Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 18 (+18)
Leonardo
Hoy era el primer cumpleaños de Pablo, y para dejar en claro que también era parte de la familia y no había discriminación, decidimos celebrar una gran fiesta.
Althea estaba completamente emocionada por el primer año de Pablo. Corría de un lado a otro organizando cada detalle: las bombas, la decoración, las mesas, los regalos. Pablo, que había dado sus primeros pasos hace casi dos meses, intentaba seguirla.
Matteo también estaba emocionado con su pequeño hermano y lo seguía a todas partes, obsesionado con su niñera.
—Señor Salvatore —Marini me habló—, los invitados ya están llegando.
La fiesta se llevaría a cabo en el jardín de la mansión. Los invitados eran socios o amigos que tenían hijos de casi la misma edad que mis dos hijos.
Algunos de los niños ya los había conocido en el cumpleaños de Matteo, hace tres meses. Estaba feliz porque ahora tenía 4 años y finalmente podría ir a la guardería.
Althea tendría todo el tiempo para dedicarse a Pablo. Estábamos preparados para el fuerte apego que el más pequeño tenía hacia ella. Fue difícil separar a Matteo y hacerle entender que debía ir a la guardería, le costó adaptarse y aceptar que yo también podía estar con él.
—Princesa, deberías estar más tranquila. Los invitados ya están empezando a llegar —Detuve a Althea, ella me miró y hizo un puchero. Le di un breve beso en los labios.
No habíamos llegado a tener relaciones íntimas, ni siquiera sabía qué éramos. Solo sabía que ambos disfrutábamos de nuestra cercanía, de tomarnos de la mano, abrazarnos y besarnos.
Podía notar que a ella le incomodaba algo relacionado con lo sex*al, y yo no quería presionarla. También había comenzado a hablar más con su familia. Cada vez que hacía una videollamada, tenía la costumbre de incluirme y hablar con ellos.
Creo que su abuela me odiaba bastante, siempre me miraba con desconfianza. Althea me explicó que era porque su abuela y ella eran muy cercanas y quería lo mejor para ella.
—Señor, ya llegaron algunos invitados —Uno de los empleados, vestido como mesero, nos informó emocionado. Estaban contentos porque les pagaríamos más por trabajar en la fiesta.
—Está bien —Cuando miré hacia abajo, vi a Pablo aferrado a la pierna de su niñera. Althea lo miró y se rio, él imitó sus gestos y le mostró sus dos pequeños dientes.
No había duda de que Pablo era un niño inteligente. Se había desarrollado mucho más rápido que Matteo: aprendió a caminar y le empezaron a salir los dientes mucho más rápido. Era algo diferente a lo que estábamos acostumbrados.
—Papá —Me llama Matteo esta vez para que lo levante, y así lo hago, notando cómo las personas nos observan. Althea se había arreglado para esta ocasión, al igual que en el cumpleaños de Matteo.
Sí, Althea era un tanto exótica, pero había confirmado que no había nada como las latinas. Esas mujeres eran locas, siempre tenían energía y trataban dulcemente a mis hijos. Siempre les contaba algún "storytime" sobre cómo sus amigos se juntaban con gente que no tenía nada que ver.
También contó cómo aprendió a montar bicicleta a los 7 años, donde su papá la regañaba y ella gritaba porque se caía. La historia más única fue cuando nacieron sus hermanos. Querían dejarla afuera del hospital, y su papá se agarró al guardia de seguridad. Aunque no entendía del todo la definición de "se agarró", según lo que ella me había explicado, significaba que se había enojado con el señor y le dijo que entraría con Althea sí o sí, algo como enfrentarse al de seguridad.
Por otro lado, los hermanos ya habían pasado al último grado para estudiar. Ahora tenían más posibilidades de venir y ver sus capacidades para competir.
No había podido ir a una competencia porque necesitaba terminar mucho trabajo, y ahora no podía ir solo. Tenía que ir con los niños y, sobre todo, quería llevarla a ella para que experimentara ver competir en la Fórmula 1.
Quizás lo haría el próximo fin de semana; sería una buena idea.
—Señor Salvatore, un placer —Una señora extendió la mano. No la reconocía, pero por cortesía, le estreché la mano—. Soy Ana Sofía, una de las gerentes de sus muchos puestos.
—Sí, gracias por tu arduo esfuerzo —También había invitado a empleados que tenían hijos.
—Esta es mi hija —La niña no tendría más de cinco años y miró de inmediato a Matteo. No había duda de que mi hijo había heredado los grandes rasgos de su padre.
—Matt, ¿quieres ir a jugar con la niña? —Althea, con Pablo en sus brazos, se dirigió a mi hijo, que se rio al verla más bajita que él.
—Eres más bajita que yo, mami —Escuché la exclamación de sorpresa de muchas personas alrededor. Vi a lo lejos cómo Marini se tocaba el puente de la nariz, estresado.
Sabía que al día siguiente habría un montón de rumores en cada sede y no solo eso, podría estar en redes sociales en menos de dos horas. Ya estábamos preparados para eso, pero saber que fue mi hijo el que cometió el error fue un clásico.
Por la expresión que Althea dio, supe que mi hijo había destruido todo lo que habíamos enseñado durante una semana: que no podía llamar "mamá" a la niñera. Pero él había visto un vídeo en el que "mamá" era la que amaba y cuidaba, y para él, el mejor reflejo de eso era mi latina. Así que se negaba a llamarla de otra forma.
—Mi amor, ¿si quieres a jugar con la niña? —Mi pequeño asiente entre risas y se baja para hacer puchero.
—Me gustaba ser más alto que mami —Sale corriendo y la niña detrás lo sigue sin mirar atrás.
Confirmé que la gerente no venía con buenas intensiones cuando no dudo ni dos segundos en retirarse.
—Será igual de alto que su papá, porque en todo son iguales —Althea susurra y yo sonrió burlón —Es igual de llevado de parecer que su padre.
—Princesa, me adoras y eso no te come por dentro —Ella me mira fijamente y pone sus ojos en blanco, me acerco para susurrarle en el oído —Dan ganas de llevarte a cualquier habitación y que hagas esa cara en otro contexto.
No, no habíamos tenido sex*, pero una broma así como pasaba de más, me encantaban las reacciones que tenía, más que todo esos ojos llenos de fuego por querer hacerlo, sin embargo, una voz en su cabeza le decía que no.
Me encantaba y tenía unas ganas terribles de darle un beso profundo, pero un pequeño golpe interrumpe el momento cuando nos quedamos mirando, cuando me fijo en quién es, es mi hijo menor.
—Mía —Dice serio y abrazándola, no puedo evitar y soltar una carcajada, las personas se giran a verme.