NovelToon NovelToon
Promesas De Amor

Promesas De Amor

Status: Terminada
Genre:CEO / Completas / Amor a primera vista / Malentendidos / Traiciones y engaños / Pareja destinada / Amor eterno
Popularitas:15.3k
Nilai: 4.7
nombre de autor: Pretty Savage 19

Arthur O'Connor, un joven acostumbrado al lujo y a que todo se rinda ante su fortuna, a un exclusivo barrio en un pequeño pueblo. Con su mirada arrogante y su mundo perfectamente estructurado, está seguro de que el cambio no será un desafío para alguien como él. Sin embargo, todo su esquema se tambalea al bajar del carro y encontrarse con Margareth, una joven humilde, de risa fácil y una alegría que parece contagiarlo todo. Margareth, junto a su abuela, reparte mermeladas y tartas caseras por el vecindario, convirtiéndose en el alma del barrio con su espíritu caritativo y juguetón.

Para Arthur, ella es un desafío tan irresistible como desconcertante. Está convencido de que su dinero y su encanto serán suficientes para ganarse su atención. Sin embargo, Margareth, con su corazón puro y libre, no es alguien que pueda comprarse.

NovelToon tiene autorización de Pretty Savage 19 para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 4

Era una tarde de verano especialmente calurosa cuando me di cuenta de que ya no podía ignorarlo más. La sensación, esa extraña sensación que se había ido instalando en mi pecho desde que la conocí, comenzó a convertirse en algo más fuerte, más persistente. Margareth ya no era solo una joven humilde que vendía mermeladas en la plaza. Ya no era solo una cara bonita que pasaba junto a mí en el camino. No, algo dentro de mí me decía que debía tenerla cerca, solo para mí. Algo me decía que no podía dejarla ir, que debía protegerla, cuidarla, como si fuera una joya delicada que podría romperse en cualquier momento.

Era como si la hubiera visto por primera vez con los ojos de un hombre completamente diferente. Ya no era simplemente una chica que me atraía por su belleza o su dulzura. Ya no se trataba de un deseo superficial. No, ahora era algo más profundo. Algo que no sabía cómo manejar, pero que no podía ignorar.

La veía como un pájaro, un ser libre, hermoso y lleno de vida, pero que debía estar en una jaula, bajo mi control, para que nada le hiciera daño. Debía estar conmigo. Para mí. Y ese pensamiento me hizo estremecer de una manera que ni yo mismo entendía.

Esa tarde, mientras caminaba hacia el jardín de mi casa, supe lo que tenía que hacer. Si quería que ella fuera mía, tendría que impresionarla, demostrarle que estaba a su nivel, que podía ofrecerle algo más que un simple "buenas tardes". Así que decidí que era hora de mostrarle lo que tenía, lo que había hecho y ganado. Mi colección de autos era algo que podía usar, algo que la haría mirar hacia mí con otros ojos. Si la impresionaba con el lujo que me rodeaba, si le mostraba cuán distinto era de los demás, quizás entonces podría convencerla de que yo era el único que la entendía.

Poco después, la vi acercarse al camino, con su canasta de mermeladas, como siempre. Llevaba un vestido sencillo y su cabello caía en ondas sobre sus hombros. La imagen de su figura tan natural me hizo sentir un pequeño pinchazo de celos, como si la naturaleza misma me estuviera desafiando a ser mejor, a ser digno de su atención.

Decidí acercarme a ella, con una sonrisa que sabía que debía ser cautivadora.

—Margareth —la llamé, con voz suave, para que me prestara atención.

Ella levantó la vista, sonrió amablemente, pero no mostró ninguna sorpresa. Era como si ya se hubiera acostumbrado a mis interrupciones.

—¿Qué tal, señor O'Connor? —dijo con su tono suave, casi musical.

—He estado pensando —comencé, mientras la observaba fijamente—. ¿Te gustaría ver algo? Algo que te podría interesar.

Ella levantó una ceja, claramente curiosa, pero no parecía impresionada.

—¿Qué es? —preguntó, sin detenerse en su marcha, aunque me miraba de reojo.

—Mis autos —respondí, sonriendo con una mezcla de orgullo y deseo de impresionarla. —Tengo una colección bastante impresionante. Te gustaría verlos.

