El Guardaespaldas De La CEO Ciega

El Guardaespaldas De La CEO Ciega

Capítulo 1 Encuentro

Aristoteles Dimitrakos se encontraba de pie, en medio de la recepción del edificio de Holdings Crawford Tecnológic, sosteniendo varios documentos. El nombre de la agencia de chóferes que lo había enviado, Blackwell Chauffeurs, estaba estampado en la parte superior de las hojas, pero nadie en la recepción parecía tener interés en leerlo. La mujer tras el mostrador estaba ocupada tecleando rápidamente en su computadora, concentrada en la pantalla, como si no lo hubiese notado.

Aristoteles se aclaró la garganta, sosteniendo los documentos con una mano y dejando caer la otra en la cadera con impaciencia.

—Estoy aquí por parte de Blackwell Chauffeurs —dijo, esperando que esta vez la mujer alzara la vista.

La recepcionista finalmente levantó los ojos y lo miró de reojo, examinándolo de arriba abajo, antes de hablar con una voz monótona.

—La señora Crawford está ocupada —respondió, su tono indicando que esto era más una norma que una novedad.

Aristoteles resopló, cambiando su peso de un pie a otro, impaciente.

—¿Cuánto tardará en bajar?

La mujer esbozó una sonrisa apenas perceptible, sus dedos nunca dejaban de moverse sobre el teclado.

—La señora Crawford es una mujer muy ocupada. Puede que se desocupe en muy poco o… en mucho.

—Ya veo. —Aristoteles se resignó, murmurando una respuesta seca antes de dar media vuelta.

Se alejó unos pasos y se recargó contra una pared, observando el amplio lobby del edificio. Había obras de arte modernas colgadas en las paredes y una gran lámpara de cristal que iluminaba el lugar con un brillo pulcro, casi gélido. El lugar tenía un aire sofisticado, frío, en completa armonía con la empresa multimillonaria que allí se albergaba.

Aristoteles soltó un suspiro y jugueteó con el borde de su gorra, lanzando miradas furtivas hacia la recepción, donde la recepcionista no le prestaba la más mínima atención.

Habían pasado ya siete años desde que dejó el ejército, desde que su esposa murió y tuvo que asumir la responsabilidad de cuidar solo a su hija, Elara. Ese día había decidido que nunca volvería a poner a su hija en una situación incierta, y buscó trabajos en los que pudiera estar más cerca de ella. Este empleo, por muy temporal que pareciera, era su intento de brindar a Elara la estabilidad que tanto necesitaba.

De pronto, el sonido de un ascensor abriéndose resonó en el lobby. Aristoteles giró la cabeza hacia las puertas metálicas, observando a dos personas salir de allí. Era una mujer y un hombre. La mujer llamó su atención de inmediato, y Aristoteles supo de inmediato que se trataba de Alice Crawford. La había visto en portadas de revistas, encabezando artículos que exaltaban su astucia empresarial y su liderazgo en el mundo de la tecnología.

Alice caminaba con una seguridad impresionante, su postura erguida y elegante, cada paso decidido y calculado. Aunque llevaba gafas oscuras que cubrían sus ojos, Aristoteles podía sentir la intensidad de su presencia. Su cabello castaño oscuro caía en suaves ondas hasta sus hombros, enmarcando un rostro definido y anguloso, con pómulos marcados y labios firmemente delineados. Vestía un traje negro que abrazaba su figura esbelta, proyectando una imagen de sofisticación y poder. La piel tersa y pálida resaltaba el rojo oscuro de sus labios, dándole un toque de ferocidad.

—Dígale a Yamara que no joda, James —decía Alice, su tono firme e inflexible—. Quedamos en algo y Rava debe cumplir. No voy a repetirlo.

A su lado, el hombre de mediana edad asentía, sus ojos fijos en una tablet mientras seguía sus instrucciones con rapidez.

—Sí, señora Crawford. Revisaré el contrato de adquisición y me aseguraré de que se respete. —James caminaba a su lado, tratando de no quedarse atrás mientras ella avanzaba con naturalidad.

Aristoteles no perdió el tiempo y se adelantó hacia ellos, manteniendo un paso decidido. Se aclaró la garganta al llegar junto a Alice y James, captando la atención del asistente, quien lo miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza.

—¿Quién es usted? —preguntó James, deteniendo su avance mientras su mirada evaluaba a Aristoteles.

