Se supone que enamorarse te lleva a las nubes, pero Ariel no tiene experiencia en ese tema. ¿Qué debes hacer cuando tienes pretendientes que quieren conquistar tu corazón? ¿Cómo debes reaccionar cuando uno de ellos te rompe el corazón? Ariel tendrá que explorar su corazón romántico para poder tener su primer romance de verdad y así lograr ser feliz de verdad.
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SIN COBARDÍA
...Tres semanas después......
Con el rifle colgando de mi hombro y un conejo muerto, toco a la puerta de Magdalena. Son las cinco de la tarde y parece que va a llover.
La puerta se abre. ¡Mierda! No esperaba verlo aquí. ¡Desgracia!
—¡Ariel! ¿Cómo estás?
—¡Muy bien! ¿Tú qué tal?
¿Apoco ya había pasado un mes desde que nos vimos en Cancún? Recordé que había dicho que vendría a visitar a su abuela. ¿Y si le doy un plomazo a su corazón? Así pagará toda la ilusión que causó en mí.
—Todo bien. ¿Fuiste de cacería?
—Así es. ¿Está tu abuela?
—No. Ella salió. ¿Necesitabas algo de ella?
—Solo venía a dejarle este conejo. Le dijo a mi madre que quería uno y aquí está. ¿Te lo puedo dar a ti?
—Claro.
Le ofrezco el cadáver del animal. Sus dedos me tocan la mano y siento esa chispa en mi cuerpo.
—¿Te debe algo?
—No. Esta vez, quería decirle a tu abuela que me regalara hojas de su mata de maracuyá.
—Sí, está bien, pasa. Ya conoces la casa.
Caminamos hasta el jardín, un loro comienza a silbar cuando me ve. Llego hasta la enredadera de Maracuyá. Comienzo a cortar las hojas.
—¿Y cuándo regresaste? —Quiere averiguar él.
—Hace como tres semanas.
—¿Te gusto Cancún?
—Sí, estuvo muy padre el viaje. ¡El mar siempre me ha impresionado!
Veo una flor justamente arriba de mí, pero no logro alcanzarla. Aunque me pongo de puntitas, no puedo tenerla. Héctor se acerca a mí y sin ningún esfuerzo corta la flor. Me la entrega, estamos muy cerca el uno del otro y mi corazón se acelera. ¿Por qué sigo cargando con sentimientos de ilusión dedicados a él? ¡Debería dispararle!
—¡Gracias! —Le agradezco.
Sus dedos tocan mi mano, siento un choque de energías entre nosotros y estoy completamente entregado a él. ¿Por qué me siento así? ¡Esto no es normal! Si quisiera agacharse, podrían unirse nuestros labios y yo sería tan feliz al tener mi primer beso con él. ¡Si tan solo quisiera besarme! Mi alma exige que él cumpla con lo que me prometió. ¿Mi ángel de la guarda?
—¡Querido! —La voz de una mujer me devuelve a la realidad.
Me aparto de Héctor, obligo a mis malos deseos a que se esfumen de mí.
—Es momento de que me vaya. Tengo que volver a casa —me obligo a decir.
Sus dedos siguen tocándome, siento que me sujeta de la muñeca y eso me tortura. ¡La enredadera nos oculta de ella! Estamos escondidos aquí.
—No te vayas aún, yo... siento que te debo muchas cosas.
Mi corazón olvidó todo el enojo, las palabras y las decisiones que Héctor ya había tomado para ser feliz. ¡Quise ignorar todo! Mi deseo intenso de sentir su boca sobre la mía, eso era lo importante en este momento.
—¿Cómo qué cosas me debes?
—Amarte es una de ellas.
Se inclina, me acorrala contra la enredadera y el muro de madera, me sujeta de ambas muñecas y si quiero esto. ¡Quiero sentirlo! Estoy listo para alocarme por él. Se acerca, su respiración se funde con la mía y cuado yo estoy aceptando que quiero un beso de él, un trueno anuncia la lluvia y comienza a llover repentinamente.
Las gotas que caen del cielo me hacen entrar en razón y quiero luchar contra mi deseo incorrecto. ¡Lo aparto de mí! Le doy un golpe ligero en la entrepierna y me suelta.
—¡Lo siento! No puedo hacer esto contigo, aunque lo deseo, no es correcto.
El amor a veces duele.
...🩵🩵🩵...
Llego a mi casa. Entro por la puerta trasera, me quito las botas y dejo el rifle en su lugar. Me animo a entrar, me duele la vida. ¡No puede ser! Ellos están aquí.
¡Yo necesito darme el plomazo! ¡Quitarme la vida!
—¡Ariel! —Carla parece emocionada y a mí me duele el alma.
Mis padres están sentados en el sofá. Todos me miran y siento feo de enfrentar este momento. ¿Por qué me pasan este tipo de cosas a mí?
—¿Cómo estás? —Me atrevo a preguntarle a ella.
—Muy bien. ¡Ahora estoy casada! —Y me presume su anillo de matrimonio.
Rodrigo me mira, me dan unas ganas de querer llorar, pero me obligo a ser fuerte. ¡No puedo mostrarme débil ante esta situación! ¿Dónde quedaría mi felicidad si me desparramo enfrente de todos?
—Que bueno que estás bien, tus acciones tenían muy preocupados a nuestros padres —no me da miedo decirle—. ¡Fuiste una egoísta al no decirnos nada!
Golpeo su hombro y empiezo a reírme como idiota. Mi llanto se convierte en risas bobas y siento que no voy a aguantar más si me quedo aquí.
—Ya sé que fui una...
—¡Qué bueno que están bien! Tengo que irme —siento la necesidad de no quedarme en casa.
—¿A dónde vas? Está lloviendo y además, Marcos nos invitó a cenar a su casa —dice mi madre.
—Necesito un tiempo a solas.
Me dirijo a la puerta principal y quiero salir. ¡Necesito irme de aquí! No estoy soportando todo esto que me está pasando por culpa de un par de pretendientes bobos que solo jugaron conmigo. La lluvia me recibe una vez más, mis lentes se vuelven cascadas y ¿a dónde puedo ir en un momento así?
Me pongo los auriculares, Fortnight comienza a sonar y siento que la canción es exactamente lo que siento en este momento. Hium me enseño la traducción y completamente, siento que tengo amor en mi corazón, pero eso está arruinando mi vida.
Camino hasta el centro del pueblo, algunos autos pasean por la avenida principal con sus faros encendidos. El cielo se ha pintado de gris y mi lado emocional está superinestable. El aroma del pan recién horneado atrapa mi atención y decido entrar a comprar. ¡Justo acaban de hornear colorados!
Pido una charola y unas pinzas, me dirijo a la zona de los colorados y cuando estoy por agarrar, las pinzas que sostiene él también se cierran sobre el pan que yo había elegido. Hago contacto visual con sus pupilas y me sorprende mucho que esté aquí, frente a mí.
Su sonrisa amplia, su barba, sus cejas pobladas y esa mirada tan afable. ¡No puedo creerlo! Mi corazón se excita.
—¿Israel? —Le pregunto sin pena.
—Sí. Soy Israel y tú eres... —Se quedó pensando por algunos segundos, me examino a detalle y cuando volví a sus recuerdos, se le iluminó el rostro—. ¡Eres Ariel!
—Sí, soy Ariel.
—¡Qué sorpresa! ¿Vives en esta zona?
—Sí, vivo por esta zona. ¿Y tú?
—Vine a visitar a mi hermana y a mi sobrino.
—¡Qué padre! Nunca imagine que tuvieras familia aquí.