En medio de la adversidad y la desconfianza, dos almas se ven unidas por un destino implacable. Ella, acusada injustamente y condenada por un crimen que nunca cometió. Él, sediento de venganza y convencido de su culpabilidad. Obligados a un matrimonio forzado por circunstancias ajenas, se embarcan en un viaje lleno de secretos, intrigas y pasiones ocultas. ¿Podrán superar el peso del pasado y encontrar la verdad que los liberará? Descúbrelo en esta apasionante novela de amor y redención.
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Capitulo XVII Seducción
Daphne estaba segura de que Gabriel no intentaría nada esa noche, él estaría trabajando en su caso y tendría que estar muy concentrado para ganar.
"Ricardo, ya no te necesitaré más esta noche, regresa a casa, nosotros nos vamos en mi otro auto", le ordenó Gabriel a su chófer.
"¿Qué estás haciendo?, ¿a dónde iremos?", pregunto Daphne preocupada.
"Quieres un lugar romántico, ¿no es cierto?, entonces yo te llevaré a un lugar romántico", expreso Gabriel con oscuridad en sus ojos.
El miedo se caló a través de los huesos de Daphne, ella había pensado que estaría a salvo, pero todo se le estaba complicando, ya no habría escapatoria y ahora tenía que cumplir con su palabra.
"Ok, vayamos entonces", respondió Daphne manteniendo la calma, además su amiga de la universidad siempre le decía que disfrutara siempre con mucha responsabilidad.
Gabriel condujo por un par de horas hasta las afueras de la ciudad, llegaron a una casa de campo muy hermosa, había un enorme jardín delantero, con un sendero rodeado de flores, aunque era de noche, en el fondo se podía apreciar una laguna en la cual se reflejaba la luz de la luna.
"¿Es lo suficientemente romántico para ti?, pregunto Gabriel abrazando a Daphne por la espalda.
"Parece la casa de un cuento de hadas", respondió Daphne asombrada.
"Qué bueno que te haya gustado. Ven vayamos a que conozcas un poco la propiedad", invito Gabriel con amabilidad.
Daphne tomo la mano de Gabriel y caminaron por el sendero hasta la laguna que estaba detrás de la casa.
"Es hermoso este lugar", Daphne estaba maravillada, no podía dejar de sonreír, ya anhelaba que fuera de día para ver el colorido de las flores.
"Ya es tarde, vamos a descansar", dijo Gabriel viendo que Daphne era como una niña pequeña recibiendo un regalo.
Entraron a la casa y al encender las luces, encontraron una arquitectura perfecta en todo sentido, la decoración era minimalista, con tendencia a lo clásico, la casa era espaciosa y contaba con cuatro habitaciones; la principal, tres de invitados y una de servicio, cada habitación estaba equipada con lo necesario.
"Usaremos la habitación principal, por la mañana vendrá alguien a dejarnos el desayuno, así que tranquila relájate y disfruta de nuestras vacaciones", dijo Gabriel conduciendo a Daphne a la habitación.
"Aquí no tengo ropa, si me hubieses dicho antes hubiera venido preparada", respondió Daphne torciendo la boca.
"No vamos a necesitar la ropa, no crees", comento Gabriel con picardía.
Daphne estaba sonrojada, era una reacción que solo Gabriel le había provocado en toda su vida, al llegar a la habitación estaba decorada en blanco, las sábanas de la cama eran blancas y encima había un corazón de petalos de rosas rojas.
"¿En qué momento hiciste eso?", pregunto Daphne sorprendida.
"Tengo mis métodos", respondió Gabriel acariciando el cuello de Daphne con sus dedos.
"Si quieres puedes ducharte, en el clóset hay ropa mía, puedes utilizar lo que quieras", dijo Gabriel con voz seductora.
"Sí, necesito asearme, gracias", Daphne entro rápido al baño, necesitaba urgente un baño de agua fría.
Mientras tanto, Gabriel busco un pijama para él, utilizo uno de los baños de las otras habitaciones, estaba cansado y solo quería dormir, aunque si se le daban las cosas con Daphne no se molestaría.
Ella salió del baño utilizando una camisa de Gabriel que le cubría todo el cuerpo, no pudo usar los pantalones, ya que le quedaban muy grande, ella pensó que con la camisa era suficiente para no revelar nada, pobre uno inocente, para Gabriel no había nada más provocativo que una mujer usando sus camisas.
"¿Ya estás lista, puedo pasar?", pregunto Gabriel entre abriendo la puerta.
"Sí, puedes pasar", respondió Daphne sentada viendo hacia afuera por la ventana.
Cuando volteo a ver a Gabriel, se encontró con que él solo llevaba pantalones puestos, su torso estaba al descubierto y pudo ver cada músculo de ese escultural cuerpo. Por inercia mordió su labio inferior, acción que volvía loco a Gabriel, quien camino hasta donde estaba ella y la alzó cuál papel, acorralándola contra la pared empezó a besarla y ella empezó a recorrer el cuerpo de su esposo con las manos.
"Me vuelves loco", susurro Gabriel con la respiración agitada.
"Tú a mí también", respondió Daphne siguiéndole el beso.
Gabriel llevó a Daphne hasta la cama y con cuidado la coloco encima de esta, se quedó mirando esos ojos azules que tanto le atraían y siguió besando cada parte de su cuerpo.
"Por favor sé cuidadoso, es mi primera vez", la confesión de Daphne dejo abrumado a Gabriel quien no sabía si creerle o no, pues ella misma había dicho otra cosa.
"¿Me estás diciendo la verdad?", pregunto el incrédulo.
"No tendría por qué mentir", respondió Daphne mirándolo a los ojos y respirando muy rápido.
Gabriel continuo en lo que estaba, pero esta vez se tomó su tiempo para disfrutar lo que estaba a punto de pasar, esa noche el amor ganó dejando enterrado al odio y la venganza.
Al día siguiente Daphne se encontraba dormida entre los fuertes brazos de Gabriel quien ya se había despertado y solo se limitaba a observar a la mujer que tenía a su lado, sin entender que estaba pasando, pues la verdad era que ella nunca había estado con nadie antes, pero Alberto le dijo que la mujer de la cual se había enamorado era una promiscua y que lo estaba engañando con otro. Ahora no sabía que creer, porque Daphne era pura hasta la noche anterior.
"Buenos días", dijo Daphne mirando hacia la ventana.
"Buenos días, bonita", respondió Gabriel acariciando la suave piel de su esposa.
El silencio se adueñó de la habitación, ninguno de los dos sabía que decir, se mantuvieron en esa posición por un rato hasta que Gabriel rompió el silencio.
"¿Por qué no me dijiste antes qué, bueno que nunca habías estado con nadie?", pregunto Gabriel tratando de no parecer un reproche.
"¿Acaso me hubieras creído?", respondió Daphne dándole justo en la herida.
Gabriel volvió a guardar silencio, porque Daphne tenia razón, el nunca le hubiera creído algo así.