BRONCE

...ADRIAN:...

Freya parecía molesta, no comprendía que esa no era mi intención, ante esa pintura, en ese museo, las paredes silenciosas se mantenían expectantes. Creí que era un lugar tranquilo para hablar, ordené que el museo estuviese cerrado al público y no era la primera vez, solía visitarlo en ocasiones, en momentos donde mi serenidad se agotaba por tantas obligaciones.

Aún sostenía su mano, deseando que los guantes no se interpusiera entre su piel y la mía, pero la calidez era encantadora.

¿Por qué siempre vestía de negro? No eran los mismos vestidos, pero tenían el mismo color, tal vez los usaba porque no tenía de otros tonos, me encargaría de cambiar eso.

Incluso su abrigo era de piel de lobo negra.

— ¿Cómo se atreve a decir que es absurdo? — Preguntó ella con los ojos encendidos, soltó mi mano y no me gustó nada.

— No estoy diciendo que miente, pero esa historia es poco coherente.

— ¿Cómo qué es poco coherente? Mi padre me la contó, usted se atreve a llamarle mentiroso.

— Dice que las murallas se construyeron después de una rebelión ¿Cuánto tiempo tomaron en hacerlas?

Se quedó pensativa — No lo sé exactamente, mi padre era joven.

— ¿Unos treinta o cuarenta años? ¿Qué tan grandes son las murallas? — Insistí.

— La muralla es como un fuerte, pero recorren más que los muros del castillo.

— ¿Sabe por qué me cuesta creerlo? — Elevé una ceja y apretó su pequeña mandíbula — Teniendo en cuenta que el clima de Polemia es bastante helado, la construcción puede tardar muchos años, incluso más de tres décadas, eso sí contamos el traslado del material y la disyuntiva de donde lo sacaron ¿Sabe eso?

— Mi padre solo me contó lo que he dicho, antes de mi nacimiento y el nacimiento de mis hermanos, de que mi padre fuese rey, no había murallas.

— ¿Y los salvajes? — Estreché mis ojos.

— Llegaron poco después de imprevisto y recibieron múltiples ataques, mi padre estuvo allí, veía los ataques cada vez más frecuentes y entonces vino la rebelión, los reyes fueron atacados y aunque él trató de detener que murieran, no lo logró, así que fue nombrado rey por los sobrevivientes.

— ¿Y esos salvajes de dónde salieron? Si se supone que Polemia le pertenece a ustedes.

— No... No lo... Sé... Mi padre los vio por primera vez en ese ataque, tal vez estaban en zonas inexploradas o se convirtieron en salvajes debido a las condiciones críticas — Su enojo aumentó, tanto que estaba sonrojada.

— ¿Cuándo se hizo rey tu padre?

— Hace unos cuarenta años, no sé a ciencia cierta.

— Sigue siendo poco tiempo para levantar murallas ¿De donde sacan el material para construir?

— Polemia es un reino sin cambios, las pocas construcciones son desde antes y después de la rebelión, ya no se puede hacer mucho, a diario muere gente por la negligencia.

— Eso no responde a mi pregunta — Dije y cruzó sus brazos, desviando la mirada al cuadro — ¿Nunca cuestionó a su padre, lo que le decía o hacía?

— No... Solo hacía mi deber como hija... Obedecer sus órdenes.

— ¿Ha visto a los salvajes?

— Solo a uno, mi padre lo tiene de prisionero desde que tengo memoria, es un hombre, solo que sin humanidad, solo gruñe y dice una que otra palabra, usa ropas de piel de animal, tiene el cabello largo y enmarañado — Dijo, volviendo a la serenidad — La verdad es que Polemia es un reino con misterios y debido a que no podemos aventurarnos a las lejanías, desconocemos lo que se esconde.

— Bien, esa parte puede ser entendible...

— No conoce a mi padre en lo absoluto, no debería sacar conclusiones sin ninguna base — Protestó y empecé a caminar de nuevo.

— Solo he sacado esa conjetura por lo que contó.

— Los salvajes son extremadamente peligrosos, las murallas de Polemia detuvieron los ataques — Dijo, siguiéndome.

La siguiente pintura también era antigua, pero era arte de un viejo pintor.

Freya se estremeció al ver la pintura, eran un hombre y una mujer desnudos, unidos en todo su esplendor, rodeados de pétalos de flores.

— ¿Cree qué sería adecuado que su padre intente recuperar una tierra que desconoce? — Pregunté, mientras ella seguía escandalizada.

Su expresión era una mezcla de curiosidad y bochorno. ¿En serio era tan inocente? ¿Cómo era una mujer virtuosa? ¿Cómo percibía sensaciones que no conocía? ¿Le dolería? ¿Disfrutaría de los primeros toques?

Sentí un tirón molesto en mi miembro.

— ¿Ah? — Salió de su sorpresa y me evaluó.

