Leonor una joven de corazón puro que luego de que en su primera vida le tocará experimentar las peores atrocidades, vuelve en el tiempo y jura vengarse de todos aquellos que algunas vez destruyeron su vida por completo.
Nueva historia chicas, subiré capítulo intercalando con las otras dos. Sean pacientes, la tengo que subir por qué sino se me va la idea😜😜🤪
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capítulo 18
Luego de tan incómoda cena familiar, los términos del acuerdo estaban fijados y ambos príncipes decidieron tomarse un tiempo a solas para hablar. Cuando Mauricio estuvo lejos de los emperadores, dijo:
—Bien, no importa lo que diga ese papel, nosotros respetaremos nuestro pacto original y...
—Creo que no has entendido nada. Ese contrato matrimonial estaba escrito sobre papel mágico; cualquier incumplimiento, y ambos sufriremos gravemente.
—¿Qué? Tu padre es...
—¿De dónde crees que vienen mis poderes? Por supuesto que él también es portador de magia, solo que no la utiliza muy seguido.
—No entiendo cómo una y otra vez caigo en sus trampas...
—¿Trampas dices? Mi padre no te engañó, solo se aseguró de que ambos cumpliéramos el contrato.
—Pero eso no fue lo que nosotros acordamos.
—¿Y tú crees que yo estoy feliz? Créeme, mi intención no es estar dando a luz a un niño en el primer año de mi mandato. Además, yo lo había dicho para asustarlos, pero nunca estuvo en mis planes ser madre...
—Todo esto es tu culpa.
—¿Mi culpa? Si tu padre no se comportara como un niño, esto habría resultado de otra manera.
—De mi padre no hables, fue el tuyo quien se negó a comer la comida que mi madre había preparado.
—Oh... lo siento, alteza, no sabíamos que era una falta tan grave no tener apetito...
—Tú... Creo que esto no funcionará.
—Lo mismo opino. Entremos y digámosles que ya nos arrepentimos.
Ambos iban a dirigirse hacia la carpa, pero de pronto una voz se escuchó detrás de ellos, y como si fuera una especie de espectro, la diosa se apareció.
—¿A dónde creen que van? ¿Piensan que utilizarme para sus tratados es gratis?
Tanto Leonor como Mauricio voltearon y vieron la imagen de una mujer de largo cabello ondulado y color rojizo.
—¿Atenea?
—Ustedes dos seguirán juntos y cumplirán su palabra, o de lo contrario ambos imperios caerán. Y juro por mí que no quedarán ni las cenizas.
Mauricio, al ver que era como una especie de fantasma, miró con algo de temor a la mujer y susurró:
—¿Tú también la oyes?
—Cállate y baja la mirada.
El espectro sonrió y, acercándose a ambos, agregó:
—Ambos saben que si no cumplen, esto seguirá igual por generaciones, y sus imperios seguirán siendo miserables. Aprendan a sobrevivir y a sobrellevarse, o la próxima vez que me vean será para descargar mi furia sobre sus tierras.
Tanto Mauricio como Leonor se quedaron inmóviles al ver cómo la mujer desaparecía. Luego de un largo silencio, Leonor dijo:
—Será mejor volver y hablar otro día. Y ni una palabra a nadie de esto.
—Lo mismo digo.
Sin más, ambos volvieron junto a sus padres. Mientras tanto, de entre las sombras salió Lucifer, con un niño de unos tres años en brazos, para luego decir:
—¿Estás segura de que ellos lograrán salvar a toda esta gente?
Lilith volvió a su estado original y respondió:
—Sí, ellos lograrán salvar este mundo. De lo contrario, la guerra terminará por matar a cientos, y yo no creé este universo para que ellos se maten unos a otros.
Eros miró en dirección a los príncipes y sonrió travieso, para luego mirar a su madre y estirar sus brazos, pidiendo que ella lo cargara. Una vez Lilith tomó a su hijo en brazos, los tres volvieron al inframundo, dejando que los príncipes resolvieran solos su destino, por el momento.
