Solo Elena Mirel puede ser la asistente de Maximiliano Kade Deveron. Uno de los hombres más poderosos a nivel internacional.
Visionario, frío. Muchos le temen. Otros lo idolatran. Pero solo ella puede entender su ritmo de trabajo.
Pero la traición del novio de Elena hace que Maximiliano descubra que Elena le interesa más de lo que él se pueda imaginar.
Acompáñame a descubrir que pasará con este par.
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Error
Había sido unos días pesados. De reuniones, viajes express, contratos que parecían una bomba de tiempo, almuerzos ejecutivos en los que Elena apenas probaba un sorbo de agua, y Maximiliano que, aunque seguía haciendo su jefe, se había vuelto una presencia constante, insistente, demasiado perceptiva.
Aún así, Elena mantenía la compostura perfecta. Nadie en la empresa podía imaginar el nudo que llevaba día y noche metido en el pecho desde aquella cena de negocios. La imagen de su novio, su pareja de dos años, sentado con otra mujer, riendo con familiaridad qué tal parecía no era reciente... se repetía como un eco molesto en su mente.
Había querido hablar, confrontarlo, pero sentía que aún no era convincente cualquier conversación seria entre ellos.
Y en medio, el caos laboral, había pospuesto el tema una y otra vez.
Hasta esa tarde.
Era mitad de semana. Los pisos brillantes de la empresa reflejaban la prisa de todos por cerrar pendientes, para irse todos a casa. Elena acababa de regresar de una reunión en la que Maximiliano había sido más protector que nunca. Más intenso de lo habitual. Y aunque su mente estaba sumergida en números, estrategias y decisiones de alto impacto. Su corazón seguía inquieto.
Al llegar a su oficina, miro su móvil. Julián no había escrito ni siquiera un solo mensaje. Ni un "Buenos días"
Ninguno. "¿Cómo te va en la semana"
Nada.
Y, sin embargo, había publicaciones en su historia con sus amigos la noche anterior.
Elena respiro hondo.
Solo bastaron algunas dudas.
--Basta de esperar explicaciones que nunca llegarán. --
Decidió visitarlo después del trabajo. Sin anunciarse. Sin avisarle. después de todo, él era su pareja... ¿Por qué habría de ser un problema?
Eran casi las ocho de la noche cuando el taxi se estacionó frente al edificio donde vivía Julián. El cielo estaba teñido de un azul profundo, atravesado por las luces de los autos y las sombras alargadas de los árboles. Un viento suave movió su cabello suelto mientras Elena bajaba del auto.
Llevaba un abrigo negro elegante, un vestido crema que había usado para una reunión y unos tacones que marcaban el sonido firme sobre la cera. Esa firmeza. Era lo único que parecía sostenerla; por dentro, una mezcla de nerviosismo y determinación la sacudía.
Subió el ascensor al séptimo piso.
Él siempre dejaba la puerta sin seguro cuando estaba en casa. costumbre. Confianza de pareja.
Elena caminó por el pasillo alfombrado hasta que llegó a la puerta.
No escuchó nada.
Ni voces, mi música, ni la televisión.
Pero su corazón latía con fuerza, como si supiera algo que ella aún no aceptaba.
Giro a la perilla.
La puerta se dio.
Entro en silencio.
El departamento estaba en penumbra, apenas iluminado por las luces suaves de la ciudad que se filtraban por el ventanal. El aroma del lugar era diferente: cálido, mezclado con algo dulzón que no reconoció.
Dejó su bolso sobre la mesa.
-- ¿Julian? -- Llamó con voz tranquila, demasiado controlado. -- Soy yo. Elena.
Nada
Avanzó por el pasillo hacia la habitación.
Y entonces escuchó algo.
Un susurro.
Una risa ahogada.
Un gemido suave.
Elena se detuvo.
El mundo apareció detenerse junto con ella.
Sus pasos fueron lentos, casi involuntarios, mientras se acercaba a la habitación. Las sombras bajo la puerta se movían. La respiración de... dos personas.
Abrió la puerta de golpe.
Y el aire se le escapó del pecho.
Ahí estaba él.
En la cama.
Con la misma mujer de la cena.
Desnudos.
Los dos tan cómodos... tan despreocupados... Como si eso nunca hubiera ocurrido muchas veces antes.
La mujer soltó un grito y cubrió su cuerpo con las sábanas. Él se incorporó de golpe, pálido.
-- ¡E -- Elena! ¿Qué haces aquí? --
Elena no habló durante varios segundos.
Su mirada estaba fija.
Helada.
Fría como el cristal a punto de romperse.
No lloraba.
No temblaba.
No gritaba.
Eso lo asustó aún más.
-- ¿Qué hago aquí? -- Repitió Elena con calma que parecía artificial, como un hilo tensado al máximo.
-- He sido tu pareja durante dos años. Creo que tengo derecho de entrar a tu departamento a la hora que yo quiera. --
La mujer intentó decir algo, pero Elena la ignoró por completo. Clavo sus ojos en Julián.
-- ¿Desde cuándo? -- preguntó Elena.
-- E- Elena... no es lo que crees. --
Elena soltó una sonrisa suave.
-- No sé qué crees que estoy viendo, pero... -- dio un paso hacia adelante. -- Me gustaría escuchar la versión creativa. --
Julián se cubrió con una almohada, avergonzado.
-- No significó nada. Te lo juro. fue un error. --
-- ¿Un error? -- Repitió Elena, cada sílaba era afilada como una hoja. -- ¿El mismo error de la cena? ¿El mismo error que llevas ignorandome toda la semana? ¿De cuántos "errores" estamos hablando? --
La mujer, incómoda, intentó levantarse. Pero Elena alzó una mano.
-- Tú. quédate ahí. Esto no tiene nada que ver contigo. -- La miró con frialdad. -- Aunque, si te sirve de. Consuelo, espero sinceramente que él no te haga lo mismo. --
La mujer se quedó petrificada.
-- Elena, por favor, hablemos. esto no tiene por qué terminar así. --
-- ¿Así? -- Elena dio un paso hacia Julián. Sus tacones resonaron sobre el piso de madera. -- ¿Cómo exactamente debería terminar? ¿con una disculpa? ¿con una excusa patética? -- Lo miro de arriba abajo, con un dolor que por fin empezaba a asomar bajo la superficie. -- ¿O esperabas que me culpara a mí? ¿que dijeras que estaba demasiado ocupada? --
Julián guarda silencio.
Esa fue su respuesta.
Elena cerró los ojos. Por un instante. Respiro hondo. cuándo los abrió, la decisión ya estaba tomada.
-- Mañana vendré por mis pocas pertenencias, que tengo aquí. --
-- Elena, espera... --
-- No. -- Su voz se quebró por primera vez, pero ella no bajo la mirada. -- Tú rompiste algo que no se repara. Y no pienso mendigar explicaciones. --
Julián intentó acercarse, pero Elena retrocedió.
-- No me toques. Apestas a otra mujer. --
Fue un susurro, pero cargado de una fuerza que lo empujó hacia atrás.
-- Elena, yo te quiero. -- insistió Julián.
Elena río, triste.
-- No, quieras engañarme. --
Elena camino hacia la puerta. no volvió a mirar atrás. Justo antes de salir, escuchó a la mujer decir.
-- ¿Quieres que me vaya? --
Y la respuesta de Julián, apenas audible.
-- No... Quédate. --
no está enamorada ni tampoco necesita esa acuerdo matrimonial 🤔🤨