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"Objetivo" Domar Al Ceo

"Objetivo" Domar Al Ceo

Status: En proceso
Genre:Grandes Curvas / Autosuperación / Reencuentro / Amor-odio / Ascenso de clase social / Mujeriego enamorado
Popularitas:6.2k
Nilai: 5
nombre de autor: valeria isabel leguizamon

Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,

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capitulo 17

Teo caminaba por los pasillos de la oficina, el bullicio de las conversaciones a su alrededor apenas lograba tocar su mente. Algo dentro de él había cambiado. Melanie había estado distante, diferente, y aunque él lo había notado, no había entendido por qué hasta ahora. Ese día, algo en su comportamiento le había dejado claro que ella no era la mujer fuerte e imparable que él había conocido. Su fachada, esa imponente mujer que siempre parecía tenerlo todo bajo control, se desmoronaba cuando las luces se apagaban, cuando las puertas de la oficina se cerraban.

Teo había visto cómo su actitud había cambiado en las últimas semanas, cómo algo la había afectado, pero no había sido capaz de reconocerlo hasta ese momento. Ese algo estaba relacionado con su padre, y aunque Teo no sabía todos los detalles, algo le decía que no era una relación saludable. No entendía completamente lo que pasaba, pero sí sabía que Melanie estaba pasando por algo mucho más oscuro de lo que podía imaginar.

La jornada de trabajo avanzaba, pero Teo no podía concentrarse. Quería encontrar a Melanie, quería preguntarle si estaba bien, pero sabía que no sería tan sencillo. Siempre había mantenido su distancia, burlándose de ella en la oficina, viéndola como una competencia que no podía alcanzar, pero ahora las cosas habían cambiado. La veía de otra manera, con un nuevo respeto, aunque aún no entendía por qué.

Esa tarde, Teo tomó la decisión de acercarse a la oficina de Melanie. No sabía qué diría, pero sentía que tenía que hacer algo. Había algo en su interior que le decía que debía hablar con ella, ofrecerle una especie de consuelo, aunque no supiera cómo.

Al llegar a la puerta de su oficina, notó que la luz estaba apagada. A través de la rendija de la puerta, vio una sombra en la esquina, y aunque no podía ver bien, algo en la postura de la figura le hizo un nudo en el estómago. Con un golpe de valentía, Teo empujó la puerta, sin pensar demasiado en lo que estaba a punto de hacer.

Melanie estaba sentada frente a su escritorio, las manos fijas sobre el escritorio, los ojos clavados en el vacío. No lo vio entrar hasta que Teo habló.

—¿Melanie? —su voz era suave, casi como si estuviera dudando en interrumpir la quietud que había invadido la habitación.

Melanie levantó la mirada. Cuando sus ojos se encontraron con los de él, Teo pudo ver la tristeza que ocultaba detrás de su mirada fuerte y decidida. Nunca había visto esa vulnerabilidad en ella, y eso lo desarmó por completo.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Melanie, su voz sonó algo quebrada, pero se recompuso rápidamente.

Teo se acercó un paso más, sintiendo que la distancia entre ellos no era solo física, sino también emocional. No quería presionarla, pero algo dentro de él le decía que la situación era más seria de lo que él pensaba.

—He estado notando que algo no está bien. Te he visto... diferente. ¿Estás segura de que todo está bien? —su voz sonó más suave de lo que quería admitir.

Melanie lo miró por un momento, como si evaluara si debía contarle algo, si debía abrirse ante él. Sabía que no era su estilo, que siempre había mantenido las distancias, incluso con las personas más cercanas a ella. Pero algo en la mirada de Teo parecía genuino, como si realmente quisiera entender.

Finalmente, suspiró, dejándose caer en su silla, su rostro mostrando señales de cansancio.

—Teo... —su voz vaciló, pero continuó—. Mi padre acaba de irse. Él... él siempre aparece cuando más lo necesito, pero no para ayudarme. Solo para recordarme lo inútil que soy.

Teo frunció el ceño, sintiendo que la conversación había tomado un giro que no había anticipado. Melanie, la mujer fuerte y decidida de la oficina, estaba siendo manipulada por su propio padre. Todo lo que Teo había imaginado sobre la vida de Melanie se desmoronaba frente a él. Él pensaba que su vida era perfecta, que su éxito en la oficina era fruto de un arduo trabajo, pero ahora veía que detrás de esa fachada de invulnerabilidad había un dolor profundo que nadie veía.

—¿Qué quiere de ti? —preguntó Teo, incapaz de disimular la indignación en su voz.

Melanie lo miró fijamente, como si estuviera evaluando si debía compartir más de lo que ya había dicho. Pero algo en su interior le dijo que ya no podía seguir escondiendo la verdad.

—Quiere dinero. Siempre lo ha hecho. —Su voz sonó casi vacía—. No me importa lo que haga con el dinero, pero siempre ha sido así. Siempre me ha utilizado como fuente de recursos, nunca como su hija. A veces me pregunto si alguna vez me ha querido de verdad. Pero lo peor es que... sigo ayudándolo. Porque no sé cómo decir que no.

Teo no sabía qué decir. La imagen que tenía de Melanie se desmoronaba, pero lo que más lo preocupaba era el hecho de que ella estaba atrapada en una red de abuso emocional que no podía cortar, incluso sabiendo que su padre la estaba usando. Teo no era el tipo de persona que se comprometía fácilmente, pero algo en él le decía que debía hacer algo por ella, que debía estar allí para apoyarla. Aunque no tenía las palabras adecuadas, al menos podía ofrecerle algo que nadie más le daba: su presencia.

—Melanie... no sé cómo lo haces —dijo finalmente, las palabras saliendo de su boca sin pensar demasiado—. Pero sé que lo que él hace no está bien. No tienes que cargar con eso sola.

Melanie lo miró con una mezcla de sorpresa y desconcierto, como si no esperara que alguien como Teo dijera algo tan serio. Ella había estado tan acostumbrada a manejar su dolor en silencio, a guardar todo para sí misma, que escuchar esas palabras de alguien que hasta hacía poco veía como su rival le resultaba desconcertante.

—Gracias, Teo —dijo, aunque las palabras salieron de su boca con algo de duda. ¿Era posible confiar en alguien como él?

Teo, a pesar de la incomodidad de la situación, dio un paso adelante y se inclinó ligeramente hacia ella.

—No tienes que agradecerme. Solo... no estás sola en esto. No mientras yo esté aquí.

Melanie permaneció en silencio por un momento, contemplando las palabras de Teo. Algo en su interior le decía que no podía seguir guardando su dolor, que tal vez, solo tal vez, Teo era alguien en quien podía confiar.

De repente, la puerta de la oficina se abrió de golpe. Era Fernando, con esa sonrisa arrogante que siempre usaba cuando quería dejar claro quién mandaba. Pero al ver a Teo allí, con la postura más relajada de lo habitual, lo observó con una ceja levantada, preguntándose qué estaba haciendo en la oficina de Melanie.

Teo, al darse cuenta de que no estaban solos, se apartó ligeramente, mirando a Fernando con una expresión que dejaba claro que no había nada de qué preocuparse.

—Solo estaba viendo cómo estaba Melanie —dijo, sin dejar de mirarlo.

Fernando, como siempre, no dijo nada, pero la tensión en el aire era palpable. Teo, sin embargo, se dio cuenta de algo: no importaba lo que Fernando pensara. En ese momento, lo único que importaba era que Melanie no estuviera sola.

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Elizabeth Sánchez Herrera
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