— Le he preguntado que si cree que es adecuado que su padre quiera recuperar una tierra que desconoce, suponiendo que ese es su propósito al buscar alianzas — Dije, por supuesto que era un tanto obvio, pero poco confiable.

— Los súbditos son los que importan — Dijo, con ojos brillantes — Quisiera ayudar a mi gente.

— ¿Esa es la intención de su padre?

— Es lo que yo haría si fuera mi padre — Dijo, así que no podía asegurarme que el rey tuviese una razón poco ambiciosa para la alianza — Lo conozco poco — Confesó — Siempre me hablaba para darme órdenes y sermones, pero como padre fue muy poco lo que dejó ver. Tal vez porque nuestro hermano mayor es el único varón y le dedicó más tiempo, más apoyo. Sí, los tres somos sus hijos, pero es entendible que un padre tenga más conexión con el varón y no con las hembras.

¿Por qué tenía que parecerse tanto a mí?

— Tal vez, pero las atenciones siempre son para el primogénito, ya que es el que reemplazará las obligaciones cuando el padre no este — Dije y ella asintió con la cabeza.

— A veces me cuestiono el ser mujer — Confesó y fruncí el ceño — Siendo hombre podría hacer más.

— Es joven, la vida no se limita a roles y posiciones.

Hablar de posiciones mientras observaba la pintura desviaba mis pensamientos.

No podía darle consuelo, sería hipócrita, yo mismo le estaba poniendo restricciones, pero no por ser mujer sino por mi desconfianza.

— Usted... — Dijo y la observé — No es un tirano como creí.

— No me gustaría convertirme en lo que siempre me atormentó.

— ¿Habla de su fallecida esposa? — Preguntó y solo me limité a asentir.

Continuamos caminando por el pasillo, viendo más y más pinturas.

— ¿Por qué hacer una pintura tan escandalosa? — Preguntó ella, se refería a la pintura de personas desnudas.

— Se trata de expresar lo que el pintor lleva dentro y al parecer quiso transmitir lo que la unión muestra visualmente, es una danza — Dije, mientras caminaba con pasos firmes y pausados, con mis manos entrelazadas detrás de mí — Una danza que hace a el hombre y la mujer uno solo.

— ¿Así se ve? — Preguntó y me tensé.

¿Por qué preguntaba esas cosas? Maldición.

Ella me siguió.

— No necesariamente se debe estar en un campo abierto, ni lucir como si estuvieran en un sufrimiento. El autor es demasiado expresivo para mi gusto.

— No tiene miedo al escándalo eso es obvio.

Nos quedamos callados, viendo más obras de arte.

— Señorita Freya, mire ese — Dije y se aproximó a mi lado para mirar.

— Un mar rojo — Dijo, sorprendida.

— Es el mar carmesí.

— ¿Existe? — La emoción denotó en su voz.

— Así es, más en verano y primavera, el atardecer se posa sobre las aguas, forman un color carmesí que parece teñir el mar de rojo y luego simplemente se apaga.

— Debe ser un espectáculo maravilloso.

— Lo es, cuando guste podría apreciarlo — Ofrecí y sus comisuras querían elevarse.

— ¿Por qué brilla de ese color?

— Es un misterio, así que no debe preocuparse señorita Freya, Polemia no es el único reino intrigante.

Freya observó el cuadro y observé su rostro, notando como seguía sumergida en la pintura.

Volví a tomar su mano y se estremeció.

— ¿Quiere ver otras obras?

Asintió con la cabeza.

...*****************...

Me conformaba con el poco avance, tendríamos más encuentros para hablar de Polemia, aunque no tenía interés en solo hablar de ese tema.

Había un Príncipe llamado Oraham, pero era igual de autoritario que su padre, según Freya, solía ser un hombre rudo y valiente, que ayudó a capturar el salvaje que tenían prisionero en las murallas, le gustaba ir a cazarlos, esa parte me pareció demasiado frívola, aunque ella aclaró que los salvajes eran mucho más despiadados, que arrancaban la piel de sus enemigos y se comían los restos de lo que quedaba, los huesos siempre aparecían profanados como exhibiciones despiadadas.

El príncipe solo intentaba mantener la seguridad, aunque yo no sería tan tonto como para ser condescendiente, no hasta conocer ha fondo a los regentes de las murallas.

Recorrimos todo el museo mientras los temas triviales iban surgiendo y no podía parar de encontrar similitudes, cuando ella se sentía cómoda no tartamudeaba y eso era más encantador que ver como se le atoraba la voz.

Freya se sonrojaba cada vez más, cuando tomaba su mano con un gesto inconsciente, siendo sutil en tocarla aunque fuese indirectamente con los guantes.

— Oh hermosa escultura — Dijo ella, al ver a una silueta de mujer con alas de angel, elevó su mano pero no la tocó.

