16 extraños han sido abducidos para ser parte de un juego mortal, a manos de un fanático peligroso quién quiere recrear los escenarios macabros de sus series de terror y thriller favoritas ¿quién sobrevivirá a las reglas absurdas del autoproclamado Señor Cornamenta?
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La amargura de Neo
Neo esperó que la alarma indicara el inicio de un nuevo día, antes de tomar un baño y acicalarse. Está vez prestó atención a lo que decía la voz del Señor Cornamenta. <
Se dio cuenta de que le quedaba sólo un conjunto limpio al revisar en su closet. Cuarto día en ese infierno y ya le tocaba hacer la colada. Supuso que eso, al menos, rompía un poco con la monotonía. Se prometió llevar el cesto de ropa sucia a la lavandería, después del desayuno. Al salir de su habitación, el edificio pareció recobrar vida: alguien estaba gritando. Ya Neo suponía que debía tratarse de Sol, pero genuinamente no tenía ganas de lidiar con eso. Esa mañana, él no estaba de humor. Hizo caso omiso al saludo de Rosa, con quién se había cruzado en las escaleras, y descendió a la planta baja.
Iba en camino al gran comedor cuando se detuvo en seco: la hora en el reloj era la correcta. Eso significaba que la gran mayoría ya debía estar en el restaurante, y de manera inexplicable, sintió ganas de desaparecer en ese momento. No tenía idea del por qué, pero no quería interactuar con nadie. Retrocedió sobre sus pasos e ingresó en la puerta hacia el área de empleados. Casi por inercia, se adentró en el cuarto de limpieza y abrió la puerta de la salita. Allí estaba Lilith, preparando su comida. La chica dio un salto del susto, y tuvo que agarrar fuertemente el mango de la sartén para que no cayera al suelo.
–¡¿Qué diablos haces aquí?! –Demandó Lilith. Apretaba los labios con furia y con sus ojos profundos le lanzaba miradas asesinas.
–¿Por qué? –preguntó Neo con sorna– ¿Acaso no es este lugar público?, ¿Abierto para cualquiera que desee usarlo? –se encaminó hasta la mesa y tomó asiento– No eres la única con derechos en este lugar, ¿Sabes? –la amargura le recorría como bilis por la garganta.
Neo no olvidaba la actitud petulante de Lilith en el día anterior. Sin embargo, él sabía que esa no era la razón por la que le hablaba con tal algarabía; en realidad, lo estaba usando como excusa. Necesitaba descargar su estrés con alguien, y daba la casualidad de que ella se había cruzado en su camino. Neo esperaba que ella le respondiera con un tono similar, pero de manera sorprendente, se le quedó mirándolo con curiosidad.
–¿Qué? –le preguntó él, algo desconcertado, pero dejando escapar todavía su irritabilidad.
–¿Por qué estás aquí? –alzó una ceja. Esta vez redujo la hostilidad en voz, entrecerrando los ojos como queriendo leerle la mente.
–¡Ya te lo dije! –gritó Neo, como si Lilith le hubiese dicho una palabra malsonante.
–No, no lo has hecho –negó con la cabeza– ¿Por qué no estás desayunando en el restaurante?
Neo no entendía por qué Lilith le daba vueltas a la cuestión. Él podía estar dónde quisiese cuando le diera la gana ¿Por qué tendría que dar justificaciones? Muy en el fondo, el sabía que estaba reprimiendo un pensamiento: estaba rompiendo con una rutina conocida por la mayoría, y eso podría preocupar a sus compañeros. En un juego mortal como ese, cualquier cambio inusual era razón suficiente como para pensar lo peor. Aún así, en ese momento no podía darle más igual el asunto.
–¿Por qué te importa? –respondió sin pensar bien sus palabras.
–No es que me importe si te peleaste con tus amiguitos o no, en realidad –apretó de nuevo los labios hasta que se volvieron blancos– ¡Sólo quiero saber por qué vienes justo aquí cuando yo…?– se vio impedida de terminar la frase.
–Sabes que esta habitación cuenta con llaves propias, ¿verdad? –Interrumpió Neo rodando los ojos– están al lado del ascensor. Se levantó de la silla y caminó hacia la puerta con paso firme, dispuesto a demostrarle su punto.
–¿Eh? –respondió ella perpleja, para luego dirigir la mirada hacia la puerta, como si pudiera ver a través de ella, ubicando la posición de las llaves.
–El manojo que está… –la expresión de asombro en ella le hizo volar los tapones– ¡Vamos, por dios! ¿Cómo es posible que no las hayas visto?
–No es que no las haya visto por torpeza mía –respondió Lilith visiblemente ofendida– ya sabía que está habitación debía contar con llaves propias.
Un ligero olor a quemado empezó a emanar de la sartén, pero Lilith siguió enfocada en su conversación con Neo.
