El odio entre Liam y Allison siempre ha sido evidente, cada enfrentamiento es una guerra intelectual. Ella es una chica lista y vengativa y él, un genio soberbio que cree estar siempre por encima de todos.
Pero lo que ambos ignoran es la afilada línea que separa su codicia por el poder, con sus impulsos y la atracción.
NovelToon tiene autorización de Poire para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
El orgullo en oculto
~ Allison
_____________
No quería formar ideas sin sentido en mi cabeza, pero sentí que la situación de ese día entre Liam y Morales fue un poquito hostil. Para ser honesta, no sé si Morales estaba teniendo una actitud doble intencionada conmigo, al menos yo no lo ví de esa forma. Tal vez igual y estaba muy concentrada tratando de terminar mis tareas pendientes con él y no me percaté de ello. De cualquier forma, me sentí extraña luego de aquello.
Camile me había dicho que Liam estaba en la biblioteca y no me gustaba quedarme con ninguna duda pendiente, entonces fui por él. ¿Había dicho antes que odiaba el lugar? Pues así era, no era un buen sitio para hacer nada, no podías hacer el mínimo ruido, ni siquiera estornudar sin que las encargadas te chistaran con miradas cargadas de rencor. Ojalá se atragantasen con esa lengua venenosa.
No había tanta gente en el lugar, lo encontré fácilmente sentado junto a una de las ventanas.
—¿Me buscabas ayer? —murmuré estando cerca.
No es que fuera estrictamente necesario hablar tan bajo. La gente normalmente mantenía conversaciones a un tono nivelado, sin susurros ridículamente exagerados. Sin embargo, así me ahorraría el fastidioso riesgo de que me gritaran cual abuelitas coléricas. O bueno, sí, tal vez les tenía un poco de miedo, pero en verdad me asustaban con sus expresiones furibundas. Por suerte nadie escuchaba mis pensamientos, pensarían que soy una descerebrada.
—Ah, sí —bajó un libro que estaba leyendo y tomó una silla para jalarla, indicando que tome asiento—. Quería hablar contigo.
—Pues aquí me tienes —me senté, apoyando mis brazos sobre la mesa.
—Necesitaba comentarte algo importante —cruzó una pierna sobre la otra, gravitando su posición hacia mi dirección, con seriedad.
—¿Qué cosa? —me incliné— ¿Me vas a confesar que ya te diste cuenta de que te enamoraste de mí? —dije con burla, esperando su reacción.
Y lo único que obtuve como respuesta fue un suspiro pesado y su rostro todavía más rígido. Ignoró lo que dije, por completo.
Aish, ya ni una pequeña broma podía tolerar.
—Solo quería pedirte un favor.
—Bueno, dime qué es lo que quieres.
—Quería saber si podrías dejar de revisar el progreso de mis notas.
No, no me esperaba eso. Me tomó por sorpresa. ¿A qué venía?
—¿De qué hablas?
—Que no me agrada para nada que estén a tu alcance.
—Liam, yo manejo las notas, no es algo que haga por gusto, tampoco es como que pueda evitarlo, ¿sabes?
Y la verdad, me habría gustado hacerlo. Era tal cual un trabajo de medio tiempo, excepto que no tenía acceso a los derechos laborales. Ni a la paga.
—¿Y no puedes pedirle a alguien más que las revise? —preguntó.
—¿Te refieres a exclusivamente las tuyas? ¿Qué, ahora quieres trato de rey? —Con todo eso, me seguía preguntando de dónde salía su nueva petición. Nunca le había importado lo más mínimo, o tal vez era que...—. ¿Por qué me estás pidiendo esto? ¿De pronto te entró el miedo de que descubra lo poco listo que eres? Es cierto que tus notas han caído mucho.
Me percaté cómo se removía en su propio asiento. Qué pena que estuviéramos en aquel lugar prohibido para alterarme. Tenía mucha necesidad de reirme con ganas.
—Ya que estamos en el tema —continué, evitando que abriera la boca para refutar, qué lento—. ¿Qué es lo que te tiene así, Liam?
—He estado distraído un poco, nada más. No te incumbe, solo presta atención a lo que te digo.
—¿Distraído con quién? —sonreí con una malicia que se extendió por mi rostro— ¿Conmigo?
Sus ojos se endurecieron, se acercó de forma inesperada para hablar entre dientes.
—No empieces con tonterías —pronunció con una intensidad que casi podría haberme acorralado.
Pero yo no era fácil de intimidar, especialmente por él.
