Alice Crawford, una exitosa pero ciega CEO de Crawford Holdings Tecnológico en Nueva York, enfrenta desafíos diarios no solo en el competitivo mundo empresarial sino también en su vida personal debido a su discapacidad. Después de sobrevivir a un intento de secuestro, decide contratar a Aristóteles, el hombre que la salvó, como su guardaespaldas personal.
Aristóteles Dimitrakos, un ex militar griego, busca un trabajo estable y bien remunerado para cubrir las necesidades médicas de su hija enferma. Aunque inicialmente reacio a volver a un entorno potencialmente peligroso, la oferta de Alice es demasiado buena para rechazarla.
Mientras trabajan juntos, la tensión y la cercanía diaria encienden una chispa entre ellos, llevando a un romance complicado por sus mundos muy diferentes y los peligros que aún acechan a Alice.
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Capítulo 17 Reflexiones
El Audi negro avanzó por las calles de Nueva York hasta detenerse suavemente frente al edificio de apartamentos de Alice. La noche era fresca, y la ciudad resplandecía bajo las luces de los rascacielos y el bullicio de la vida nocturna. Aristoteles salió del coche y rodeó el vehículo para ayudar a Alice a descender. Ella aceptó su brazo, apoyándose con naturalidad mientras él la guiaba hacia el lobby.
A medida que caminaban, Alice permanecía en silencio, sumida en sus pensamientos. Las palabras de Aristoteles sobre la adolescencia y la cercanía emocional seguían resonando en su mente. La idea de intentar acercarse a Nathan de una manera diferente la hacía sentir vulnerable.
Al llegar al lobby, Alice rompió el silencio, sin apartar el rostro hacia él.
—Aristoteles, ¿cuándo crees que sería un buen momento para intentar lo que dijiste? —preguntó, su voz suave pero llena de dudas.
Aristoteles la miró de reojo, respirando hondo.
—Cuando usted lo decida, señora Crawford —respondió con sinceridad—. Quizá podría llevarlo a un lugar donde él se sienta cómodo, algo que a él le guste.
Alice asintió, considerando su sugerencia.
—Quizá… podríamos ir al centro comercial. Pero… —suspiró, y su tono adquirió una nota de frustración—. ¿Para qué iría yo? No puedo ver, y la verdad, no sé si haría alguna diferencia.
Aristoteles se tomó un momento antes de responder, recordando sus propias experiencias como padre de una adolescente.
—A veces no es para nosotros, sino para ellos —respondió, su voz reflejando una mezcla de comprensión y empatía—. Solo el hecho de acompañarlos, de estar allí, significa más de lo que creemos. Aunque en el momento parezca irrelevante, luego te das cuenta de que esas cosas son las que fortalecen el vínculo.
Alice lo miró con una expresión que, aunque no podía verlo, parecía reflejar una mezcla de sorpresa y reconocimiento. Aquello le sonaba tan real y al mismo tiempo tan distante de lo que había experimentado en su vida profesional.
—Gracias, Aristoteles. Aprecio mucho tu perspectiva —dijo finalmente.
Cuando llegaron al ascensor, Aristoteles presionó el botón y las puertas se abrieron en silencio. Alice se soltó de su brazo y se preparó para entrar.
—Buenas noches, Aristoteles.
—Buenas noches, señora Crawford —respondió él, con una ligera inclinación de cabeza mientras las puertas se cerraban, dejándolo en el lobby.
Dentro del ascensor, Alice se quedó pensando en sus palabras. Recordó el primer momento en el que había tenido contacto directo con Aristoteles, cuando sus manos recorrieron sus hombros y sintieron la firmeza de su cuerpo. En aquel instante, había experimentado una sensación de conexión que iba más allá de lo profesional, algo que despertaba su curiosidad y la hacía sentir, de algún modo, vulnerable y segura al mismo tiempo.
