En un futuro distópico devastado por una ola de calor, solo nueve ciudades quedan en pie, obligadas a competir cada tres años en el brutal Torneo de las Cuatro Tierras. Cada ciudad envía un representante que debe enfrentar ecosistemas artificiales —hielo, desierto, sabana y bosque— en una lucha por la supervivencia. Ganar significa salvar su ciudad, mientras que perder lleva a la muerte y la pérdida de territorio.
Nora, elegida de la ciudad de Altum, debe enfrentarse a pruebas físicas y emocionales, cargando con el legado de su hermano, quien murió en un torneo anterior. Para salvar a su gente, Nora deberá decidir hasta dónde está dispuesta a llegar en este despiadado juego de supervivencia.
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El honor de una persona
El aire en el ecosistema de hielo se sentía más frío, más pesado, mientras Nora, Marcus, Jared, y Lila aguardaban en silencio. Tras superar las dos primeras pruebas, el agotamiento era evidente en sus rostros. Sus cuerpos temblaban debido al frío constante, y sus mentes luchaban por mantenerse enfocadas. Habían oído los ecos y las voces lejanas de los otros cinco participantes enfrentando las mismas pruebas que ellos. Cada sonido de lucha, cada grito, les hacía contener el aliento.
—¿Qué crees que estén haciendo los demás?— preguntó Jared, mientras se frotaba las manos intentando mantenerlas calientes. Sus ojos se fijaron en el horizonte helado, donde las sombras de sus competidores se movían en la distancia.
—No lo sé— respondió Marcus. —Espero que estén logrando superarlo. La verdad, esto es peor de lo que me imaginaba. Es como si estuvieran jugando con nosotros.
—Están jugando con nosotros— respondió Nora, apretando los dientes. Sus labios estaban secos y agrietados, y el frío se sentía como cuchillas contra su piel. —Pero, debemos mantenernos concentrados. No hemos llegado hasta aquí solo para fallar.
Lila, pálida y débil, se sentó en el suelo helado, envolviendo sus rodillas con los brazos para conservar el calor. —No sé cuánto más podré aguantar esto...— murmuró.
—Lila, aguanta— le dijo Marcus, poniéndose de cuclillas junto a ella. —Queda una prueba más. Solo una más y podremos salir de este lugar.
Lila asintió, su expresión mostrando un atisbo de determinación. El frío había sido implacable y parecía que quería absorber toda su voluntad de luchar. Aun así, sabía que rendirse no era una opción.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, las sombras de los otros cinco participantes se fueron acercando poco a poco. Nora se puso de pie, tambaleándose un poco por el cansancio.
—¡Ahí vienen!— exclamó Jared, señalando a los que se acercaban. Vlad, Lian, Mateo, Jackson, y Lucas avanzaban, sus cuerpos cubiertos de heridas y cortes menores, sus caras demacradas por el frío.
—Lo lograron— murmuró Marcus, aliviado de verlos.
Cuando los cinco participantes llegaron al lugar donde Nora y su grupo los esperaban, el frío del ecosistema pareció intensificarse aún más, como si la tierra misma supiera que la siguiente prueba estaba a punto de comenzar.
Una voz resonó por los altavoces ocultos en el ecosistema, la voz fría y mecánica de Argus:
—Participantes, felicidades por superar las primeras dos pruebas. Ahora enfrentarán la tercera y última de la Primera Tierra. Deben cruzar la capa de hielo que está frente a ustedes. Recuerden, es delgada, y solo ocho pasarán.
La tensión en el ambiente aumentó. Delante de ellos, una vasta extensión de hielo se desplegaba, brillante y engañosamente hermosa. La superficie era casi transparente, y debajo de ella se podía ver el agua oscura, amenazante, moviéndose lentamente. El hielo no parecía lo suficientemente fuerte como para soportar el peso de una persona.
—Esto no será fácil— murmuró Vlad, observando la capa delgada con preocupación.
—No hay tiempo para dudar— respondió Lian, su mirada llena de determinación. —Tenemos que ir ya.
—¡A correr!— gritó Jackson, y todos comenzaron a moverse al unísono.