—Creo que te obsesionaste conmigo por lo de ese día. No importa, lo entiendo. Un comportamiento digno de un ser tan irracional.
Yo sé que mi conclusión era acertada. Nada ni nadie me va a hacer cambiar de opinión, y sus largos silencios no hacían más que confirmar mi teoría.
—No te imagines cosas, Rizzo.
Mucha seriedad, cuánta seriedad al llamarme por mi apellido.
—El que se está imaginando cosas conmigo es otro —iba a hablar, pero alcé una mano para detenerle—. Sabes que tengo razón.
Suspiró, estaba cansado por mis intentos de enojarle, iba a replicar pero no dijo nada. Así no quería jugar, no era chistoso si no tenía una reacción de regreso.
—Oye, lo único que quiero es pedirte un favor —me dijo, resignado.
Pero yo no podía dejarlo ahí.
—No te voy a besar, si es lo que quieres.
—No, idiota —respondió con fuerza. Y ahí estaba ella en la esquina, una de las bibliotecarias queriendo coserle la boca a Liam por haber levantado la voz. Es lo que digo, ni siquiera podía molestarle a gusto—. Solamente no quiero que estés divulgando mis cosas a los demás.
Lo miré, desconcertada.
—¿Qué dices? —cuestioné, sin comprender del todo a qué se refería, y si se refería a lo que yo estaba pensando, ofendía totalmente mi ética—. No seas estúpido, eso va en contra del reglamento ¿Por qué crees que haría eso?
Indudablemente me complacía de hastiarle la existencia, pero tenía mis límites. No iba a poner en riesgo mi futuro por una pateticada así. Y cuando me lo explicó todo, tenía la certeza de que se lo había inventado con tal de tener la razón.
Camile no podía haberlo sabido, aunque tenía mucha confianza con ella, simplemente era imposible, no tenía posesión sobre las claves de las cuentas académicas.
—Camile no tiene acceso a tus notas —confesé con más seriedad.
Noté que se desconcertó, yo también lo hice. Retrocedí en mi asiento pensando en cómo había sido posible que Camile se enterara y por qué había usado mi nombre para mentirle así, si es que fuera cierto lo que él decía.
Le repetí a Liam, una vez más, que ese tipo de cosas estaban prohibidas entre las reglas, ya que aún desconfiaba de mi palabra. Pero no había atisbo de sarcasmo ni burla en mi tono. De verdad, era un tema en el que no jugaría.
—Entonces, ¿no le has divulgado mis notas a nadie?
—Ya ves que no eres tan listo. Te acabo de decir que no puedo hacer eso —respondí.
—Lo sé, te escuché. Solo quería estar seguro.
—Bien, pues eso —me levanté, sintiendo que la conversación había llegado a un punto muerto. Ajusté mi bolso sobre mi hombro—. ¿Es todo lo que querías saber? Tengo que irme, necesito hacer algunas cosas.
Esperé un momento, dándole la oportunidad de decir algo más y luego me dispuse a caminar al no obtener respuesta, pero tomó mi muñeca.
—No, espera —me soltó con rapidez al darse cuenta de que mis ojos habían recaído sobre su contacto—. Necesito pedirte otra cosa.
—Dime.
Lo pensó un rato, como dudando de lo que estaba apunto de decir.
—Quiero... —miró hacia otro lado— que me ayudes a subir mis notas.
Me crucé de brazos.
—¿Esperas que manipule el sistema a tu favor? Si no puedo romper las normas para molestarte, mucho menos lo voy a hacer para…
—No. No me refería a eso —me interrumpió—. Me refería a que... me ayudaras a estudiar.
¿Qué cosa? Debí haber grabado eso.
—¿Yo? —alargué la palabra, recibí un “sh” de vuelta, tan cerca de mí que hizo que cerrara los ojos de la impresión y que mi corazón se quisiera salir. Volví a mirarlo, bajando la voz—. ¿Entonces ahora sí vas a admitir que mi nivel está más arriba del tuyo y necesitas mi ayuda?
Estaba serio, cambió su actitud con brusquedad.
—Olvídalo, puedo estudiar por mi cuenta —volvió a tomar el libro que tenía en la mesa, tratando de zafarse de sus palabras.
—Ya ya, está bien, yo te ayudo —aunque no sabía por qué lo quería, ¿tan fea estaba su situación? Me observó, expectante—. Igual no estaría mal que me debas un favor. Pero solo tengo libre los jueves, ¿te parece bien eso?
Pensé que se negaría después de haberme burlado, pero en cambio asintió.
—El jueves está bien.