El suave sonido de las puertas abriéndose la sacó de sus pensamientos. Caminó por el pasillo en dirección a su departamento, guiada por la familiaridad de cada paso, pero se detuvo al escuchar risas y voces que parecían salir de su sala. Reconoció algunas voces y sintió una ligera sorpresa.
—Ya llegué —dijo Alice, su tono firme pero educado mientras avanzaba hacia el salón.
—Cariño, ven, estamos aquí —respondió Jonathan, quien se acercó a ella y le ofreció su brazo con un gesto de cortesía.
Alice le tomó el brazo y dejó que la guiara hasta el salón, donde percibió el murmullo de varias personas. Jonathan se detuvo junto a la mesa, donde parecía haberse organizado una pequeña reunión.
—Tenemos al gobernador y su esposa, también al senador Fontaine… —Jonathan hizo una pausa antes de añadir en un tono algo más informal—. Y, claro, Jessica, mi secretaria.
Alice sonrió con cortesía mientras tomaba asiento, saludando a cada uno de los presentes. Aunque no podía ver sus rostros, podía sentir las miradas sobre ella y la forma en la que todos parecían observarla con atención.
—Es un placer encontrarlos a todo —dijo Alice, mientras la conversación retomaba su curso. Ella participaba de manera puntual, escuchando las historias y las opiniones políticas que llenaban el ambiente de un tono formal pero relajado.
Durante la cena, Jessica, quien había estado observando a Alice de cerca, aprovechó un momento en que los otros estaban ocupados en conversación para inclinarse un poco hacia ella, buscando su atención.
—Señora Crawford, ha sido una noche interesante, ¿no es así? —dijo Jessica en un tono suave, pero amistoso.
Alice giró el rostro hacia Jessica, captando la intención en su tono.
—Así es, Jessica. Supongo que Jonathan disfruta este tipo de veladas —respondió Alice, con una sonrisa discreta.
Jessica asintió, sonriendo también.
—Sin duda, el congresista tiene un talento natural para conectar con la gente. Aunque, debo admitir, usted también tiene una presencia notable, señora Crawford. Me imagino que debe ser un desafío llevar adelante Holdings Crawford y mantener el equilibrio en casa.
Alice se mantuvo serena, aunque percibió la intención detrás de las palabras de Jessica. Había un matiz de curiosidad, quizás hasta una leve insinuación de complicidad.
—Es un desafío, sí. Pero he aprendido a manejarlo con el tiempo —respondió Alice, con un tono tranquilo y firme.
Jessica, viendo que Alice no se descomponía fácilmente, sonrió con un toque de admiración.
—Siempre he pensado que hay mucho que aprender de mujeres como usted, que logran equilibrar todo y aún así mantener el control. No puedo imaginarme el nivel de compromiso que eso requiere.
Alice asintió lentamente, captando la intención de Jessica. Había algo en el tono de su voz que insinuaba un intento de cercanía, un deseo de ganar su confianza.
—El compromiso es esencial, Jessica. Y también lo es rodearse de personas en las que una pueda confiar —respondió Alice, con una leve sonrisa que parecía evaluar cada palabra de su interlocutora.
Jessica sonrió, mostrando una expresión de deferencia y, al mismo tiempo, de respeto.
—Bueno, señora Crawford, sepa que siempre puede contar conmigo para lo que necesite. Soy una admiradora de su trabajo, y créame, no lo digo solo como secretaria del congresista —agregó Jessica, en un intento de transmitir una lealtad más profunda.
Alice inclinó la cabeza en señal de agradecimiento, sin dar señales claras de su reacción a la propuesta de Jessica, pero manteniendo una sonrisa educada.
—Lo tendré en cuenta, Jessica. Agradezco tu disposición.
La conversación se desvió hacia los otros invitados, y Alice aprovechó para asentir de forma cortés en cada comentario que se hacía a su alrededor. Pero en su interior, seguía pensando en los recientes acontecimientos y en la nueva cercanía que empezaba a forjarse con Aristoteles.
Por otra parte está Aristóteles....wao, todo en él grita "soy Griego", hasta el nombre