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Heridas Que Reabren

Heridas Que Reabren

Status: En proceso
Genre:Casarse por embarazo / Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Padre soltero / Madre soltera
Popularitas:295
Nilai: 5
nombre de autor: Eduardo Barragán Ardissino

Esta historia nos narra la vida cotidiana de tres pequeñas familias que viven en el mismo complejo de torres, luego de la llegada de Carolina al lugar.
Tras ser abandonada por sus padres, y por sus tíos, la pequeña se ve obligada a mudarse con su abuela. Ahí conoce a sus dos nuevos amigos, y a sus respectivos padres.
Al igual que ella, todos cargan con un pasado que se hace presente todos los días, y que condiciona sus decisiones, su manera de vivir, y las relaciones entre ellos. Sin proponérselo, la niña nueva provoca encuentros y conexiones entre estas familias, para bien y para mal.
Estas personas, que podrían ser los vecinos de cualquiera, tienen orígenes similares, pero estilos de vidas diferentes. Muy pronto estas diferencias crean pequeños conflictos, en los que tanto adultos como niños se ven involucrados.
Con un estilo reposado, crudo y directo, esta historia nos enfrenta con realidades que a veces preferimos ignorar.

NovelToon tiene autorización de Eduardo Barragán Ardissino para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 1: Llegando a las torres

Carolina miró a través de la ventanilla cerrada del taxi. Ya habían llegado. El complejo de departamentos se alzaba en todo su esplendor delante de sus ojos. El chófer sólo debía encontrar un buen lugar donde estacionar su vehículo y, luego de que ella y su tía descendieran de este, sería el inicio de una nueva vida para la niña.

—Es igual a la foto —le comentó Leonor, desde el asiento de adelante, sobresaltándola, pues no le había dirigido la palabra en todo el viaje.

Ella optó igualmente por el mutismo, dejando el interior del auto sumido en un silencio casi sepulcral.

—Sí —respondió la infante, jugando nerviosamente con las trenzas de su cabello, a la vez que trataba de lucir animada y optimista—. Parece que hay mucho espacio para jugar.

—Seguro también hay muchos nenes con los que vas a poder divertirte.

No había manera de que sus planes dieran un giro de 180 grados a esas alturas, pero quería asegurarse de que Carolina no se arrojara a sus pies, llorando y suplicando para que no la deje ahí y le permita volver con ella. De todos modos, nunca habría sido capaz de convencerla de eso, solo quería evitar esa escena.

Carolina se quedaría a vivir en aquel lugar. Ella y Bautista lo decidieron así, y Argelia estuvo de acuerdo.

Leonor sentía pena por la situación de su sobrina, pero estaría dispuesta a discutir hasta con su último aliento con cualquiera que se atreviera a decirle que no había hecho por ella más que suficiente. No compartía ningún lazo sanguíneo con la niña. Era un simple pariente político, la hija del hermano de su marido, ni más ni menos. No obstante, la había alojado en su casa por más de un mes, alimentándola con su comida. En el día número 23 de la estadía de Carolina ahí, Leonor le planteó seriamente a su esposo la necesidad de buscarle otro lugar para vivir, pues quería volver a enfocarse única y exclusivamente en la crianza de sus hijos. La presencia de la prima de estos no cuadraba dentro de los planes de su madre, quien la veía como un estorbo cada vez más grande y notorio. Él, tras sopesar esto, y considerar el hecho de que Carolina no daba indicios de querer hacer amistad con sus dos primos, fue fácil de convencer, al igual que la abuela de los chicos. Por lo tanto, después de haber vivido 32 días con sus tíos, creyendo que esa era la vida a la que debía acostumbrarse, se encontró viajando en micro, y posteriormente en el asiento trasero de un taxi con todo su equipaje guardado en el baúl, con dirección al complejo de departamentos donde vivía su abuela paterna.

Ya la había visitado con anterioridad, antes de que optara por cederle su casa a su hijo menor y a su creciente familia, y se mudará a aquel departamento en otra ciudad ¿Cómo sería la nueva casa? ¿Cómo sería vivir con ella?

Al encontrar el estacionamiento, el taxista detuvo ahí el auto.

Carolina echó un nuevo vistazo al lugar mientras bajaba del auto, y su tía se dirigía hacia el baúl. No podía decir que le desagradaban las siete torres, de tres pisos cada una, y con tres departamentos por piso, que tenía delante suyo; sin embargo, tampoco podía decir que le gustaban. Sentía indiferencia por ese lugar. Ni siquiera el espacio que podía aprovecharse para jugar conseguía llamar su atención por el momento.

—¡Vamos, hay que bajar todas las cosas! —exclamó su tía, sacándola de sus cavilaciones.

A pesar de sus tempranos 7 años de edad, se percató con facilidad de que Leonor quería irse de ahí con la mayor prontitud posible, dejarla junto con todas sus cosas y volver a su casa, sin detenerse a tomar asiento ni un minuto.

—Es en la torre 5, en el primer piso, departamento A —explicó la adulta, luego de la partida del taxi, señalando dicho lugar.

El departamento en cuestión contaba con un único dormitorio, al igual que la mayoría de los que ahí había. Solamente cinco contaban con una habitación extra, de los cuales, sólo uno parecía estar habitado en esos momentos.

Se veían carteles de “Se alquila” por doquier.

La mujer y la niña ingresaron en aquella torre, y subieron por la escalera, cargando el equipaje.

Antes de que Carolina se diera cuenta, ya tenía la puerta de madera marrón delante de la nariz. Una desgastada A todavía era visible arriba de la mirilla de esta.

—Si usara celular, podríamos haberle avisado por mensaje que ya estábamos en Mar del Plata —declaró la señora, a la vez que golpeaba la puerta—. Encima, todavía debe tener roto el teléfono fijo, porque no pude comunicarme ¡Argelia! ¡Argelia, somos nosotras! ¡Ya llegamos!

—¡Ya voy! —se escuchó del otro lado.

La espera, después de aquel grito, fue de cinco segundos exactos. Luego de ese tiempo, ambas pudieron oír el sonido de una llave girando en la cerradura. Acto seguido, la puerta se abrió, dejando ver a la mujer de pelo blanco, a la cual notoriamente ya no le faltaban muchos años para pasar de la mediana edad a la vejez. Llevaba los anteojos colgados al cuello, sin intención alguna de colocárselos en la cara. Miró primero a la adulta, después a la niña. A esta última le dedicó una pequeña pero sincera sonrisa, que no le fue devuelta, pues su nieta aún no podía decidir qué sentimiento debía experimentar, dada su situación.

—Pasen —le dijo a Leonor, exhibiendo poco más que una sombra de su sonrisa de tan solo un segundo atrás.

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Kami
Me gustó la forma de narrar
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias♥️.
total 1 replies
Tae Kook
No puedo creer lo bien que escribes. ¡Me tienes enganchada! 🔥🤩
Eduardo Barragán Ardissino: Muchas gracias, me alegra saberlo💖.
total 1 replies
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