Al principio, dudó un poco. Sabía que no era la clase de persona que se dejaba impresionar por lujos vacíos, pero al final, asintió con la cabeza, siguiéndome hasta el garaje.

Cuando llegamos, mostré mis autos con un gesto amplio de la mano, como si fueran tesoros a la vista. Estaba orgulloso de lo que había logrado, de lo que había acumulado. Los autos brillaban bajo el sol, cada uno una obra de arte que reflejaba mi éxito.

—Son bonitos —comentó ella, mirando los autos con una expresión que parecía más neutral que admirativa—. Pero… tengo que seguir entregando las mermeladas.

Eso me hizo sonreír, aunque por dentro me sentí un poco frustrado. No estaba impresionada, como esperaba. Pero no iba a rendirme tan fácilmente.

—¿Y si te compro todas las mermeladas que tienes? —pregunté, intentando ser más persuasivo. No era solo una compra, sino una forma de mantenerla cerca, de ofrecerle algo que la hiciera pensar en mí.

Ella me miró un momento, evaluándome, y luego se encogió de hombros.

—No es necesario, señor O'Connor. Mis mermeladas son para todos, no solo para una persona —respondió con una amabilidad que me desconcertó, como si nada en su mundo tuviera que ver con la riqueza o el poder.

Un pequeño silencio cayó entre nosotros mientras ella observaba uno de los autos, tocando ligeramente la puerta de uno de los modelos más antiguos con una suavidad que casi me hizo sentir celos del coche.

—Quizás algún día me atreva a venderte todo lo que tengo —dijo, finalmente, con una sonrisa ligera, como si la idea de hacer negocio conmigo le causara cierta diversión.

Pero yo no me reí. Mi mente seguía corriendo, analizando, buscando formas de hacer que ella me viera no solo como un hombre rico y superficial, sino como algo más. Porque, en el fondo, había algo que me decía que ella no necesitaba lujos ni autos caros. Ella solo necesitaba algo más profundo, algo que yo aún no sabía cómo ofrecerle.

Sin embargo, una parte de mí sabía que no iba a dejar de intentar. No la dejaría ir. Porque Margareth era mi obsesión, mi deseo, y no descansaría hasta que lo tuviera todo, hasta que ella fuera mía.

La tarde estaba cálida, pero la brisa entre las rocas me hacía sentir un poco más fresca. Había decidido volver allí, donde las piedras afiladas parecían ofrecer un desafío, pero esta vez no era para mí. El pequeño conejo atrapado entre las rocas necesitaba ayuda, y no podía dejarlo allí. No importaba lo que dijeran, me sentía en paz con lo que hacía. Siempre había sido así, siempre me había gustado ayudar a los demás, incluso a los más pequeños e indefensos.

Mientras trataba de sujetar al conejo con suavidad, sentí que la tierra estaba más resbaladiza de lo que imaginaba. Mis manos temblaban ligeramente, pero mi foco estaba en el animal. Finalmente lo sostuve con firmeza entre mis manos, aliviada de haberlo rescatado, pero al intentar ponerme de pie, una de mis piernas se deslizó sobre una roca puntiaguda, y mi rodilla se raspó con fuerza. El dolor llegó rápido, punzante, y miré en silencio cómo la sangre comenzaba a salir de la herida.

Suspiré. No podía creerlo, otra caída. Sin embargo, tenía el conejo entre mis manos y, antes de pensar en mi dolor, me incliné hacia él y susurré:

—Te tengo, pequeño.

Pero algo no estaba bien. La rodilla sangraba, y el dolor ahora me ardía. Traté de hacer un movimiento para levantarme, pero no pude. Fue entonces cuando Mike apareció, viniendo hacia mí con su usual paso firme.

—¿Qué haces aquí otra vez? —me preguntó, levantando las cejas al verme en esa posición.

Me reí suavemente, pese al dolor.

—Creo que me volví un poco loca —respondí, intentando levantarme, pero la rodilla me lo impedía.

Mike se acercó con una expresión preocupada y, al ver la herida, no tardó en tomarme de la muñeca para ayudarme a levantarme.

—Te esperaré aquí —le dije al conejo, que seguía entre mis manos, sin entender del todo lo que sucedía—. Quédate quieto.

—No, espera, quédate sentada. Iré a buscar ayuda —dijo Mike, con voz grave, antes de salir rápidamente en busca de alguien.

