El Retorno De La Princesa.

—¿Puedes salvarla? —le preguntó Elena a Javier en cuanto lo vio fuera de la cabaña, este solo negó con la cabeza —¿Entonces morirá?

—Fue envenenada por algunos meses —se sentó en el kiosko y Elena hizo lo mismo —es imposible que pueda recuperar la función de sus órganos, a más tardar dos días esa chica dejará este mundo.

Elena necesitaba regresar, pero la idea anterior la olvido después de saber que aquel hombre llora a su esposa quien aún no ha muerto, es imposible que acepte algo tan absurdo.

Después de hablar un rato con Javier regresó a su habitación, se quedó mirando al techo solo recordando sus buenos momentos en el palacio.

Max no se apartaba de su esposa, saber que la perdería y que ni este médico podría salvarla lo destruyó “Lo lograron” era lo que pensaba, aquella mujer y sus hermanos lograron sacarlo de sus vidas, está seguro que no quiere regresar.

Elena conoce a cada uno de los nobles y funcionarios de la capital y para nadie es un secreto la lucha interna que se libra en cada una de estas grandes casas incluida la de Max, puede imaginarse que el deceso de su mujer estará relacionado a eso.

Al día siguiente al despertar y luego de asearse y vestirse se presentó ante Max.

—Buenos días —Max quien aún estaba a un lado de su esposa levantó la vista, aquella cabellera dorada brillaba y los ojos verdes eran realmente penetrantes.

—Buenos días —Max estaba confundido, sentí que había visto a aquella mujer pero su rostro estaba completamente lesionado y desfigurado, no lograba asociarla a algún lugar. —¿Tú eres?

—Soy alguien que está muerta y necesita tu ayuda. —él sonrió con ironía.

—¿Qué quieres?

—¡Quiero ser tu esposa!

—¿Acaso hablas en serio? —respondió Max con molestia —acaso no ves que estoy con mi esposa, eres una idiota —volvió la mirada a su esposa.

—Sé que ella no se recuperará y que tu familia seguro deseaba eso ¿Por qué tienes que darles lo que quieren? Puedo ayudarte y tú me ayudarás a mi.

—Sal de aquí.

—Escuchame, yo soy…

—¡SAL AHORA! —Elena se dio la vuelta, y salió de aquella habitación, no se daría por vencida y volvería a planteárselo unas horas más tarde.

Javier quien estaba afuera vio salir a Elena.

—¿Qué haces? —le preguntó.

—Quiero algo que él tiene, yo necesito regresar y en mi estado actual no puedo hacerlo.

—Pero él está sufriendo.

—Yo igual —dicho esto ella siguió su camino, aunque no quería demostrarlo a Elena le duele cada día lo que le hicieron y siempre piensa en regresar.

Javier entró y vio a Max furioso, aunque su esposa intentaba calmarlo.

—Espero la disculpes, ella ha sufrido.

—¿A mí que me importa lo que ella sienta? Ni siquiera la conozco y quería ser mi esposa ¿Acaso está loca?

Javier prefirió callar, la forma en la que Elena lo propuso no fue la mejor y Max tenía razón de peso para molestarse.

Se acercó a Andrea y revisó su pulso, aunque le estaba dando tratamiento para aliviar sus síntomas entre esos el dolor, sabe que en poco tiempo ella cerrará sus ojos para siempre.

Andrea es una mujer de veintitrés años, con una larga cabellera negra y ojos verdes, con una estatura de 1.65 y su cuerpo bien proporcionado.

Es hija de un comerciante local que no posee gran influencia solo una pequeña cantidad de negocios siendo una candidata perfecta a los ojos de la duquesa.

Aunque al momento de escoger había mejores chicas en cuanto estatus dispuestas a concretar un matrimonio con Max, para la duquesa no era algo conveniente, siendo Andrea la escogida entre tantas.

Javier sin quererlo miraba a detalle a Andrea, noto mucha similitud en ambas, aunque Elena es menor tiene su cuerpo bien formado, el detalle es que Elena es cinco centímetros más pequeña, cosa que puede resolver con un calzado un poco alto.

Después del chequeo salió dejando a la pareja sola nuevamente.

Elena en su habitación daba vueltas sobre la cama, aunque en un inicio le pareció grandioso hablar con Max tras su salida se dio cuenta de su error, o sea, ¿Como pedirle a un hombre que está por perder a su amada que regale su rostro a otra? No sólo eso, que le permita vivir como ella.

“Soy una tonta, la tonta más tonta del mundo”

“Pero qué más da, ya el daño está hecho”

Se quedó el resto del día en la habitación, lo menos que quería era ver a Max, por lo menos en lo que resta de día.

Aunque en un inicio a Max le molestó lo que dijo Elena había algo que retumbaba en su cabeza.

“¿Por qué tienes que darles lo que quieren?” —esas palabras solo hacían que el odio en el creciera, querían dañar a su esposa y seguro para verlo lejos ¿Por que darles el gusto? Su esposa realmente moriría y esa familia es la culpable

“Lo que más les dolerá es verme convertido en duque”

Elena había logrado parte de lo que quería en el corazón de Max, aunque aún era renuente a perder a su esposa.

Dejo de pensar en eso mientras la ayudaba a sentarse para darle algo de comer.

—Esposa, déjame ayudarte —la ayudo a sentarse y logró volver a sentir paz al verla sonreír.

—Max, te amo —su corazón late fuerte cada vez que la escucha decir aquellas palabras.

—Yo también te amo Andrea, eres lo único bonito que he tenido en mi vida —ella subió su mano y le acarició la mejilla.

—Prométeme que serás feliz —el negó con su cabeza —por favor, yo lo único que quiero es que lo prometas.

—Lo prometo —se acercó a ella y le dio un beso en los labios.

Se separó y agarró de la mesa a su lado el tazón con la comida, cada porción que tomaba con la cuchara la soplaba antes de dársela en la boca a su esposa.

Ella solo lo miraba sin dejar de sonreír, aunque por dentro todo le dolía y parecía que se quemaba. El veneno se había consumido por completo y ella lo sabía.

—Max, eres el mejor hombre del mundo y lograste que fuera la mujer más feliz sobre la faz de la tierra.

—Andrea, por favor come, ya no hables —él sabía lo que ella intentaba y por más que dijera frases bonitas no sería suficiente para que no quisiera muertos a los responsables. —”¿Feliz? Perdoname Andrea por mentirte”