–Es sólo que nunca están en su lugar cuando vengo para acá –frunció el ceño– Y tampoco las ví hoy.
A Neo se le hizo realmente extraña esa noticia. En todas las veces que se había adentrado a la sala de mantenimiento siempre había sido capaz de localizar las llaves. Tuvo el impulso de girarse para corroborar lo que le estaba comentando Lilith, y al hacerlo, se topó de frente con Esmeralda.
–¡Algo se está quemando, Neo! –gritó ella asustada.
–¿Cómo? –preguntó él desconcertado.
Ella entró a la salita con premura y dio un pequeño alarido cuando vio a Lilith. Neo recordó que Esmeralda parecía tenerle miedo a la chica INTJ. Sin embargo, en ese momento ella pareció olvidarlo; pues nada más al ver lo que producía el olor a chamusquina, apartó bruscamente la delicada figura de Lilith y echó la sartén al fregadero.
–¡Ese era mi desayuno! –Bufó Lilith, dándole una patada al suelo.
–¡Lo siento! Pero si lo dejabas más tiempo al fuego, se iba a prender en llamas –se excusó Esmeralda, abriendo la llave del agua. De repente el fregadero se llenó de vapor caliente– debes tener más cuidado al cocinar –la miró con severidad.
–Esto no hubiera pasado si no hubiese recibido visitas indeseables –le gruñó a Neo.
Esmeralda pareció obviar el comentario de Lilith.
–De todas formas, ¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? –Inquirió Esmeralda pasando la mirada del uno al otro mientras se llevaba las manos a la cintura.
–Mi comida –Lilith apuntó con su índice donde se encontraban los restos de su desayuno– la acabas de tirar ahí ¿Eres tan estúpida como para olvidar algo que acabas de hacer hace un minuto?
Esmeralda pareció sentirse mal con ese comentario, por lo que Neo rápidamente formuló las palabras correctas para defenderla.
–Al menos ella trató de evitar un incendio. Uno que ibas a provocar tú –saboreó cada palabra incentivado por la tierra que le estaba empezando a agarrar a su compañera.
–Vete a la mierda –le gritó harta, y salió de la habitación con furia.
Neo sonrió con satisfacción. En cierto modo, esa era su venganza contra Lilith. Ella había sido demasiado déspota con él sin ningún motivo real.
–Gracias –logró decir Esmeralda en una voz queda.
Neo se rascó la cabeza. Sintió el cuerpo frío: era la primera vez que estaba a solas con Esmeralda, y esperaba que esa fuese la última. Algo no terminaba de cuajar con ella. De todas formas, todavía seguía irritado y no quería estar con nadie en ese momento. Aún así, intentó ser amable y le devolvió una sonrisa.
–Pensé que estarías ayudando a Olivia en la cocina –mencionó, sin querer, con un tono de reproche. Incómodo, ensanchó más la sonrisa.
–No –sonrió ella de vuelta– se pospuso para más tarde.
–¿Por qué? –La miró incrédulo.
–Es que ahorita estamos atendiendo a Sol. Ya se despertó y…
Neo recordó los gritos que había oído en el pasillo cuando se dirigía al restaurante. No se había equivocado al asumir que provenían de la rubia. Solían ser tan estridentes que, pensándolo ahora mejor, era extraño que no los estuviese escuchando en ese momento. Inclusive, si él se encontraba en una planta inferior. Si los demás los habían escuchando estando dentro del restaurante…
–Olivia me pidió que viniera a buscar sábanas limpias para reemplazar las la recámara de Sol –se alzó de hombros– están manchadas de sangre, y también algo raídas. Honestamente, su cuarto es un desastre.
–Sí que lo es –comentó Neo llevándose la mano a la barbilla– ¿Cómo está ella, por cierto? –preguntó sin mucho interés.
–¡Oh! Ella está más calmada –comentó algo animada– No sé que hizo Arturo, pero logró tranquilizarla, y ahorita la tiene pegada a él tal cuál una bebé asustada –rió– y eso que al principio ella estaba hecha una fiera.
–No me sorprende.–murmuró con desgano, esperando que aquella conversación terminara pronto.
–¡Oh! –exclamó ella incluso más excitada– ¡Si!, ¡Si! –colocó los labios en forma de U– Esa niña tiene mucha fuerza. Se las arregló para soltarse de la cama, ¿Y adivina qué? –volvió a reír, y luego con la mano imitó el zarpazo de un tigre– le aruñó la cara a Cobalt ¡Oh, el pobre Cobalt! –dijo en un tono exageradamente dramático– pareciera que hubiera regresado de la guerra, ¿O de una pelea con una bestia feroz?
