palabras para explicarle todo. Pero antes de que pudiera decir algo, sentí una presencia detrás de mí. Era como si el aire en la habitación hubiera cambiado, volviéndose más denso. Y Una voz masculina, suave pero llena de confianza, me hizo girar de golpe.
—Hola, Grayce. Qué gusto volver a verte.
Me congelé al instante. Un hombre estaba de pie junto a nuestra mesa, un hombre que no recordaba haber visto antes, pero que parecía conocerme demasiado bien. Su cabello rojo deslumbraba bajo las luces del café, y sus ojos verdes eran tan intensos que parecían atravesar todas mis barreras. Vestía un traje empresarial perfectamente ajustado, con un blazer oscuro, una camisa blanca impecable y una corbata de tono burdeos que complementaba su porte profesional y elegante. Todo en él irradiaba seguridad y control.
Mis pensamientos comenzaron a correr, caóticos y desordenados. ¿Quién era este hombre? ¿Y por qué sabía mi nombre? ¿Por qué decía “volver a verte” como si nos conociéramos, cuando no tenía ni el más mínimo recuerdo de él?
Miré a Amara, quien me devolvió una mirada igual de confundida, antes de que ambas claváramos la vista en el misterioso hombre que ahora parecía ser el centro de todo.