Contrato De Amor

Un nuevo día había llegado, Donatello despertó y vio entre sus brazos a esa hermosa joven, de la que se había enamorado a primera vista. El tenerla frente a él, cuando aquellos hombres la molestaban, sintió una sensación en su cuerpo como jamás la había sentido, pudo ver en ella muchas cosas, pero miedo no, tal vez lo reflejó en su cuerpo, sin embargo, su mente decía otras cosas.

—»Y pensar que creí qué eras alguien que necesitaba mi protección, veo que puedes hacerlo sola«— sonrió, mientras jugaba con algunos mechones del cabello de Johana, que al tener su cabello largo y lacio, era más fácil hacerlo.

—Buenos días duque— lo abrazó fuerte

—Buenos días mi pequeña ninfa— le dio un beso en su frente.

—¿Tan hermosa cree que soy?, ¿o usted se cree un dios?— se burlaba de una manera tierna.

—Para mi eres la más hermosa y no me creo un dios, simplemente me siento afortunado de estar a tu lado— la atrajo a su pecho.

“Si tan solo esto durara para siempre, todo acabará en un año”. Sus pensamientos fueron escuchados.

—Se lo agradezco, usted también es muy guapo— acarició su mejilla.

—¿Puedo pedirte algo pequeña ninfa?— se puso serio.

—Puede pedir lo que quiera, lo haré por usted— creía saber lo que decía.

—Es una tentación en la que no pienso caer por ahora— sonrió ladino. —Me gustaría que estando solos, comiences a hablarme informalmente, no hace falta formalismos entre nosotros— era un pedido especial.

—Como digas Ello, así te diré de ahora en adelante, claro cuando estemos solos— era algo que venía pensando desde que supo cómo se llamaba, pero no quería hacerlo sin el consentimiento del general.

—Me puedes llamar como gustes, serás mi esposa y tendrás permitido hacer todo lo que te plazca conmigo— aquella sonrisa ladina continuaba en su rostro.

Johana intuía a lo que se refería el general, aunque por esta vez solo asintió a lo que le dijeron, no podía continuar con la conversación, pues correría cierto peligro, de ser tomada por el hombre que aún no era su esposo.

—Por cierto Johana, ¿con quién aprendiste a besar?— logró saber algo con la investigación que se hizo, pero no lo que el quería.

—Lo que pasa es que, antes de que apareciera en mi vida, yo… tenía un prometido— bajó la mirada. No es que hubiera hecho algo malo o tuviera alguna culpa, pero ahora que estaba frente a él, sintió un poco de vergüenza.

—Entonces, ¿él te enseñó a besar?— no quería escucharlo, pero su prometida besaba muy bien, como para ser una novata.

—Resulta que lo utilicé para experimentar— sonrió orgullosa de su misma

—Explícate— se estaba impacientando.

—Hablo de que cuando tuve mis clases de una vida marital, me surgieron muchas dudas, así que investigaba en libros, con algunas personas del condado y conforme lo que me decían, iba poniéndolo en práctica con Walter— de verdad estaba orgullosa.

—No me digas que tú…— era obvia su duda.

—Si no quiere no se lo digo, aunque no tiene nada que reprocharme, usted durmió con otra mujer, la misma noche que yo llegué aquí— si se pensaba hacer el indignado, ella podía hacerlo mejor.

—Yo no me refería a… bueno es que sabes lo importante que es cuando una mujer llega pura al altar— intentaba recomponer lo que ya había dicho.

—Siempre he pensado que eso debería ser para ambas partes y si una falla, la otra también podría hacerlo, ¿no le parece justo?—

—Bueno, es normal para un hombre, debemos asegurar un descendiente— su argumento solo le traería aprietos y problemas.

—Bien, entonces dígame, ¿cuántos hijos tiene hasta ahora?, por lo que escuché, usted es alguien muy activo y no solo tenía a esa rubia sino que detrás o antes de ella, marcha una fila de muchas más mujeres—

El general se había quedado sin palabras, apenas le dieron la libertad de expresarse, Johana lo hacía sin ningún tapujo, se desenvolvía en el tema como si lo hubiera estudiado a fondo.

—Tienes toda la razón, incluso si ya no conservas tu pureza, aún sigues siendo importante para mí y lo de la boda sigue en pie— se había rendido, ante los argumentos y palabras de Johana.

—Que bien qué piense así, no creo que quiera romper el contrato— se burlaba. —Además sigo siendo virgen— se acercó lo suficiente como para susurrarle al oído, luego se alejó rápidamente.

—¿Qué?— los ojos del general parecían quererse salir de sus cavidades.

—Eso exactamente, usted solo asumió las cosas y yo no lo iba a sacar de su error— celebraba victoriosa por lo que estaba pasando.

Donatello la persiguió, hasta alcanzarla, aún dentro de la habitación. —¿Cómo te atreves a jugar así de sucio?, ¿sabes todo lo que pasó por mi cabeza?— no la estaba sujetando fuerte, era un punto medio en el que ella no pudiera escapar tan fácilmente, no podía creer que aquella chiquilla estuviera jugando con su estabilidad.

—Todo eso que imaginó, lo voy a experimentar contigo— lo jaló del cuello y unió sus labios en un apasionado beso.

El contacto fue suave, pasando a algo más efusivo, con fuerza y ganas de no querer parar, sus lenguas jugueteaban, dentro de sus bocas. Donatello estaba tan extasiado que jaló del cabello a Johana, provocando un leve jadeo de su parte, hasta que el aire fue necesario y se tuvieron que separar.

—Esto es más que suficiente, deberá esperar hasta la noche de bodas para algo más, no querrá que yo tenga algo que ver con usted, antes de que me entregue un examen medico— sonrió ladina y salió por fin de la habitación, debían comenzar con sus deberes.

Donatello quedó con un pequeño problema que resolver, pues Johana causó cierto abultamiento entre sus piernas.