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Destinada A Amar Al Alfa

Destinada A Amar Al Alfa

Status: En proceso
Genre:Hombre lobo / Novia sustituta / Matrimonio arreglado / Pareja destinada
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Luna Ro

Cuando la familia de Saya es tomada como rehén por los soldados del despiadado Alfa Kadir, el destino parece sellado. Sin embargo, en medio del caos, aparece Savir, el Alfa supremo de la manada Luna Dagda, un lobo temido en todas las regiones por su fuerza implacable y su corazón helado desde la muerte de su compañera.
Como pago por su vida, el padre de Saya promete entregarle a su hija mayor en matrimonio... sin imaginar que esa hija ya ha sido prometida a otro.
La deuda debe saldarse, y la única opción es Saya.
Obligada a ocupar el lugar de su hermana, Saya es entregada al Alfa como una novia de reemplazo, condenada a compartir lecho y manada con un lobo al que teme... y que no tiene intención alguna de amar.
Savir ha jurado lealtad eterna a su compañera fallecida. Para él, Saya no es más que una sombra, una sustituta.
Pero hay un secreto que el destino no tardará en revelar: la sangre de Saya lleva la marca. Ella es su verdadera pareja destinada.

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Capítulo: Si te lastiman, los destruyo

—¿Castigar? ¿Acaso me golpeará?

Alfa Savir tomó su brazo, la llevó hasta la  habitación al fondo, ella tenía mucho miedo, su corazón latía asustado.

Bajaron unas escaleras y llegaron la sauna privado; era un lugar húmedo, con una piscina en medio, rodeado por piedras. De pronto, Saya sintió calor, era como si el agua o las piedras hicieran que se sintiera demasiado ardiente.

Observó bancas de piedra.

—Desnúdate —dijo él.

Los ojos de la joven se horrorizaron.

—¿Qué…? Yo… por favor, no…

—¡Obedece! —gritó y tomó una cuerda de cuero.

Saya tuvo mucho miedo, quiso correr.

«Es mi castigo»,pensó con tristeza

Ella se quitó  la capa de lana, luego se quitó el vestido de dormir, y el resto de las ropas.

La mirada de Savir se deslizó con deseo. Era un cuerpo delgado, con pequeños pechos que cabrían perfectos sobre sus manos, un vientre delgado, con caderas bien proporcionadas y glúteos redondos, piernas torneadas.

—Arrodíllate.

Ella intentó cubrirse con las manos, temía por el dolor. Él caminó unos pasos detrás de ella, tomó la cuerda, apretó con tal fuerza que lastimó sus propias manos.

Iba a hacerlo, iba a golpearla, era así como se acostumbraba a castigar a las hembras, pero un segundo después imaginó a Saya herida, sollozando, aunque quiso hacerlo, no podía.

Era como si algo en su interior se lo prohibiera.

Saya cerró los ojos, sollozaba en silencio, esperaba  el primer golpe.

—¡Levántate! ¡Levántate ahora! —exclamó Savir.

Ella obedeció, estaba temblorosa.

Savir se alejó y se sentó sobre el suelo, cercano a la piscina. Movió su dedo índice, indicando que se acercara.

Saya cubría sus pechos con una mano, con la otra intentaba cubrir su feminidad.

—Por favor, no me haga daño.

—¡Ven aquí!

Su cuerpo temblaba, se acercó despacio, él alzó la mano exigiendo que fuera hacia él. Saya  pensó en correr, pero al final levantó su mano.

Alfa Savir tomó su mano, la haló a él, la obligó a ponerse poca abajo, sobre sus piernas; ella no quería, pero no fue forzada.

Su estómago y el vientre quedaron sobre las piernas de Alfa Savir, ella bocabajo, y su espalda y trasero frente a él.

«Nunca fui tan humillada en la vida, juro que odiaré a este lobo por el resto de mi vida, y si existe otra, también lo haré», pensó con rabia y el rostro enrojecido.

—Te has portado muy mal, Saya Sallow. Ahora te enseñaré a quién debes respetar, y la próxima vez que te portes mal, sabrás lo que te pasará.

Ella temblaba, sollozaba muy  bajito, pero él podía escucharla.

Quería ser ese gran Alfa que era respetado y temido al mismo tiempo, al que todos temían, el que mandaba a cortar la cabeza en un solo instante, el que había enfrentado a diez mil lobos, casi solo.

Observó ese trasero redondo, y su mano lo acarició primero.

Saya sintió que estaba roja, avergonzada, ningún macho tocó su cuerpo de ese modo, ni siquiera su padre la golpeó nunca.

Pero, sintió la primera nalgada, no fue algo dulce, fue fuerte.

Lanzó un quejido.

Alfa Savir se detuvo, lanzó un suspiro, su mano era pesada. Dio otra nalgada con la misma fuerza.

Ella chilló, lloró fuerte, más que el dolor era por la humillación.

Alfa Savir la escuchó, llorando, y se detuvo.  Su  mano volvió a su trasero, esta vez, en lugar de pegar, acarició suavemente, como si quisiera consolarla.

Saya se estremeció al sentirlo.

Él hizo que se girara, quedando en sus brazos, en la misma posición, pero bocarriba.

Sus miradas se encontraron, ella intentó cubrir sus pechos, y su intimidad, pero él le quitó las manos, entonces, Saya cubrió su rostro, avergonzada.

—Soy el Alfa, dueño de toda la manada, pronto serás uno de nosotros, pero además, seré tu pareja, eso significa que seré tu dueño. Desde la punta de tu cabello, hasta tu pie, será mía —dijo quitándoles las manos del rostro con dureza.

Él tomó su rostro, la besó sin reservas, como lo había hecho. Esta vez el beso no fue como antes, era un beso urgente, apasionado, su lengua se coló a su boca, acariciándola.

