En un mundo dónde el sol es un verdugo que hierve la superficie y desata monstruos.
Para los últimos descendientes de la humanidad, la noche es el único refugio.
Elara, una erudita con genes gatunos de la élite, vive en una torre de privilegios y olvido. Va en busca de Kael, un cínico y letal zorro carroñero de los barrios bajos, el único que puede ayudarla a encontrar el antídoto para salvar a su pequeño y moribundo hermano.
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Capitulo 17: El Escáner
«DEPOSITEN SUS ARTEFACTOS METÁLICOS Y COMPUESTOS DE CARBONO NO ORGÁNICOS EN LOS RECEPTÁCULOS.»
«PROCEDAN A LOS ESCÁNERES BIOLÓGICOS PARA LA EVALUACIÓN DE SU CÓDIGO GENÉTICO Y LA DETECCIÓN DE CONTAMINANTES EXTERNOS.»
La voz de la IA era impasible, pero su ultimátum era absoluto. Un cronómetro digital apareció en el aire frente a ellos, sus números rojos descendiendo inexorablemente: 60... 59... 58...
—¡Ni hablar! —gruñó Rhea al instante. El metal de su rifle resonó en el silencio mientras lo levantaba y apuntaba a la pared vacía, como si desafiara a la propia voz—.
¡Es una trampa! ¡Nos quieren desarmados!
«LA RESISTENCIA SERÁ INTERPRETADA COMO EVIDENCIA DE CORRUPCIÓN DEL CÓDIGO O INTENCIÓN HOSTIL,» continuó la voz, indiferente.
«EL PROTOCOLO PARA TAL EVENTO ES LA ESTERILIZACIÓN INMEDIATA DE LA ZONA DE RECEPCIÓN. TIENEN UN MINUTO PARA CUMPLIR.»
—¿Oyeron eso? volvió a protestar Rhea, su postura era la de un lobo acorralado—.
¡Dije que no!
—Rhea, baja el arma —ordenó Kael, su voz tranquila pero con un filo de acero.
Ella lo miró, la incredulidad y la traición brillando en sus ojos blancos.
—¿Vas a obedecer a una máquina? ¡Kael, nos van a matar!
—Esa máquina acaba de crear un camino a través de un lago y nos ha bajado en un elevador. Si quisiera matarnos, ya seríamos cenizas —replicó Kael, su mirada fija en la de ella—. La fuerza bruta no sirve de nada aquí. La única salida es al revés. Ahora, baja el arma. Es una orden.
Por un instante, pareció que Rhea iba a desafiarlo. Sus nudillos estaban blancos sobre el rifle. Pero la autoridad inquebrantable en la voz de Kael finalmente la doblegó. Con un gruñido de frustración, bajó el arma.
Kael se dirigió al resto. —Hagan lo que dice. Despacio.
Mientras la tripulación, con una tensión palpable, comenzaba a moverse para desarmarse, Zaira soltó una risita suave y provocadora. Se inclinó ligeramente hacia Kael, su voz, un susurro que todos pudieron oír.
—Qué afortunado es el capitán. Atrapado en una sala con tres bellezas, y la primera orden es que se quiten todo.
La temperatura en la sala pareció bajar varios grados. La furia en la mirada de Rhea era ahora gélida. Elara se sonrojó, incómoda y molesta. Kael, sin embargo, ni siquiera miró a Zaira.
—Concéntrate, coneja —respondió él, su voz cargada de una ironía mordaz mientras se quitaba sus propias pistolas—. Si la máquina detecta veneno, podrías ser la primera en ser "esterilizada".
La sonrisa de Zaira vaciló solo un instante, reemplazada por una chispa de genuino interés ante la ingeniosa réplica. Con una reticencia casi dolorosa, la tripulación depositó su arsenal en los receptáculos y entró en los nichos. Al cerrarse la puerta, una luz blanca y total los envolvió, y un campo de energía penetrante recorrió sus cuerpos.
Salieron de nuevo al vestíbulo, y la voz regresó para dictar sentencia.
«ANÁLISIS COMPLETADO... TODOS LOS SUJETOS PRESENTAN HIBRIDACIÓN QUIMÉRICA NO AUTORIZADA...»
El holograma apareció, y el mundo de la tripulación se hizo añicos. Uno por uno, la IA desgranó sus identidades ocultas:
Rhea, el Oso del Blindaje Plateado;
Elara, el Búho Escarlata;
Zaira, la Comadreja Adamantina;
Jax, el Basilisco de Roca;
Orion, el Behemoth Goliat.
Y para cada uno, la misma promesa imposible:
ATRIBUTO PRIMARIO: METABOLISIS DE RADIACIÓN SOLAR (LATENTE).
La última entrada apareció, parpadeando en rojo.
«SUJETO: KAEL... ALERTA. GEN PRIMIGENIO 'PANTHERA-AUREA' DETECTADO EN ESTADO ACTIVO...»
«SE HA DETECTADO POTENCIAL PARA LA ACTIVACIÓN FORZADA DE LOS GENES LATENTES,» concluyó la IA. «EL PROTOCOLO 'CRISOL' ESTÁ DISPONIBLE EN EL LABORATORIO GENÉTICO, SECTOR OMEGA. ACCESO CONCEDIDO.»
Una nueva puerta se abrió. Sus armas reaparecieron.
Nadie se movió. Se quedaron paralizados, atrapados entre la estupefacción de la revelación y la odiosa invitación del pasillo abierto. El holograma con sus identidades genéticas flotaba en el aire, una sentencia que los había redefinido a todos.
Fue Rhea quien rompió el hechizo. Con una determinación feroz, caminó hacia el receptáculo, recogió su rifle y se posicionó instintivamente un poco por delante de Kael, como un escudo humano. Su mirada blanca se clavó en él.
—No importa lo que diga una máquina —dijo, su voz baja y cargada de una lealtad inquebrantable—. Sigues siendo nuestro capitán.
Elara, todavía temblando por la magnitud del descubrimiento, se acercó a Kael. No solo a él, sino a todos. —Rhea tiene razón. No es una contaminación —dijo, su voz de erudita tratando de encontrar orden en el caos—. Es... un origen. El nuestro. La máquina lo llama corrupción porque nos compara con un código base "puro" que ya no existe. Esto es en lo que nos hemos convertido.