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Los días siguientes, la emperatriz Silvia se animó a ir al palacio de Atenea para organizar junto con la reina todo lo relacionado con la fiesta de compromiso. Mientras ambas tomaban el té, la reina dijo:
—Tiene razón, emperatriz. Lo mejor será hacer dos fiestas: una aquí y otra en su imperio. No quiero que lo tome a mal, pero esta guerra entre imperios lleva décadas, y no creo que los nobles estén muy a gusto compartiendo con sus antiguos enemigos. Ambas sabemos que la brecha ha crecido más por los roces de los cortesanos.
—Lo sé, es por eso que lo propuse en primer lugar. Y aunque sé que será un trabajo de largo tiempo, es mejor que ellos entiendan y respeten a sus futuros monarcas tanto en Zenda como en Atenea.
La reina asintió, tomando nota mental para comunicarlo luego a su esposo e hija. Tras finalizar algunos detalles más, la emperatriz comentó:
—Majestad, veo que es muy desenvuelta con todos estos labores. Me sorprende que usted no haya sido elegida emperatriz y se haya conformado con ser solo la reina de un imperio.
—A diferencia de mi hija, yo me casé enamorada. Maximus y yo fuimos amigos de juegos, y cuando la emperatriz madre de mi esposo empezó a buscar a su futura emperatriz, me esforcé en mis estudios para poder estar a su lado. Lastimosamente, sus padres buscaron un enlace político, y aunque él ya me amaba, tuvo que acatar sus órdenes. Luego, me coronó como su reina. No me importó no obtener el título de emperatriz: yo solo quería estar a su lado. Hoy agradezco esa decisión, porque me dio a mi querida Leonor, la luz de mis ojos.
—Veo el amor que le tiene a su hija, y que de verdad ama al emperador. Yo no hubiera soportado compartir a mi esposo.
—Tal vez en Zenda no sea costumbre, pero aquí siempre supe que si me quedaba al lado de Maximus, no sería solo para mí. Aun así, lo elegiría una y otra vez. No es perfecto, pero es un buen hombre, y gracias a él he sido feliz. Y lo sigo siendo.
La emperatriz sonrió al ver el amor infinito que Maribel le tenía a su esposo, y pensó que en el futuro serían grandes amigas.
Por otro lado, los emperadores, que esperaban a que ambas mujeres terminaran su reunión, discutían acerca de quién tenía el mejor imperio.
—Ja, pero eso no se compara con los hermosos campos verdes y llenos de vegetación silvestre que tiene Zenda en sus límites.
—Pues nosotros tenemos un lago...
—Y nosotros, salida al mar.
—Pero eso no se compara con las hermosas montañas de Atenea, cubiertas en invierno por un manto blanco; incluso el lago se congela hasta el punto de poder caminar sobre él.
Ariel miró con el ceño fruncido a Maximus, quien parecía querer ganarle en todo, y replicó:
—Pues yo he visto un monstruo marino más grande que este palacio.
Maximus lo miró seriamente:
—Mientes.
—¿Quieres que te cuente? —El emperador asintió, y Ariel comenzó su relato—. Tenía apenas la edad de mi muchacho. Como todo soñador, quería conocer el mundo antes de tomar mi puesto en el trono. Mi padre, al ver que ya no podía detenerme, me regaló una de sus embarcaciones...
Sara, que observaba cómo ambos emperadores peleaban desde que habían llegado, suspiró al ver que por fin se habían calmado. Al notar que el guardia del emperador Ariel hacía lo mismo, dijo:
—Creo que tendremos que acostumbrarnos a esto.
—Eso parece —respondió el soldado, extendiendo su mano—. Sir Eliot.
—Capitana Milton.
De pronto ambos voltearon al escuchar las carcajadas de los emperadores por la historia de Ariel. Sin poder evitarlo, también rieron, mientras seguían vigilando para que aquellos dos no se mataran...