El sonido de las pisadas resonó por el hielo, un sonido crujiente y aterrador. Cada paso hacía temblar la superficie. Nora corría con todas sus fuerzas, sintiendo cómo el hielo bajo sus pies vibraba, como si estuviera a punto de romperse. Cada respiro la quemaba por el frío, y cada músculo de su cuerpo protestaba, pero ella no podía parar.
—¡No te detengas, Nora!— gritó Jared desde atrás, avanzando lo más rápido que podía.
Los nueve participantes avanzaban, sus pisadas resonaban al unísono, pero la capa de hielo se volvía más delgada a medida que se acercaban al otro lado. Un grito desgarrador llenó el aire. Nora miró hacia atrás justo a tiempo para ver a Lila, la joven de la ciudad de Eris, tropezar. Sus ojos estaban llenos de miedo, sus manos intentaron aferrarse al hielo, pero la superficie se quebró bajo su peso.
—¡Lila!— gritó Marcus, intentando detenerse, pero el instinto de supervivencia le ganó. Sabía que detenerse significaría perder él también.
—¡No!— gritó Lila mientras caía al agua helada. Sus manos intentaban desesperadamente encontrar un agarre, pero el hielo se rompía a su alrededor. Un sonido sordo, el último crujido del hielo, resonó mientras su cuerpo desaparecía en las aguas oscuras.
Nora sintió un nudo formarse en su garganta, pero no había tiempo para procesar la pérdida. Ella siguió corriendo, sus ojos enfocados en la otra orilla, el otro lado del hielo. Sentía la presión de cada segundo, sabiendo que no podía mirar atrás.
Finalmente, Nora, Marcus, Jared, y los demás cruzaron la última parte de la capa de hielo. Con un último salto, pisaron la tierra firme del otro lado, jadeando, sus cuerpos exhaustos. Al instante, la voz de Argus resonó nuevamente por los altavoces.
—Ocho han cruzado. Lila de la ciudad de Eris ha sido eliminada.
Una pantalla que flotaba en el centro del ecosistema mostró el rostro de Lila, con una línea roja cruzando su imagen. La noticia se transmitió a todas las ciudades de donde provenían los participantes. En Eris, la gente observó en silencio. Un grito resonó entre la multitud, seguido de otros más. Los ciudadanos gritaban por el honor de Lila, su pérdida un recordatorio del costo de este brutal desafío.
—¡Por Lila!— gritó alguien en la multitud. La gente comenzó a alzar la voz, algunos llorando, otros gritando con rabia.
—¡No puede terminar así!— exclamaba un hombre, sus ojos llenos de lágrimas.
Nora se dejó caer sobre sus rodillas, respirando pesadamente. Miró a su alrededor, viendo los rostros de sus compañeros. Algunos mostraban alivio, otros culpa, pero todos compartían la misma expresión de agotamiento y dolor.
Marcus se acercó a Nora, apoyando una mano en su hombro. —Lo logramos— dijo, aunque su voz carecía de alegría. La pérdida de Lila era un peso que todos llevaban ahora.
—Pero a qué costo— respondió Nora, mirando el hielo roto donde Lila había caído. El frío parecía más penetrante ahora, más amargo.
Jared se acercó a ellos, su rostro sombrío. —No podemos quedarnos aquí. Aún hay más por venir. Esto fue solo el principio.
—Tiene razón— dijo Lian, quien se unió al grupo. —Si queremos sobrevivir, debemos seguir adelante. No hay tiempo para lamentarse.
Nora asintió lentamente. Sabía que Lila querría que siguieran, que no se dieran por vencidos. Pero aún así, el peso de la pérdida se sentía aplastante. Este mundo, el que había sido moldeado por las consecuencias del cambio climático y las guerras, no daba espacio para la debilidad. Aquí, solo los más fuertes sobrevivían.
—Vamos— murmuró Nora, poniéndose de pie con esfuerzo. —No podemos quedarnos aquí para siempre. Debemos seguir.
Los ocho restantes se reunieron, listos para lo que fuera que Argus les tuviera preparado después. Habían cruzado la primera tierra, pero sabían que los desafíos solo se harían más difíciles. Con cada paso, se alejaban más de la seguridad y se adentraban en lo desconocido, sabiendo que solo dos llegarían al final.