Saya no pudo hacer nada, se quedó tiesa como una estatua, sintiendo ese beso, respondiendo cómo se le daba entender.

Por un instante su mano acarició el rostro de Savir, relajó su cuerpo, cediendo, descubrió que si lo hacía todo era más llevadero.

Savir rompió, él besó, sus miradas se encontraron. Había deseo, una ganas de poseerla, su lobo aullando con frustración por hacerla suya y su olor inundando sus fosas nasales, él respiró profundo.

«Soy el Alfa, puedo hacer lo que quiera, pero si lo hago, no habrá sábana que mostrar».

Esa idea le causó gracia, tomó a Saya como un bebé, y la metió en la piscina, aun cargándola.

Saya comenzó a nadar, creyó que el agua estaba fría, pero estaba tibia y tolerable.

Él se quitó toda la ropa, en medio de la piscina, la lanzó a la orilla, y comenzó a nadar.

—¿Puedo ver a mis padres?

Savir nadó hasta ella.

—¿Aún no me crees que no los maté?

Él sonrió.

—Ya veremos, Saya, si te portas bien, tal vez.

—¿Qué debo hacer?

Él sujetó su barbilla.

—Simplemente, no vuelvas a escapar.

—No volveré a escapar, lo juro, solo quiero saber que mi familia está bien.

—¿Y por qué? Dame una razón. Te abandonaron como a un perro, eres una cachorra de sacrificio, ¿Por qué te importa?

Ella hundió la mirada.

—Porque… son mis padres, el amor no mueres, Alfa Savir, el amor no muere solo porque te hayan traicionado.

—Debería morir, aquel que ama lo que lástima es un débil, recuérdalo.

—Usted me lastimó, pero me hará jurar que lo amaré.

Él sonrió.

—Yo no te lastimé, ¿abandonar a quien debes amar, no es lastimar?

Ella titubeó.

—No me respondas, Lady Saya, ya no es una pregunta, sal de aquí, vístete. Vuelve a tu habitación, mañana es la presentación ante la manada, es un día importante.

Alfa Savir fue hasta los escalones de piedra, estaba completamente desnudo.

Ella pudo ver su piel morena, sus piernas torneadas, fuertes, tenía unos glúteos redondos y grandes, su espalda ancha, sus brazos fuertes y musculosos.

Ese macho se veía intimidante.

Saya bajó la mirada, cuando creyó que vería su virilidad. Era un hombre en toda la extensión de la palabra, pero sabía algo en él, algo que hacía que su cuerpo se inquietara demasiado.

Saya salió, se visitó a toda prisa.

Cuando volvió a la habitación, observó al Alfa ser vestido por dos guardias. Saya no dijo nada, y salió muy despacio.

Afuera estaban sus damas.

—¡Lady Saya! Estábamos angustiadas, casi nos matan, si usted no volvía, luego nos pidieron venir aquí.

Lady Saya respiró profundo.

—Lo siento, vamos a dormir.

Las omegas no dijeron nada y la siguieron.

***

Al día siguiente.

Saya durmió casi hasta media mañana. Cuando se despertó, casi gritó, pensando que era tarde.

—No se angustie, Lady Saya, la hemos dejado dormir por orden del Alfa Savir, la presentación se cambió para la tarde noche, se hará una fiesta por usted en la Luna Nueva.

Ella se levantó, ya tenía el desayuno en su mesa.

Luego de comer, fue llevada al sauna. Las omegas la bañaron, la vistieron y peinaron; el vestido que usaría era de un color rojo.

—¿Todo aquí es rojo?

—Para la manada Luna Dagda el rojo es el color del amor.

Llamaron a la puerta, cuando Lady Lynn entró, la dama hizo una suave reverencia, y salió.

—Lady Saya, es hora de ir a la manada, debes ganarte el amor de nuestro pueblo, hoy te acogerán como nueva hija de la manada Luna Dagda.

—¿Nueva hija? —exclamó.

—Sí.

—¿Qué debo hacer?

La mujer sonrió.

—Ya lo verás, ellos te enseñarán. No puedo enseñarte nada, porque ser una hija de nuestra manada Luna Dagda se elige, no se aprende.

Salieron de ahí, ella llevaba su vestido largo, con una capa plateada, cubrió su cabeza, y salieron.

Afuera estaba el carruaje que la llevaría a la plaza de reunión.

Cuando el carruaje se detuvo, ella bajó.

Alfa Savir estaba ahí, fue él quien la ayudó a bajar.

No soltó su mano.

—Estoy asustada, ¿debo hacer algo para que todo esté bien?

Savir sonrió.

—Solo sé fuerte, sonríe a los cachorros y a las hembras, a los machos no los mires a los ojos, ellos no te merecen. Nadie insultaría a la futura Luna del Alfa.

Entraron en la plaza, la gente comenzó a aplaudir, parecían emocionados y alegres; sin embargo, se escucharon unos gritos.

—¡Bruja! —gritaron varios lobos encapuchados, ellos comenzaron a lanzar piedras; de pronto, los gritos fueron ensordecedores.

—¡Loba bruja!

Saya se puso nerviosa, cuando la multitud comenzó a correr hacia ellos. Provocados por el pánico, vio a un lobo a punto de lanzarle una piedra.

—¡Alfa Savir…!

—Mantén la frente en alto, si te hieren, me hieren, si alguien te lastima; yo lo mato.

Savir, que llevaba su arco y flecha, no dudó.

Antes de que el lobo lanzara la piedra, una flecha atravesó su frente, y cayó.

Gritos ensordecedores resonaron en el lugar.

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Kelestine Santoso
Actializa plissss
Bea Rdz
Esto me emociona
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