Rompiendo Reglas

Narradora

Isaías pensó en miles de escenarios y ninguno lo llevó a eso, pero algo empieza a rondar en esa mente inteligente... Ella dijo que estuvo encerrada y trabajando hasta que se sintió mal, sin embargo, nunca nombró a otro hombre o una posible pareja y ahí, justo ahí, las bromas de su padre cayeron como moneda a una fuente— ¿Es mi hijo? —cuentiona levantándose de su lugar, acción copiada por Eliani que tiene los ojos llenos de lágrimas.

—Lo siento, fue muy difícil— dice de inmediato con la voz entrecortada, mientras llora sin parar— Todos me prohibieron la salida porque tuve que hacer absoluto reposo desde que me enteré, además estaban en plena guerra y nuestras cabezas tenían precio, por lo que no nos relacionabamos con nadie para no ponerlos en riesgo— al profesor le duele verla así, más que nada porque sabe que su rusa está masticando ese remordimiento que su conciencia le hace conocer, pero ¿a quien debía culpar realmente? ¿A la familia, a Konstantin, a la rusa, o a él mismo por no esmerarse más en buscarla y rendirse?— Mis primos secuestraron a varios médicos y enfermeras para mi cuidado— fue hasta su escritorio y del primer cajón sacó una gran carpeta para pasársela a Isaías, también un pendrive y gira su laptop para que él pueda usarla— Tengo todos los recuerdos para ti y sé que no es lo mismo, pero no pude hacer más.— dice con hipo de tanto llorar. Puede ver que él está serio, no dice nada, no tiene una expresión grave, pero quizás esa tranquilidad sea la peor que pueda existir. — Cada semana grababa algo para ti, no sólo de las ecografías, sino mis videos hablando con la panza, el nacimiento, sus primeras risas, la reacción al nombrarte, su primera comida, la ropa, las fotos, incluso cuando dijeron papá— dice temblando. Se sienta nuevamente en el sillón porque sus piernas no dan para más, siente que los ojos de su rubio quieren matarla lentamente y nada de lo que pueda decir, va a salvar su amor.

Eliani llora sabiendo que lastimó a Isaías, que ya no tiene oportunidad y ese cariño, se convertirá en odio porque todavía no termina con el cuento.

Él en cambio, no está tan enojado como ella cree, si bien odia saber todo lo que se perdió, agradece al cielo, a Dios, a todos los santos y a cada Ruso, familiar de Eliani; por cuidarla, por proteger a su hijo y traerla de vuelta, ahora que supone, todo terminó.

—¿El bebé sabe de mí?

— Sí, siempre lo supieron. —dice ella tratando de recomponerse animicamente— Al principio, acariciaba la panza nombrándote y describiéndote físicamente, pero al pasar los meses, les mostré tu foto.

—¿Esa famosa guerra terminó o te irás?

—Terminó. Konstantin los mató a todos.— responde.—¿Quieres conocerlos? — pregunta temiendo el rechazo.

Eliani no está en paz viendo esa tranquilidad. Él no demuestra nada, no dice mucho, no insulta, no se mueve, absolutamente nada. Todavía no entiende porque esa reacción, sin embargo, puede sacar la conclusión de que es tan caballero que no lo hará frente a ella o está en shock.

— ¿Conocerlos?— el rubio alza una ceja y mira la tapa de la carpeta que aún no ha abierto— ¿Con S? —vuelve a mirarla sospechando lo obvio porque hay grandes posibilidades que sean más de un bebé.—¿Cuántos son?

Eliani se levanta del sillón, camina hacia una puerta al costado de su escritorio y entra a una sala de juegos. Detrás le sigue Isaías, el cual choca con una realidad que asustaría a cualquiera, menos al más tranquilo y maduro de sus hermanos, osea él mismo.

—Señora, Elias se despertó hace unos minutos— dice la niñera con el niño en brazos al ver a Eliani.

La rusa va hasta ella y agarra a su pequeño de siete meses para acercarse al rubio que está congelado, y lo presenta.

—Isa, él es Elias, el mayor de los cuatrillizos.

Esto no lo pensó jamás, no existía entre sus locas conclusiones, ni es fácil de digerir. El secreto era muy grande, tanto o más que la culpa que sufría Eliani. Sin embargo, ahora puede entender a la rusa, el famoso reposo, la excesiva seguridad que implementaron sus familiares, etc.

