"Y si alguna vez te lastimé, sabes que también me lastimé a mí mismo. No estoy tratando de ser cualquier tipo de hombre, solo intento ser alguien a quien puedas amar, confiar y comprender."
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¿Miedo al compromiso?
En el trabajo, me movía con precisión entre las oficinas, asegurándome de que todo estuviera en orden. Mi empresa se especializaba en desarrollo de software, y yo estaba a cargo de un equipo de programadores y diseñadores. El ambiente era frenético, pero bajo mi supervisión, todo funcionaba como un reloj.
—Johnson, ¿cómo va el proyecto de la nueva aplicación?— pregunté mientras pasaba por su escritorio.
—Avanzando bien, señor. Hemos solucionado los errores en el código y estamos en la fase de pruebas,— respondió Johnson, sin apartar la vista de su monitor.
—Bien. Asegúrate de que los informes estén listos para la reunión de las tres,— le ordené antes de dirigirme al área de diseño.
Al llegar, encontré a Lisa y a su equipo trabajando en las nuevas interfaces. —Lisa, necesito que las maquetas finales estén en mi escritorio antes del mediodía.—
—Lo tendrás, Damien,— respondió ella, con una mezcla de respeto y apuro en su voz.
Después de asegurarme de que todos sabían lo que debían hacer, me retiré a mi oficina. Cerré la puerta y me dejé caer en mi silla, tomando un respiro profundo. El bullicio del exterior se apagó un poco, pero mi mente seguía zumbando con las responsabilidades y los plazos.
A la hora del descanso, me aislé en una esquina de la cafetería, lejos de todos. La mayoría de mis colegas respetaban mi necesidad de espacio, y me dejaban en paz. Excepto Abby.
Abby era una mujer bajita y pelinegra del área de contabilidad. Siempre parecía encontrar una excusa para hablar conmigo, y cada vez que lo hacía, traía consigo algún tipo de pastelito o dulce.
—Hola, Damien,— dijo Abby, acercándose con una sonrisa y una caja de pastelitos. —Pensé que te vendría bien algo dulce para el descanso.—
—Gracias, Abby,— respondí, aceptando el pastelito con una leve inclinación de cabeza.
Se sentó frente a mí, sus ojos brillando con interés. —¿Cómo va el proyecto? He escuchado que estás haciendo un gran trabajo.—
—Va bien. Mucho trabajo, pero el equipo es eficiente,— contesté, sin entrar en detalles.
—Me alegra escuchar eso. Siempre te ves tan concentrado, pensé que podrías usar un pequeño respiro,— dijo ella, mordiendo un pastelito.
Asentí, tomando un bocado del mío. —Sí, es necesario de vez en cuando.—
Abby me miró, como esperando algo más. —¿Tienes planes para el fin de semana?—
—No realmente. Solo descansar y preparar la semana siguiente,— dije, algo despistado.
—Bueno, si necesitas compañía, estaré por aquí,— comentó, sus ojos buscando los míos.
—Lo tendré en cuenta,— respondí cortésmente, pero sin darle mucha importancia. Agradecí el pastelito y me levanté. —Debo volver al trabajo. Gracias de nuevo, Abby.—
—De nada, Damien. Nos vemos luego,— dijo, su sonrisa un poco más tenue.
Mientras caminaba de vuelta a mi oficina, no podía evitar sentir una ligera incomodidad. No porque Abby fuera desagradable, sino porque su interés en mí parecía más profundo de lo que yo podía corresponder. Mi mente estaba demasiado ocupada con el trabajo y las cosas de mi vida personal como para pensar en algo más.
De vuelta en mi oficina, me sumergí en los informes y los correos electrónicos. Cada línea de código, cada detalle del proyecto, era una distracción bienvenida de la confusión emocional que Abby, y todo lo demás, traían consigo.
Después de regresar a mi oficina, el pensamiento de una nueva relación pasó por mi mente, y la idea de vomitar me pareció más atractiva. Las parejas solo traen problemas y malentendidos, y después de lo que había pasado con Eleanor, no tenía ningún interés en repetir la experiencia. Prefería morir con el corazón roto y olvidarlo todo.
Me sumergí en el trabajo, dejando que los números y las estrategias ocupasen mi mente hasta que llegó la hora de irme. No estaba lo suficientemente cansado, así que decidí que entrenaría por la noche para liberar algo de tensión.
Justo cuando me levantaba para irme, Abby se acercó de nuevo, esta vez con una evidente vergüenza en su rostro. —Damien, eh... ¿tienes planes esta noche?—
La miré, confundido. —No, solo voy a entrenar un poco.—
—Genial. Quería invitarte a cenar. Si no tienes nada más que hacer, claro,— dijo, bajando la mirada, su voz apenas un susurro.
