Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Neblina
Ming
Abro la puerta de la habitación y Val salta.
–Me asustaste –me acusa mientras coloca la mano sobre su pecho–. ¿Por qué no estás en la fiesta?
Miro a mi mamá sobre esa cama y niego con mi cabeza.
–Mei está bien –me asegura–. Solo está cansada. Esta noche excedió sus fuerzas.
Me siento al lado de mamá y tomo su pálida mano. –¿Cuánto…? –dejo la pregunta sin terminar porque sé que Val me entiende.
–Ming…–susurra.
–¿Cuánto? –insisto mientras me preparo para el peor golpe que recibiré en mi vida.
Val suspira y camina hacia el ventanal que da a la fiesta. –Creo que su doctor fue bastante generoso con la proyección de vida que escribió en su informe –declara con voz distante y profesional–. El cáncer está en sus pulmones y en sus huesos. Puede ser en cualquier momento.
–¡¿Cuánto?! –pregunto en un grito que nace desde lo más profundo de mi alma.
Espero su respuesta, pero nada ocurre.
Miro a Val, dispuesto a gritar de nuevo, pero mis hombros caen cuando veo sus hombros temblando. Está llorando.
Mi cuerpo duele al verla así y no puedo evitar acercarme y tirar de ella para abrazarla.
–Sé que duele –digo mientras me aferro a su pequeño cuerpo–. Sé que duele tanto que es casi insoportable, pero necesito saber.
Val toma mi rostro en sus pequeñas manos mientras lágrimas siguen corriendo por sus mejillas. –No quiero lastimarte.
Apoyo mi frente en la suya y me obligo respirar a través del dolor.
–Necesito saber –susurro–. Tengo que prepararme.
Necesito endurecer mi corazón antes de ese día. Mis hombres no pueden verme débil, y mucho menos mis enemigos. Si no me preparo ese será el día en que cualquier hijo de puta podrá poner una bala en mi frente.
Sus ojos violetas, tan tristes, descansan sobre los míos, cautelosos.
–Menos de dos meses –susurra mientras pequeños caudales de lágrimas se forman en sus mejillas.
Dos meses. Sesenta días. Eso es todo lo que me queda para estar con mi madre. Ese es todo el tiempo que tengo para compartir una sonrisa y recibir uno de sus abrazos. Esos abrazos que te reinician y te dan la energía para seguir adelante cuando todo está en tu contra.
Dos putos meses.
Miro a la nada mientras entiendo lo que dos meses significan; una cantidad ridículamente pequeña de tiempo.
–Mamá no podrá sostener a su primera nieta en sus brazos –digo mientras lucho contra el miedo, que comienza a opacar a todas mis otras emociones–. No estará a mi lado cuando me convierta en un padre –susurro cuando entiendo que le he fallado a la mujer más importante de mi vida.
Mamá no podrá verme feliz.
–Ming –me llama una voz asustada, pero lo único que puedo ver es una oscuridad densa e interminable.
Trato de esquivar esa densa neblina, que comienza a cubrir todo a mi alrededor, privándome de todos mis sentidos. La tinta negra se filtra por cada hendidura que encuentra en mi cuerpo y a mi alrededor, sin dejarme ningún espacio de luz donde pueda ocultarme. Luego que consume la luz comienza a consumir el calor. Un frío extremo me cala hasta los huesos y comienzo a temblar, prisionero de sus frías garras.
Perderé a mi mamá.
La perderé y me quedaré atrapado en esta neblina para siempre.
Trato de encontrar mis brazos para poder abrazarme y generar un poco de calor, pero es inútil. No siento ni mis brazos ni ninguna parte de mi cuerpo. Lo único que siento es frío y terror.
No volveré a ver la sonrisa de mi madre.
No volveré a sentir su cálido abrazo.
Cuando creo que me ahogaré en esta neblina algo ocurre. Puedo sentir un cálido aliento sobre mis labios. Me reconforto en el calor. Me siento codicioso, como un niño con su primera manta.
Después de varios segundos puedo recuperar el calor en mis mejillas y finalmente en mis labios. Me aferro a ese calor, a ese insuflo de vida, que me aleja de esa neblina aterradora.
Mi boca se hace cargo y le roba el calor a la persona frente a mí. Un picor en mi cabello me hace suspirar agradecido. ¡Puedo sentir otra parte de mi cuerpo!
–Estoy aquí –susurra una voz dulce como la miel, y sonrío, porque acabo de recuperar mi audición.
Encuentro mis manos en la oscuridad y me aferro al pequeño cuerpo que puedo sentir y escuchar.
–Siempre estaré aquí –susurra la voz.
Mi corazón comienza a latir en mi pecho, y, con cada latido, un poco de calor regresa a mi piel.
La boca de la persona frente a mí recorre mi mandíbula antes de volver a besarme con esos labios suaves y cálidos.
–Llévame contigo –pide la voz entre cada beso–. Necesito sentir cada parte de ti.
Gruño cuando pruebo con mi lengua cada espacio de esa cálida boca que me devolvió a la vida.
Unas uñas se entierran en mis patillas, provocándome el dolor más dulce que he sentido en mi vida.
–Ming, por favor –suplica la voz contra la piel de mi cuello–. Te necesito.
Abro los ojos, casi esperando encontrar oscuridad, y veo a Val frente a mí, mirándome como siempre soñé que lo hiciera; con amor y deseo.
La tomo por los muslos y la levanto en un movimiento. Val se aferra a mi torso con sus brazos y piernas mientras camino a la habitación que me facilitó Renji.
Abro la puerta y la cierro con una patada antes de dejar caer, delicadamente, a Val sobre la enorme cama.
–¿Qué quieres? –le pregunto mientras me recuesto sobre su menudo cuerpo.
Pasa sus uñas por mis patillas y cabello antes de susurrar: –A ti –declara con los ojos dilatados–. Siempre te he necesitado solo a ti, pero nunca has podido verlo.
Acaricio su nariz con la mía. –Siempre lo he visto, Val, pero creía que era una ilusión, un espejismo provocado por mis deseos egoístas.
Niega con su cabeza y luego me besa haciendo el sonido más maravilloso que he escuchado en mi vida.
–No es un espejismo –susurra mientras sus dedos comienzan a desabotonar mi camisa–. Te deseo.
–Yo también te deseo, hermosa. Y te amo más allá de la cordura –digo casi esperando que su cuerpo se tense, pero eso no ocurre.
–¿Lo juras?
–Lo juro –respondo de inmediato mientras bajo el tirante de su vestido por su hombro–. Quiero marcar cada centímetro de tu piel. Quiero reclamarte como debí hacerlo hace años.
–Quiero que lo hagas –devuelve en un jadeo–. Quiero que después de esta noche solo pueda recordarte a ti.
Siento una explosión de calor en mi espalda baja cuando escucho su admisión.
Tomo la tela de su vestido sin paciencia y lo rompo frente a sus ojos. Val jadea sorprendida por mi atrevimiento, pero no me detiene.
Miro sus pechos más llenos y sonrío. Esta noche tocaré el cielo nuevamente.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