Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 4
Ander
Había pasado un mes, un mes donde había conocido la familia Molina Castro, eran tres mujeres que la estaban pasando demasiado mal por la ausencia del único hombre que siempre había sido proveedor de ellas.
La mamá, al tener casi 45 años no había podido conseguir empleo, había dejado de trabajar hace 14 años, para dedicarse a ser ama de casa. Muchas cosas habían cambiado durante ese tiempo, ya nada era como ella lo conocía y eso la dejaba en total desventaja.
Cachetes, al ser la mayor, había sido el golpe de dar todo por su familia, sin querer recibir ayuda de nadie. La familia de parte de mamá se había aislado porque Daila había explotado cuando empezaron a decirle cosas y la familia paterna, al inicio con el papá habían dicho que siempre las iban a ayudar, pero cuando les toco de verdad aplicarla, les dio miedo y huyeron.
Recordaba claramente la salida que tuvimos, cuando ella, entre lágrimas, me confesó todo.
—No sabes el dolor que se siente al perder a un padre —me dijo, su voz quebrada—. Un papá que era todo para ti, quien te hacía reír, quien te daba todo: amor, comprensión y un montón de cosas materiales, incluso cuando a veces no lo merecías por ser tan caprichosa.
Habíamos salido a comer porque quería sacarla un poco de la rutina. Había pasado toda la semana cuidando a su mamá y recogiendo a su hermana menor, Olivia, del colegio. Aunque no quiso explicarme por qué, a pesar de ser tan grande, insistía en recogerla.
—Yo amaba a mi papá, aun lo amo. Pero a veces me lleno de rabia, porque nos dejó. ¡Nos abandonó! —Cachetes tenía las mejillas rojas mientras se quitaba las lágrimas. Me alegraba que estuviéramos en un restaurante donde podíamos mantenernos alejados de todos.
—Todo estará bien —traté de consolarla.
—No, no lo estará. Yo no soy suficiente, no soy una buena hermana mayor. Todos nos dejaron porque me puse a discutir, pero estaban diciendo cosas feas de mi mamá y Olivia, podían decirme lo que quisiera, que yo era una vaga, una mantenida, pero jamás debieron meterse con ellas.
—¿Qué dijeron? —Limpiaba sus lágrimas, trataba de hacerlo, pero cada vez salían más.
Había descubierto mucho de Daila, entre esas cosas, es que ella tenía un corazón de pollito. Lloraba por todo, no importaba que fuera, cachetes terminaba llorando por cualquier cosa, incluso llorando decía las cosas.
Era algo de ella que me encantaba, me encantaba cuando sus manos temblaban a pesar de hacer frente a las situaciones, como pedir una comida.
—Dijeron que mi mamá ya no servía porque estaba vieja, que debió terminar de estudiar, pero por mi culpa no pudo hacerlo. Me tuvo muy joven y por eso no pudo seguir estudiando —Asentí mientras continuaba limpiando sus lágrimas—. ¿Sabes qué es lo más doloroso? Que es verdad. Si yo no hubiera nacido, mi mamá estaría feliz, habría estudiado más, habría salido más preparada y no tendría que rogar por un empleo.
—Basta, deja de tener esos pensamientos —Agarro su rostro con mis dos manos —Por favor, eres una persona encantadora y hermosa.
—Es mentira, estoy obesa, soy fea, por eso mi hermana tiene problemas con la comida, porque no quería ser igual a su mamá y su hermana que siempre están gordas —Cierro los ojos, ¿cuánto había sufrido Daila para estar con ese tipo de pensamientos?
Esa misma noche, sentí que nos acercamos, entre comidas, mientras ella me hablaba sobre todo su vida, sobre sus temores, yo no fui capaz de decirle nada, no fui capaz de decirle que mi papá había sido un gran futbolista, que yo había crecido bajo su sombra.
No podía confesarle que mi mamá había tenido que aguantar un montón de infidelidades de parte de mi papá, que había tenido que soportar ser menos preciada por todas las personas, porque soportaba cacho de un hombre solo por ser una mantenida.
¿Qué le iba a contar yo de todo el mierdero de mi familia? Mi familia que hace unos años había sido conocida por culpa de mi padre, el mismo que no servía para nada y al mismo tiempo era quien me jodía mi futuro en el fútbol.
Yo tenía un papá, pero él y nada era lo mismo. Yo tenía una mamá que era cobarde por perder todos sus lujos y tenía una hermana menor que era caprichosa y mimada que siempre quería lo más caro.
Durante ese mes, me aseguré de ayudar a la familia de Daila lo más que podía. Pagué la cuenta del hospital de su madre y le di dinero para comprar comida, pagar el colegio de Olivia y cubrir otros gastos.
Para mostrar su agradecimiento, Daila comenzó a empacar comida para mí. Cada mañana, encontraba un paquete cuidadosamente preparado con mi almuerzo, junto con una pequeña nota que me deseaba un buen día y preguntaba cómo estaba. A pesar de la difícil situación, su actitud siempre era positiva y su amabilidad nunca flaqueaba.
Una tarde, después de entrenar, me encontré con mis amigos en el vestuario. Julián me dio una palmada en la espalda y se rio.
—¿Otra vez la comida casera? —dijo, señalando la bolsa que llevaba.
—Sí, Daila es increíble —respondí con una sonrisa.
—Vaya, vaya, nuestra estrella tiene su propia chef personal —bromeó otro de mis amigos, Carlos.
—Y además, le deja notitas de amor —añadió Julián, sacando risas de todos.
—Ustedes quisieran ser yo —replicó con una sonrisa tranquila, mientras sacaba una nota de la bolsa y la leía. "Espero que tengas un gran día. Cuídate mucho. —Daila."
A pesar de las bromas, me sentía agradecido por tener a alguien que se preocupaba tanto por mí. Las pequeñas notas y los almuerzos preparados con tanto cariño me daban fuerzas y me motivaban a seguir adelante. Mientras tanto, Daila también encontró en mí un apoyo invaluable, alguien en quien confiar y que estaba dispuesto a ayudar sin esperar nada a cambio.
Nada es color de rosa y la llamada de mi madre diciendo que se había enterado de que estaba saliendo con alguien, me hizo decirle a Daila que debía ir a conocer a mi familia, mi disfuncional familia.
—Iré, mientras mi padre no este presente.
Aún seguía siendo duro que alguien que creía a su padre, su héroe, descubriera la infidelidad de su padre.
—Bien —Ahora debía prepararme para decirle a Daila, mi novia falsa, que debía ir a conocer a mi mamá y hermana.
Que familia tan ignorante y estúpida, mucho dinero poco cerebro
La mujer está sensible será que hay gente en la panza