Mi nombre es Alexander Dy Galyz, hijo mayor de Violeta de Dy Galyz, más conocida como "La Rosa Negra", la poderosa y enigmática líder colombiana radicada en Monza, Italia. Soy consciente de que mi historia está entrelazada con la de mi madre, una mujer que ha dejado una huella indeleble en el mundo, tanto en su vida personal como profesional.
A mis 24 años, soy ingeniero de sistemas, y con ello, el sucesor de un legado que mi madre ha construido con esfuerzo, sacrificio y una inteligencia que la ha convertido en una mujer respetada y temida por igual. Mi madre, a sus 41 años, ha logrado lo que pocos pueden imaginar: ha creado un imperio en Italia y ha conseguido un respeto absoluto en los círculos más altos de la sociedad.
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La Rosa Negra: El Camino Hacia la Cima
La noche en Medellín era densa, el aire cargado de tensión, como si los propios cielos estuvieran esperando el siguiente movimiento de la Rosa Negra. En el despacho de su mansión, Violeta Dy Galyz, la imponente líder del imperio de los Dy Galyz, observaba desde su ventana la fotografía del cuerpo inerte de Juan Rodríguez, su antiguo enemigo. Junto a ella, un video proyectaba las reacciones de los socios de Rodríguez, aquellos que se habían aliado con él en su lucha contra la familia Dy Galyz. Las caras de sorpresa, rabia y miedo que reflejaban en el video eran claras: no tenían idea de lo que realmente significaba enfrentarse a la familia Dy Galyz.
Juan Rodríguez había caído, pero no solo él. El Cartel del Golfo y los mexicanos de Sinaloa no sabían que el 80% de sus hombres ya estaban infiltrados en las filas de los Dy Galyz, leales a Violeta y su esposo Enzo. La traición había sido sembrada en las sombras durante años. Rodríguez, cegado por su ego y ambición, había creído que podía enfrentarse a la familia Dy Galyz, sin saber que ya estaban muy adentro de su propio territorio. Enzo, el rey de las sombras, había colocado a sus mejores hombres dentro de las redes de sus enemigos, y ahora, el imperio de los Dy Galyz estaba más fuerte que nunca.
Violeta, mientras miraba la foto, sentía una mezcla de satisfacción y determinación. La caída de Rodríguez era solo el primer paso. Ella sabía que su misión era mucho más grande: debía limpiar el camino para sus hijos, los herederos del imperio, que estaban destinados a seguir sus pasos y a expandir su poder aún más allá de Colombia.
Alexander, su hijo mayor, ya había dado un golpe maestro al deshacerse de Juan Rodríguez, y con este movimiento, había dejado claro que su poder era absoluto en el inframundo. Valentina, su hija, la pequeña demonio de los Dy Galyz, estaba siendo preparada para ocupar su lugar en el poder. Con su inteligencia y su carácter, Valentina ya era una pieza clave en los planes futuros de la familia. Mientras tanto, Mateo, el hermano menor, ya tenía su propio papel en la expansión del imperio, utilizando su carácter rebelde y audaz para controlar el territorio de América.
Violeta se sentó en su sillón, mirando el video una vez más. Sabía que ahora debía actuar con rapidez. Aunque los socios de Rodríguez en el Cartel del Golfo y Sinaloa aún no comprendían el alcance de lo que estaba sucediendo, ella ya había avanzado un paso adelante. Con Rodríguez fuera del camino, ahora el foco de atención se dirigía a la consolidación del poder de los Dy Galyz.
El regreso de Violeta a Colombia no solo era una venganza personal, sino el reinicio de un reinado que había sido forjado en la sombra, la inteligencia y la estrategia. Ella no era solo una madre; era la líder, la mujer que había levantado un imperio sobre la base de la lealtad, la astucia y, por supuesto, el miedo que infundía a todos los que osaban desafiarla. Ahora, con Juan Rodríguez fuera del tablero, su misión era clara: asegurar el futuro de sus hijos.
Alexander, Valentina y Mateo eran la herencia viva de Violeta, y su poder no solo se extendía por Colombia. El futuro estaba marcado por su imperio global: Europa, Rusia y América. Mientras sus enemigos aún se recuperaban de la pérdida de Rodríguez, Violeta Dy Galyz ya estaba trazando el camino para que sus hijos heredaran un imperio que, aunque ya inmenso, aún tenía mucho más por conquistar.
El reino de los Dy Galyz ya no era una leyenda en el bajo mundo, era una realidad. La Rosa Negra no solo era una madre; era la reina, y su familia era la verdadera fuerza que gobernaba desde las sombras, con la inteligencia y el poder de su esposo Enzo, y la determinación de sus hijos.
Los enemigos de la familia Dy Galyz pronto aprenderían una lección que nunca olvidarían: no se juega con el poder de Violeta, Enzo y sus hijos, pues la venganza de la Rosa Negra no conoce límites.