Sus brazos pesaban y las manos no respondían, aunque no podía disculparse por lo obvio, la sorpresa, el shock y la emoción no admitían mucho más.

—Cuatro...—susurra el profesor— son cuatro... — su corazón latía desenfrenado y las manos le temblaban más que al llegar. —¿Cómo se llaman?— es lo único que pregunta. La boca seca, la garganta rasposa y la fijación en esas cunas pueden emitir miles de emociones difíciles de expresar.

— Ilanny, Evelina, Isaac y el ya nombrado— dice ella haciéndole cosquillas al pequeño— tienen siete meses.

El único niño despierto mira fijamente al hombre frente a él y estira los bracitos para que el desconocido lo agarre.

—Bebé— Eliani llama la atención del menor— Él, es papá— dice mirando al rubio con vergüenza.

Ella considera que esa es la manera ideal de hacerle entender a un niño quien es quién, así como también piensa presentar a sus tíos, abuelos, primos, etc. siempre y cuando Isaías acepte.

—Pa- pa— dice el bebé derritiendo el corazón de Isaías. Es la primera vez que se lo dicen a él, aunque obviamente, es la primera vez que lo conoce, pero se alegra haberlo escuchado de inmediato.

—Hola, hijo mío— el profesor lo agarra en brazos y empieza a repartir besos en su cara.—Eres hermoso— lo halaga mientras el pequeño sonríe y babea la mejilla del padre en un impulsivo "beso".

—Lo siento— dice ella buscando una toallita para limpiarlo— Le están saliendo los dientitos y todo lo lleva a la boca.

—No importa —responde secamente.

—Te dejo a solas con ellos. —finaliza antes de que él la eche.

Isaías merece tiempo con sus hijos y le dará todo el que necesite porque sabe cuánto perdió por culpa de su familia. Sin embargo, siempre existió una pregunta, ¿Qué hubiese pasado si no se iba? Tal vez, estaría en pareja con el hombre de sus sueños, tendrían a sus hijos juntos y él no se hubiese perdido ningún acontecimiento, capaz que serían felices o no... Los enemigos de su familia la hubiesen encontrado a ella y todos los Belmonte. Tal vez, más de uno hubiese sido lastimado o peor, pero en eso queda. En una pregunta y varias posibles respuestas.

Ya lo hecho, hecho está y nada se puede cambiar. La hicieron sacrificar un amor bonito por su seguridad, la de sus hijos, la de sus amigas, la de Isaías y todos los que le importaban a él.

Ahora solo queda respirar y seguir viviendo para luchar por el perdón del rubio. Por esa misma causa, decidió entrar a trabajar en el colegio, aún sabiendo la estúpida regla y está dispuesta a conquistarlo en cada oportunidad.

Ella sale de la sala de juegos junto a la niñera  y se queda en el despacho, por si necesita de su ayuda cuando todos despierten. Gira la llave, quitando la tranca y deja que la mujer salga hasta que sea solicitada nuevamente.

—Perdón— dice ella llorando al quedarse sola. Se sienta en su silla y apoya los brazos en el escritorio para esconder la cara allí.

Mientras, él se acerca a los cuneros y observa a todos los pequeños que engendró. En este preciso momento, se da cuenta que ya no es el tío solitario, sino que tiene cuatro hijos y una bella mujer a la que hará sufrir un poco por su perdón.

No puede mentirse. Todavía la ama y tal vez más que antes, ya que aguantó una compleja situación sin su compañía, tuvo que reposar todo el embarazo y según pudo notar, lloró por su ausencia, puesto que se lo prohibieron.

Sabe que ella no quería eso, pero le tocó sufrir por el bienestar de todos, no solo de los Belmonte, sino de los rusos, de ella misma, de sus hijos, y de él mismo.

—Ma-ma — dice Elias, mirando por la puerta que la rusa salió.

Isaías decide dejarlo en el piso, ya que existe un pequeño espacio de juego y sale en busca de la rubia.

Al entrar en el despacho, la puede ver recostada encima del escritorio y llama su atención porque no sabe si está durmiendo, descansando, pensando o algo más.

—Ru...— corta su bonita forma de nombrarla y la corrige por una más seca— Eliani...

Ella se levanta y le da le espalda para que no note sus lágrimas, mientras trata de secarlas con rápidez.

— Dime.— responde todavía sin verlo.

—Elias te llama.