Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Nuevamente de frente
El sábado por la mañana, despertó con el canto de los pájaros y el café recién hecho. Su padre estaba afuera, regando. El pequeño huerto.
Elena se quedó observándolo desde la ventana un largo rato. Había algo reconfortante en la rutina simple de él, en la manera en que la tierra manchaba sus botas, en. Cómo saludaba a los vecinos con un gesto con la cabeza.
Era un mundo distinto.
Uno donde nada dolía tanto.
Uno donde nadie esperaba que fuera fuerte todo el tiempo.
Salió a acompañarlo.
-- Buenos días, señor jardinero. -- Dijo en broma Elena.
él la miró de reojo.
-- Buenos días, señorita corazón roto.
Elena bufó.
-- Papá. --
-- ¿Qué? -- Sí no lo digo yo, lo dirá cualquiera. -- Respondió su padre con una sonrisa torcida.
Elena rodó los ojos, pero se acercó a regar las plantas con él. Era una actividad simple, espero que la hacía sentir extrañamente ligera.
-- ¿Sabes qué necesitas? -- Dijo su padre de pronto.
-- Qué. --
-- Respirar, caminar. Y dejar de pensar tanto. --
Elena sonrió.
-- Sí eso también. --
-- Ven. Vamos al bosque.
El bosque estaba a pocos minutos del pueblo. Un sendero de tierra se abría paso entre los árboles altos cuyos troncos parecían historias vivas. El aire era fresco, húmedo, limpio. Elena no sabía cuánta falta le hacía hasta que lo respiró profundamente.
-- Aquí siempre venias a poner tu cabeza en orden. -- Dijo su padre mientras caminaban. --
Desde que eras niña. --
-- Lo recordaba más pequeño. -- Respondió ella con una sonrisa nostálgica.
-- Es porque creciste. El bosque no cambió, Tú sí. --
Elena guardó silencio, apreciando la quietud. A veces, la respuesta no está en hablar, sino en escuchar el viento rozar las hojas.
Mientras avanzaba, su padre la observó por el rabillo del ojo.
-- ¿Lo quieres? -- preguntó sin rodeos.
Elena se detuvo.
-- ¿A quién? --
-- No te hagas la tonta. A ese tal Maximiliano. --
Elena sintió el estómago cerrado.
-- Papá... No lo sé. --
-- Bueno, eso ya es una respuesta. --
-- No. Quiero lastimarme otra vez. --
-- Nadie quiere. Pero el que no arriesga... -- Su padre se encogió de hombros. -- Se queda solo y amargado. --
Elena soltó un suspiro largo.
-- No estoy lista. --
-- Entonces dile eso. Con la verdad siempre se gana. aunque duela. --
Elena cerró los ojos.
-- No sé si él quiera algo. O tal vez fue solo el momento. --
-- O tal vez no. -- Replicó su padre. -- Pero no vas a descubrirlo escondiéndote aquí. --
Elena. Lo miró fijamente, por primera vez desde que llegó, sintió que una parte de su corazón se aflojaba. No para correr hacia Maximiliano. No, para precipitarse a nada.
Sino para respirar.
Para darse permiso.
Para sanar.
Pasaron el resto de fin de semana cocinando, arreglando el huerto, caminando por el pueblo, compartiendo historias, riendo como hacía mucho tiempo no lo hacían.
Elena volvió a sentirse hija. volvió a sentirse. Iba a sentirse ligera.
La sombra de Maximiliano siempre estaba en un rincón de su mente... pero ya no quemaba. Ya no la asfixiaba. Ahora era una duda. Una interrogante. No un tormento.
Y tal vez era suficiente por ahora.
El domingo por la tarde, antes de que tomara el autobús de regreso a la ciudad, su padre le tomó el rostro entre las manos.
-- Elena. -- Dijo con voz profunda. -- Eres más fuerte de lo que crees. Pero no confundas fuerza con frialdad. No cierres tus puertas por miedo. --
Ella asintió, sintiendo nudo en la garganta.
-- Gracias papá. --
Solo sonrío.
-- Y si ese tal Maximiliano no te cuida. Yo lo hago entrar en razón a golpes. --
Elena Río.
-- No es necesario. --
-- Bueno... por si a caso lo dejo en la lista. --
Elena abrazó a su padre por última vez.
Y cuando el autobús arrancó, miró por la ventana hacia la carretera, sintiendo que algo dentro de ella había cambiado.
No sabía que haría cuando viera a Maximiliano.
No sabía qué quería exactamente.
Pero sí sabía algo.
Que ese fin de semana le había vuelto el aliento. Y con ese aliento... quizás podría enfrentar lo que viniera.
Incluso si eso significaba enfrentar a Maximiliano Kade Deveron.
Cuando, Elena llegó. A su apartamento, saco su móvil de su bolso, lo sostuvo durante algunos segundos, como si tuviera miedo al encenderlo.
Cuando lo prendió solo llegó un mensaje de Maximiliano.
-- Tenemos viaje un viaje, te veo en el aeropuerto. --
Elena suspiro profundo, pensado en lo que significa está cerca de Maximiliano, pero también serviría para saber, que es lo que realmente siente por Maximiliano, si solo es algo pasajero, o realmente está enamorada de él.
El aeropuerto estaba abarrotado, como siempre, pero, para Elena el bullicio parecía una envoltura distante, algo que apenas rozaba sus pensamientos. Después de pasar fin de semana en casa de su padre, intentando recomponerse poco a poco su mundo y, sobre todo, poner en orden sus pensamientos. Desde que la noche en la qué Maximiliano la acompañó, en la que cruzaron una frontera que ambos habían evitado durante años, Elena. Había decidido establecer distancia. Profesional. Fría. Necesaria.
Al menos eso había intentado.
Pero esa mañana, cuando vio a Maximiliano llegar al aeropuerto con su habitual elegancia. Traje Oscuro, abrigo sobre los hombros, mirada firme. Su presencia la golpeó una intensidad que no estaba preparada para enfrentar.
-- Buenos días. -- saludo Maximiliano, con voz grave rompiendo la Barrera de ruido del lugar.
-- Buenos días, señor Deveron. -- contestó Elena con una formalidad exagerada, casi rígida.
Maximiliano le miro con esos ojos que parecían ver más allá de cualquier máscara.
-- Elena... no vamos a hacer esto otra vez, ¿correcto? --
-- ¿Hacer qué? -- preguntó Elena mientras revisaba los documentos del viaje en su tablet.
-- Pues tener que no pasa nada. --
-- No estoy pretendiendo nada. -- mintió con suavidad. -- Solo estoy trabajando. --
Maximiliano no respondió. Pero su clavó su mirada tan penetrante que Elena sintió que cada latido en su corazón quedaban descubierto. Al final, él se limitó a guiarla hacia el área de abordaje con una mano en la parte baja de su espalda. un gesto mínimo, casi casual... pero qué hizo que Elena se tensara.
Maximiliano lo sintió.
Lo sintió todo.
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨
1ro....2do.....3ro....tú, entonces que se enrede en las patas de los caballos