ESTA NOVELA ERA ANTES AMARANTA, LA TENGO COMPLETA. QUIEN ME CONOCE SABE DONDE ENCONTRARME.
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NO LE AGRADO A LA MADRE DE IZAN
Sin imaginar que Izan y Amaranta regresarían al lugar donde se encontraba Gini Cota, tirada sobre el piso junto a la escalera que había usado para quitar la corbata que había colgado del árbol Amaranta, Liliana los vio con los ojos muy abiertos al percatarse que venían tomados de la mano. Como un par de enamorados, eso fue un golpe bajo para su ego.
Amaranta escuchó un ruido muy fuerte y se preocupó pensando que quizás alguien había sufrido un accidente y que ellos podían ayudar. Por esa razón pidió a Izan que fueran a ver lo que había sucedido. Al llegar se dio cuenta de que Gini sostenía la corbata de Izan en su mano.
—¿Qué es lo que ha pasado aquí? —preguntó Izan.
—Al parecer, se calló Gino de esa escalera por tratar de colgar una corbata en señal de petición de un deseo hermano, pero lo que no logro comprender es porque dice que tú le diste la corbata y culpa a Amaranta de su caída. Respondió Lidia Marsans.
—¿Acaso Amaranta te dio la escalera y te dijo que bajaras lo que tiene en la mano Gini? Tal parece que la familia Cota no sabe educar bien a sus hijas, ¿qué son tan libres de cometer siempre tonterías? —les dio un buen rapapolvo Izan Marsans a las dos, tanto a Liliana como a Gini.
—Izan, ¿cómo puedes decir eso que no vez que Gini está lastimada? Dijo Liliana algo de resentimiento en sus palabras.
—Si lo veo. Y por lo mismo estoy seguro de que no estaba poniendo nada en ese árbol; lo estaba bajando, y, por cierto, algo que no es de ella. Tomo de las manos de Gini la corbata que era de él y que momentos antes le había dado a Amaranta.
En ese instante llegó la ambulancia a recoger a Gini: —Izan, podrías acompañarme al hospital a llevar a Gini —preguntó Liliana Cota delante de todas las personas que se encontraban observando la escena.
—No, yo tengo cosas más importantes que hacer, vamos, Amaranta.
Así dio la media vuelta y se marchó de aquel lugar sin mirar tras. No le importaba la suerte de esas dos hermanas maliciosas.
*****
Su hermana Lidia lo alcanzó y le dijo que la habitación de huéspedes estaba lista en casa de sus padres para que llevara a Amaranta, que sería una buena decisión si la llevara a casa para que sus padres la conocieran de una vez y supieran quién era su benefactora. A Izan no le parecía buena idea, pero bajo la insistencia de su hermana aceptó y se dirigió a la residencia familiar.
Al llegar vio que fue bien recibida, que no la trataron mal; eso lo calmó, pero decidió que le dejaría su propia habitación y no la de invitados, ya que esa no tenía un baño dentro. Después de la presentación con su madre, se ofreció a acompañarla a la habitación y mostrársela, para que descansara.
Cuando Amaranta y la madre de Izan ya se encontraban a solas en la habitación de Izan, ésta le preguntó sin rodeo alguno a Amaranta. —Amaranta, sé que eres una chica joven y guapa, que esperas encontrar un hombre rico que se case contigo; dime si te gusta alguno en el momento, si no es así, yo te puedo presentar a varios que estarían dispuestos a contraer matrimonio contigo de inmediato.
Amaranta se quedó pensando en la propuesta de esta mujer; eso quería decir que podía casarse con cualquier hombre menos con su hijo; estaba en lo correcto; ella era muy poca cosa para Izan Marsans; no tenía dinero, fortuna, ni antecedentes familiares que la respaldaran como buen partido para él.
—Señora Marsans, estoy segura de que usted se preocupa enormemente por la mujer que llegue al corazón de su hijo, sobre todo por la mujer que llegue a gustar a su hijo; por esa razón me atrevo a pedirle que me dé dos años, solo dos años, y le prometo que en ese tiempo seré la mujer más digna como esposa de Izan Marsans.