Me quedé en silencio por un momento, sin saber qué decir. No tenía nada que ofrecerle a Abby. La idea de ir a cenar con alguien me parecía un esfuerzo inútil, pero también sabía que rechazarla de inmediato podría hacerla sentir mal. No era cruel. —Está bien, Abby. Acepto. ¿Dónde te gustaría ir?—
Sus ojos se iluminaron y sonrió. —¡Genial! Hay un pequeño restaurante italiano cerca de mi casa que me encanta. Podemos ir ahí.—
Asentí. —De acuerdo. Te llevo a casa después.—
En el coche, el silencio se instaló entre nosotros, solo roto por las indicaciones de Abby sobre cómo llegar al restaurante. Finalmente, llegamos al lugar, y entramos. El ambiente era acogedor, con luces tenues y una suave música italiana de fondo.
Nos sentamos y Abby no paraba de sonreír. —Gracias por aceptar venir, Damien. No quería cenar sola esta noche.—
—De nada,— respondí, sin mucho entusiasmo. —¿Qué te gusta pedir aquí?—
—Todo es bueno, pero te recomiendo la lasaña,— dijo ella, tratando de mantener la conversación animada.
Pedimos la comida, y mientras esperábamos, Abby intentó llenar el silencio con pequeñas conversaciones sobre el trabajo y su vida. Yo respondía con monosílabos, intentando no ser descortés pero sin involucrarme demasiado.
—Damien, siempre me has parecido un hombre muy interesante,— dijo de repente, rompiendo el patrón de conversación trivial. —Nunca hablas de ti mismo. ¿Hay algo que quieras compartir?—
—No hay mucho que contar, Abby. Solo trabajo y repito. Nada más,— respondí, mirando a mi alrededor, buscando algo que distrajera la conversación.
Ella parecía decepcionada pero intentó no mostrarlo. —Todos tenemos algo más en nuestras vidas. ¿No tienes alguna afición o algo que te apasione?—
—Trabajo. Me dedico al trabajo,— dije, sintiendo que la conversación se estaba tornando incómoda. —Las relaciones complican las cosas, y no tengo tiempo para complicaciones.—
Abby asintió lentamente, mirando su plato. —Entiendo. Bueno, aún así, gracias por aceptar venir.—
La cena continuó en un silencio más cómodo después de eso. Finalmente, terminé de comer y me ofrecí a llevarla a su casa. En el coche, ella intentó mantener la conversación ligera, hablando de su familia y amigos.
Al llegar a su casa, Abby me miró con una expresión mezcla de esperanza y resignación. —Gracias por la noche, Damien. Espero que podamos hacerlo de nuevo.—
—Quizás,— respondí, sin comprometerme. —Que tengas una buena noche, Abby.—
—Buenas noches, Damien,— dijo ella, saliendo del coche y entrando en su casa.
Me quedé en el coche un momento, suspirando profundamente. No sabía cómo manejar la situación con Abby, pero sabía que no podía darle lo que ella quería. Encendí el motor y me dirigí a mi casa.
Finalmente llegué a mi casa, pero no bajé del coche de inmediato. Apoyé la cabeza en el volante, dejándome llevar por los pensamientos. ¿Cómo podría manejar esta situación con Abby sin lastimarla? Era una mujer dulce, hermosa y bondadosa. Cualquier otra persona se consideraría afortunada de tener su atención. Pero últimamente, mi interés por las personas era nulo.
Suspiré profundamente, sintiendo la pesadez de mi propio cansancio. Finalmente, bajé del coche y cerré la puerta tras de mí, dirigiéndome a la entrada de mi apartamento. Al abrir la puerta, me encontré con una escena inesperada: Terry, cubierto de tierra, limpiando un desastre en el suelo.
—¿Qué mierda estás haciendo, Terry?— pregunté, mi voz firme y desinteresada.
Terry ni siquiera se inmutó. Continuó limpiando, con la misma calma inhumana que siempre mostraba. —Solo tuve un pequeño accidente. Nada de qué preocuparse.—
Me acerqué, mi desagrado evidente. —¿Accidente? Estás cubierto de tierra y hay un desastre en mi sala. ¿De dónde mierda vienes?—
Terry levantó la vista, sus ojos oscuros e inescrutables encontrándose con los míos. No había vergüenza ni preocupación en su rostro. —Estuve en un asunto. Las cosas se salieron un poco de control. Ya sabes cómo es.—
Lo miré fijamente, tratando de descifrar su expresión. —No, Terry, no sé cómo es. Y no quiero saberlo. Solo asegúrate de no traer más problemas aquí.—
—Claro, Damien. Haré lo que pueda,— respondió, su voz carente de emoción. —Aunque tú y yo sabemos que los problemas tienden a seguirnos.—
Me aparté, sintiendo la familiar frustración crecer dentro de mí. —Termina de limpiar y vete a dormir. No quiero más sorpresas.—
Terry asintió, sin mostrar ninguna señal de estar afectado por mis palabras. —Entendido.—
Me dirigí a mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
El sonido de Terry moviéndose en la sala continuaba, pero finalmente se desvaneció en el silencio. Cerré los ojos, tratando de dejar que el cansancio me venciera.
w(°o°)w impactada, vida difícil la de Terry :(
pero al final si la encontré, los milagros existen 🙏🏾😭
te trataba como una cucaracha con kk y tú todavía eres dependiente a el
patético