—Soy Aristoteles Dimitrakos. Vengo de Blackwell Chauffeurs. —Su voz resonó grave y profunda, proyectando una firmeza que hizo que Alice, aunque ciega, se detuviera y girara la cabeza hacia él, atraída por la potencia de su tono.

Alice ladeó la cabeza ligeramente en su dirección, como si intentara escuchar algo más allá de las palabras.

—¿Dónde está Anderson? —preguntó Alice, con un deje de impaciencia, su voz proyectando autoridad natural.

—Anderson está enfermo. Por eso me enviaron a mí —respondió Aristoteles, manteniéndose firme bajo el escrutinio de la mujer.

James, desconfiado, revisó rápidamente su tablet, verificando la información antes de mirarlo de nuevo.

—Déjeme ver su identificación y su licencia de conducir —dijo James, extendiendo una mano sin levantar la mirada de la pantalla.

Aristoteles sacó su billetera y le mostró ambos documentos, esperando pacientemente mientras el asistente revisaba cada detalle. Alice, que había estado escuchando con atención, volvió a hablar, sin rodeos.

—¿Cuánto tiempo lleva en el país, señor Dimitrakos? —preguntó, su voz con un tono de aparente indiferencia, aunque Aristoteles percibía algo más, una especie de evaluación sutil.

—Casi tres años —respondió él, observando su rostro con más detenimiento, sorprendido de encontrar en ella una intensidad tan hipnótica.

Aunque sus gafas oscuras cubrían sus ojos, había algo en Alice que atraía su atención de una manera visceral. Su piel parecía de porcelana, suave y sin imperfecciones, y su boca, aunque delineada en un gesto serio, tenía una curva sensual. Era una mujer de belleza indiscutible, pero había algo más: una energía poderosa que emanaba de ella, una fuerza imponente y una confianza que no dejaba espacio para la vulnerabilidad. A pesar de no ver, Alice parecía dominar su entorno con una precisión sorprendente, como si sus otros sentidos compensaran su falta de visión con una percepción que rozaba lo sobrenatural.

—Está bien —dijo finalmente James, después de revisar los documentos—. Iremos a Long Island.

Alice asintió con la cabeza y comenzó a caminar hacia la salida del edificio, sus movimientos tan seguros y fluidos como si pudiera ver perfectamente cada rincón. Aristoteles la siguió de cerca, admirando la confianza con la que se movía. A pesar de su ceguera, parecía navegar por el lobby con una seguridad absoluta, como si estuviera acostumbrada a conquistar cualquier espacio sin importar los obstáculos.

Aristoteles no pudo evitar sentir una atracción inesperada, casi visceral, por aquella mujer que irradiaba una combinación de elegancia, inteligencia y dureza. Sus años en el ejército le habían enseñado a respetar a las personas fuertes, pero Alice era algo distinto, un enigma fascinante que despertaba en él un interés que no había sentido en mucho tiempo.

—Veremos qué tal, señor Dimitrakos —dijo Alice de repente, interrumpiendo sus pensamientos mientras caminaban hacia el automóvil. Su tono, aunque indiferente, contenía un sutil desafío, como si quisiera poner a prueba su determinación.

—Haré lo posible para que tenga un viaje seguro, señora Crawford —respondió él, con un leve asentimiento.

Alice esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible, y continuó avanzando, guiada por el brazo de James. Aristoteles abrió la puerta del automóvil para ella, observando cómo se acomodaba en el asiento trasero con la misma gracia y precisión con la que había caminado por el edificio.

Mientras cerraba la puerta y rodeaba el coche para tomar el asiento del conductor, sintió una extraña mezcla de emociones. Sabía que este trabajo era una oportunidad temporal, pero por alguna razón, sentía que este primer encuentro con Alice Crawford había marcado un antes y un después. Ajustó el retrovisor, lanzando una última mirada a la mujer que estaba sentada en la parte trasera, y no pudo evitar pensar que proteger a Alice sería una tarea mucho más compleja y desafiante de lo que había anticipado.

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Comments

mariela

mariela

Comienzo está aventura con esta trama que se leé muy interesante ya que la protagonista es ciega pero imponente, fuerte y decidida mientras el es un ex militar viudo con una hija en busca del bienestar para ella veremos cómo se desarrolla.

2024-11-12

1

Nery Guerrero

Nery Guerrero

El un ex militar ella ciega y una hija enferma le toca duro a Aristóteles de ve q la novela es interesante

2024-11-30

0

GENESIS YEPES

GENESIS YEPES

me está gustando se nota interesante

2024-11-12

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