—¿Quiere decir que de ser la buena samaritana que ayudó a mi hijo a salvarle la vida, ahora quieres ser la señora Marsans? ¿No crees que eres muy codiciosa? Eres demasiado joven; no pensé que fueras de esa clase de chicas intrigantes.
Duerme, haré de cuenta que nunca me dijiste esto, para que nunca se entere Izan y se desilusione de ti.
Después de esa conversación se sentó en el piso y lloró amargamente; nunca supuso que la señora la tomaría de esa manera, como una mujer insignificante, sobre todo como una cazafortunas; ella tenía su propia fortuna guardada en el banco, aparte de que tenía contratos firmados por mucho dinero.
Y si resultaba que de verdad su abuela era hermana de la señora Thompson, ahora era un miembro más de la familia Thompson. Le estaba pidiendo dos años, para terminarse de demostrar que era capaz de terminar todo eso y la mitad de su carrera de diplomática, no para robarla.
¿Por qué, por más que lucha contra su destino, aún la sigue persiguiendo, se quedará sola y sin amor para siempre?
Le gustaba tanto Izan que su corazón latía rápido cuando pensaba en él, aunque únicamente fuera por escuchar su nombre.
Le gustaba tanto que quería olvidar el pasado y luego avanzar rápidamente hacia el futuro, donde podría pasar el resto de su vida con él.
Le gustaba tanto que se sentía como si estuviera en el cielo cada vez que estaba con él. Sus ojos eran tan azules y brillantes como las estrellas. Su dulzura era como la brisa primaveral.
Su abrazo era como el océano. Pero si quería estar con él, que le gustara a ella no era suficiente.
Izan Marsans siempre ha sido sobresaliente; además de pertenecer a una de las familias más sobresalientes del país, una de las que pueden cambiar el futuro de naciones, él mismo tiene un poder impresionante. Desde que fue un niño, fue sobresaliente, más aún de adulto. Solamente podría alcanzarlo si intensificaba su juego. Era tan sobresaliente que ella tuvo que poner el 200 % para convertirse en la chica que podía estar orgullosamente a su lado.
Amaranta sollozó y miró la luna fuera de la ventana. ¿Cómo podía dejar que este pequeño problema la retrasara?
A la madre del Izan Marsans no le agradaba, pero ¿por qué importaría eso?
Mientras fuera lo suficientemente buena, su madre definitivamente cambiaría de opinión.
Ella creía firmemente que algún día definitivamente se llevarían bien porque ambos amaban a la misma persona.
Cuando pensó en Izan Marsans y Amaranta se sintió como si fuera una guerrera vestida con una armadura.
Ella no temía nada, ni los vientos violentos, ni las tormentas furiosas.
Después de ducharse, Amaranta se acostó en la cama de Izan Marsans. Supuso que tendría problemas para dormir, suponiendo las palabras del Sr. Marsans. Sin embargo, en realidad había dormido bien.
Ella no tuvo un solo sueño esa noche. Cuando se despertó, el sol brillaba intensamente.
Rápidamente, se lavó la cara y se cepilló los dientes. Después de vestirse, bajó las escaleras.
Únicamente Izan estaba abajo en la sala de estar.
—Buenos días, Izan.
Izan Marsans dejó el periódico y miró a Amaranta. —¿Dormiste bien anoche?
—Dormí muy bien. —Amaranta se acercó a Izan Marsans.
—Izan, me iré. Hice planes con Philip para ir a buscar a mi abuela hoy.
—Ya conseguí que Philip fuera a recoger a la abuela —le informó Izan Marsans.
—Has estado exhausta de filmar la película. ¿Por qué no descansas un poco más y te llevaré a algún lado más tarde?
Amaranta inclinó su rostro hacia arriba y preguntó: —¿A dónde vamos?
—No sé, quizás al centro comercial y veamos alguna película o de compras o a cenar…
Izan solo quería estar con ella el mayor tiempo posible; quería que descansara un poco más de tiempo. Estaba teniendo una vida muy apresurada, no la de una chica de 18 años; parecía como si tuviera prisa por alcanzar algo que había perdido y eso le preocupaba.
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