Neo no pudo evitar reír también, aunque el efecto duró poco. Seguía sintiéndose de mal humor y le estaba sacando de quicio el no saber cuál era la razón. Algo en su cara debía estar reflejando su conflicto interno, porque incluso Esmeralda pareció notarlo.
–¿Estás bien? –Lo miró curiosa– No deberías preocuparte por Lilith –se llevo un mechón de pelo hasta detrás de su oreja– ella es como arisca de manera natural ¿No?
–mmmh… No es eso –explicó con voz monótona– quizás sólo tengo hambre –mintió.
–¿Hambre? –se la mano a la boca– ¡Oh!, ¡Claro!, ¡Por supuesto!, ¡Si, si!, ¡Tiene sentido! –se excusó ella– ¡Oh, Neo!, ¡Lo lamento, pero tendrás que esperar un poco más¡ –exclamó apenada.
Esmeralda lo invitó a acompañarla al cuarto de Sol, pero él educadamente declinó la oferta, argumentando que se encargaría de limpiar los restos de comida en el fregadero. Sin más, ella se marchó utilizando el ascensor. Neo aprovechó ese momento para verificar si era cierto que el manojo de llaves hubiese desaparecido; pero ahí, reluciendo por el reflejo de la luz sobre el metal, estaba colgando en las perchas. Neo pensó que Lilith era demasiado terca como para no admitir que no se había percatado de la existencia de esas llaves ¿Qué pretendía mintiendo de esa forma? Aseverar que alguien había estado tomando las llaves era extremadamente infantil de su parte.
Neo tenía pocas o nulas ganas de prepararse algo de comer por él mismo, pero menos deseos tenía por encontrarse con otra persona, así que tomó cualquier cosa que pareciese comestible de la nevera y creó el platillo menos apetecible de la historia. Con tales niveles de apatía, engulló aquel crimen culinario y, dejando todo un desastre detrás de sí, se retiró de la sala. Lo único que se cruzaba en su mente en esos momentos era el regresar a su habitación. Su amargura había llegado a niveles insospechados, y se creía incapaz de entablar otra conversación banal que le restara aún más energía. Sin embargo, parecía que los dioses se divertían con su predicamento, porque apenas abrió la puerta de emergencia, las caras de Cobalt, Rosa y Violeta aparecieron de la nada.
–¡Hola, Neo! –la voz de Rosa perturbó la tranquilidad del pasillo– Te saludé está mañana, ¡pero no me hiciste caso! –Se cruzó de brazos– ¿dónde ibas con tanta prisa que no te daba el chance de decir un mísero <
–Bueno, Rosa –carraspeó Cobalt– alguna cosa se le habrá presentado…
–No, de hecho, nada. No tenía nada importante qué hacer –sonrió Neo de mala manera– ¿Algo qué decir, Rosa?
–¡Qué patán eres! –le golpeó el pecho a Neo con su índice– ¡Casi todos ustedes lo son!, ¡No sé qué les pasa! –terminó con un puchero.
–¿Qué nos pasa? –repitió Neo con sarcasmo– No me metas en ese saco. Mejor pregúntate: ¿qué te pasa a ti? Porque se nota que tienes un problema con todo el mundo.
–¿De aquí a cuándo tengo un problema yo con nadie?– se llevó la mano al pecho– No, Neo, el problema lo tienes tú –replicó Rosa con firmeza– Tú y los demás que se creen superiores y que nos tratan como si fuéramos basura.
–Ella tiene razón, Neo –agregó violeta– No es necesario ser pedante. Ya la mitad del grupo está lo suficientemente segregada como para que tú también te les unas.
–¡No es mi maldito problema!, ¡Cada quién que haga lo que se les de la puta gana! –antes de que pudiera darse cuenta, ya estaba gritando, incontrolable. Los demás lo miraban pasmados– ¡Ya estoy harto!
Un movimiento inesperado por parte de Cobalt hizo que Neo pensara que éste le iba a atacar. El sujeto no representaba realmente una gran amenaza, pero el hecho de que lo hubiese agarrado fuera de guardia, impidió que reaccionara con rapidez. Inmóvil y presa del terror, esperó un puñetazo directo al rostro. Sin embargo, el de azul sólo le colocó las palmas sobre los hombros, con fuerza, pero no la suficiente como para hacerle daño.
–¡¿Qué sucede contigo, Neo?!, ¡Tú no eres así! – Cobalt tenía una expresión seria, pero no exudaba molestia o indignación cómo sus compañeras, sino que más bien, una genuina preocupación.
–Y-yo, yo… –se había quedado en blanco, incapaz de responder– No sé…– le tembló la voz.