Me quedé allí, en una roca lisa, con el conejo aún en mis manos, y un dolor creciente en mi rodilla. Miraba la herida, la sangre resbalando lentamente por mi pierna, pero también me sentía extrañamente tranquila. No me importaba tanto la herida, sino el pequeño animal al que había salvado. Eso era lo importante para mí, aunque no podía evitar sentir una cierta incomodidad al estar sola en ese lugar.

De repente, escuché un motor, un sonido familiar que me hizo levantar la vista. Ahí estaba él, parado frente a mí. Su auto deportivo brillaba bajo el sol, y Arthur O'Connor, con su elegante vestimenta, se detuvo frente a mí. Bajó del vehículo rápidamente y se acercó a donde estaba sentada, su mirada fija en mi pierna herida. Me quedé inmóvil, sin saber si debía decir algo o no.

—¿Estás bien? —preguntó, con voz profunda, la preocupación evidente en su rostro, aunque trataba de no mostrarlo demasiado.

Le sonreí con amabilidad, como siempre, aunque sentía que algo en el aire había cambiado.

—Sí, señor O'Connor —respondí, saludándolo como siempre lo hacía. Mi tono fue casual, pero mi rostro traicionó la incomodidad que sentía. No me gustaba que me viera en esta situación.

—¿Qué te ha pasado? —preguntó, esta vez acercándose más y observando mi rodilla, la sangre ahora algo más visible sobre mi pierna.

Lo miré, un poco sorprendida por su cercanía, pero me limité a sonreírle de manera tranquila.

—Nada grave. Solo un pequeño accidente —respondí, sin darle importancia al dolor que sentía. Pero por dentro, una pequeña chispa de inseguridad encendió un fuego en mi pecho. ¿Por qué estaba tan preocupado? ¿Por qué había dejado su auto deportivo para venir hasta aquí?

Arthur me miró fijamente, su expresión seria, pero algo en sus ojos reflejaba más de lo que quería admitir. Podía ver que no era solo curiosidad o simple cortesía lo que lo había llevado hasta aquí. No sabía por qué, pero algo me decía que su pregunta no solo era por la herida. Estaba mirando algo más, algo que no me atrevía a entender.

Entonces, el silencio se hizo pesado entre nosotros, mientras yo lo miraba fijamente. Sentí una incomodidad extraña al tenerlo tan cerca, pero al mismo tiempo, había algo que me decía que su presencia no era tan indeseada.

1
GiovannaXchelMayaCejudo
sin duda una historia excepcional...
GiovannaXchelMayaCejudo
esperemos que Trevor haga pecar a la monjita...
😋🤭
GiovannaXchelMayaCejudo
Trevor es determinado
GiovannaXchelMayaCejudo
que maravilla...
solo falta el Bb y será el complemento perfecto a su hermoso nuevo comienzo...
🌹❤️‍🩹
GiovannaXchelMayaCejudo
una descripción para nada indecente y sumamente fascinante...
GiovannaXchelMayaCejudo
OMG...
una sublime primera entrega...
❤️‍🔥🔥💋🥰
GiovannaXchelMayaCejudo
ay mi Dios la tensión sexual se siente hasta acá
GiovannaXchelMayaCejudo
qué onda con esos ardidos???
GiovannaXchelMayaCejudo
encontró un gran Hombre para cambiar sus vidas mutuamente para mejor
GiovannaXchelMayaCejudo
cuanto amor incondicional 🥹🥰
GiovannaXchelMayaCejudo
mi vida cuánto sufrimiento para este bello ángel 🥺
GiovannaXchelMayaCejudo
🙈🙊🙉🫂
GiovannaXchelMayaCejudo
maldito viejo cínico
GiovannaXchelMayaCejudo
ay al fin.... 🥹🥹🥹
GiovannaXchelMayaCejudo
OMG
🙈🙊🙉
GiovannaXchelMayaCejudo
que imprudentes y buitres
GiovannaXchelMayaCejudo
definitivamente Ella no estará segura en ningún lado porque ahora saben que está sola.
GiovannaXchelMayaCejudo
ay mi Dios las miradas dicen lo que las palabras callan
GiovannaXchelMayaCejudo
creo que Ella rechazó a Mike
GiovannaXchelMayaCejudo
me encanta que encuentre el valor para ya no dejarse pisotear
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play