Se sintió desnudo, descubierto, embarazado y profundamente miserable. Las manos de Cobalt quemaban como aceite hirviendo ¿Por qué se estaba comportando así? ¿Por qué no podía dejar de sentirse vulnerable todo el tiempo? ¿Por qué seguía dejándose llevar por sus propias emociones? La culpa era como un yunque anclado a sus vísceras. La mirada del chico en frente le penetraba con tal intensidad que sintió que su cabeza le iba a estallar. Aún así, él sabía que esa no era la intención de Cobalt. No lo estaba juzgando, pero aquellos ojos, llenos de compasión, eran más como un veneno letal. Su pecho se llenó de una increíble angustia.
–¡No sé qué me está pasando! –exclamó al fin, asustado. Una de sus piernas temblaba con tal fiereza que pensó que en cualquier momento terminaría desmoronándose sobre sí mismo.
–Brother, necesitas calmarte –alcanzó a decir él con suavidad– Es está situación… nos está volviendo locos a todos.
–¿Neo se está enloqueciendo también? –preguntó Rosa maliciosamente– ¿Será que hay que atarlo a la cama al igual que a Sol?
–De acuerdo, Rosa –reclamó Cobalt– creo que está de más decir esas cosas –la miró con severidad, luego se dirigió a Neo, a quién seguía sosteniendo de los hombros– Estás muy alterado. Necesitas descansar, ¿Ya comiste algo? Una panza vacía conlleva a un ánimo de perro.
–De perro rabioso –le siguió Violeta, mientras le dedicaba una sonrisa– tú jamás debes encontrarme completamente hambrienta. Jamás, o si no, descubrirás mi lado más oscuro. Puedo ser asesinamente mortal –llevó su pulgar de un extremo de su cuello al otro.
–¿<
Neo se encontraba realmente perturbado. Se desconocía a sí mismo, perdiendo el control de forma inusitada. Ahora más que nunca necesitaba aislarse y procesar sus emociones. No quería ser una carga para nadie, tampoco quería sentir culpa. Ni siquiera entendía bien por qué experimentaba tanta presión y miedo. Su piel sentía caliente mientras que su estómago era un bloque de hielo. Era como si en cualquier momento cayera víctima de una enfermedad misteriosa. Aunque Neo se excusara con el resto y tratara de despegarse para regresar a su habitación, Cobalt no lo dejaba ir, insistiendo en que no era buena idea de que él se mantuviese solo ¿Qué esperaba Cobalt que él hiciera? ¿Hacerse daño? Neo no tenía ni las más remotas intenciones de hacer algo similar, aún así se sintiera tan deplorable.
Otra vez, era tratado y escoltado como un niño al restaurante. En cierto modo, eso era también irritante. Hace rato que había cumplido con su mayoría de edad; era un adulto con todas sus letras ¿Por qué no podía hacer simplemente lo que le daba la gana? En el camino, tuvo que soportar la charla entre aquellos 3 sobre cómo habían intentado socializar con Tyrone en el Gimnasio. Neo pensó que el trío era demasiado imbécil como para darse cuenta que aquel sujeto tenía nulas intenciones de mantenerse en sintonía con el resto del grupo. Solamente un pequeño comentario por parte de Violeta fue capaz de llamar su atención.
–Él conmigo no es tan hostil, Cobalt. Supongo que se deberá a que no estoy tratando de caerle bien a cada momento –rió ella– capaz y fue él quien escondió la comba para que no te nos unieras.
–¿Por qué haría él eso?
–¿Dices que falta una comba? –interrumpió Neo– ¿En el gimnasio, quieres decir?
–mmmh … bueno –se llevó ella la mano a la barbilla– yo recuerdo que cuando fui a hacer ejercicio, había 3 cuerdas guardadas en el estante, y Tyrone ya estaba usando una… así que sí, falta una –se encogió de hombros– supongo que alguien la tomó para hacer ejercicio en su propia habitación –se estiró la palma de su mano con la otra hasta hacer tronar los dedos.
–Tuvo que haber sido Helio –comentó Rosa de manera despreocupada– No es normal que él diga que tiene cosas más importantes que hacer que andar con nosotros, en su habitación. A menos de que esté saltando la cuerda como niño chiquito… –bufó ella– no veo qué otra cosa podría hacer allí. Este lugar no es particularmente entretenido.
–Dudo que haya sido Helio. Ese man se ve que es demasiado flojo como para ejercitarse. Lo más seguro es que haya sido… no sé…¿Úrsula?
Rosa lanzó una risita de bruja.
–¿Esa vaca? –preguntó ella sarcásticamente.
–¡Dios, Rosa! ¡No es necesario ser tan grosera! –espetó Cobalt.
–No me mires así, Cobalt. Se lo merece. Ella es la razón principal por la cuál el grupo se ha fragmentado tanto.
Agradeciendo de que ya se habían adentrado en el restaurante, Neo se aproximó a la mesa dónde estaban sus compañeros, desligándose de Cobalt y de las chicas.