— Le doy mi permiso de tocar si desea.

Ella tragó con fuerza.

— No quiero dañarla.

— Es de mármol, no creo que la dañe — Dije y ella extendió su mano con cuidado, tocó las alas y luego tocó el rostro.

— Tiene muchos detalles.

Alejó su mano y observó a un lado.

Me llené de vergüenza ante la siguiente escultura, era un busto de mí.

— Es usted — Jadeó y me estremecí.

— No crea que eso está ahí por órdenes mías.

Ella se acercó demasiado y apreció los detalles.

— Es idéntico a usted. Es hermoso — Susurró y mi corazón saltó — Digo... Que está bien hecho... Es un trabajo excelente — Se avergonzó, sonrojada.

Todos los reyes estaban ahí, incluso Vanessa y Freya no se molestó en observarla dos veces, parecía incomodar, siguió apreciando mi estatua.

— Son parte de la historia de Floris.

No quería hacer una pregunta irrespetuosa, pero me carcomía la curiosidad.

— ¿Qué edad tenía cuándo decidieron su futuro? — Pregunté mientras observaba una escultura.

— Mi futuro estaba decidido desde que tengo memoria, siempre me dijeron que algún tenía que cumplir con mi deber, casarme para asegurar la prosperidad — Dijo, con poca importancia.

— ¿Y su madre qué dijo al respecto?

— No la conocí, mi madre murió cuando nací — Dijo, con un semblante apagado.

Mi madre murió de una enfermedad pulmonar, cuando tenía diez años, pero siempre me defendía y era cariñosa, la extrañaba a diario.

— ¿Cuándo supo que había llegado el momento?

— Cuando tenía dieciséis.

Me dejó un poco aliviado saber que pasaba esa edad.

— ¿Su padre fue a Hilaria a negociar con mi padre?

— Mi padre estuvo fuera de Polemia en una oportunidad, debió ser en ese viaje, aunque a su regreso llegó con un hombre extraño, pero a nosotras nos enviaron a nuestras habitaciones y no nos dejaron salir.

— ¿Cómo era el hombre?

— Mayor, aunque no pude verlo demasiado.

Podía ser mi padre.

Tenía que preguntarle a Arturo si mi padre viajó en los años que yo llevaba lejos de Hilaria.

— Después de eso mi padre me llamó y me dijo que debía casarme con usted, que había llegado el momento de ser útil.

Barnaby y mi padre eran tan parecidos.

Apreté mis puños.

— Debió ser mi padre.

— Han pasado tres años de eso.

— ¿Cómo? — Me tensé y me observó como si no comprendiera mi reacción — ¿Usted tiene diecinueve?

— Casi, estoy a punto de cumplir — Dijo, despreocupada.

Era una niña, demasiado joven.

Sabía que habían enlaces más escandalosos, nadie lo veía malo mientras la mujer se casara y cumpliera su deber, aunque yo me estaba encargando de cambiar esas leyes, era bastante cínico de mi parte hacer lo contrario.

Casarme con alguien tan joven a mi edad.

— ¿Qué ocurre? — Preguntó ante mi expresión atónita.

— Es mejor que regresemos, tengo asuntos que atender.

— Pero... Aún no hemos hablado de muchas cosas...

— Es suficiente por hoy — Corté y ella me evaluó confundida.

Yo tenía cuarenta y dos, esa señorita podía ser mi hija.

— ¿Que hay de Florence? Aún no vuelve.

— Regresemos a la entrada para ordenar al otro guardia que le informe.

Caminé hacia la entrada.

Ordené al guardia ir por esa señorita.

Después de unos minutos regresaron, la princesa Florence parecía disgustada por mi orden, pero no me importó en lo más mínimo.

Volvimos al carruaje y subimos.

Me mantuve silencioso en el camino, no fui el único, las señoritas permanecieron calladas y aunque Florence le daba miradas a su hermana, ella se mantuvo con la vista en la ventanilla, sin prestar mucha atención a mi persona.

Le molestó mi actitud.

Volvimos al castillo y ambas se marcharon.

— Hermanito ¿Dónde andabas? — Preguntó Ania, con curiosidad, al verme entrar al vestíbulo.

— En el museo.

— ¿Con Freya? — Dijo ella, alzando las cejas con insinuación.

— No era una cita.

— Si lo fue, aunque no creí necesario que tuvieran una chaperona, teniendo en cuenta que ya están casados.

— No necesitaba privacidad.

— Mentiroso.

— Es una niña — Bajé la voz.

— ¿Quién? — Me observó confundida.

— Freya, no tiene ni veinte años.

— No veo que sea una niña, yo perdí la virginidad con un hombre mayor y tenía dieciocho.

— Lo tuyo es diferente.

— No, no veo la diferencia... ¿Por qué te preocupa tanto que sea tan joven cuando no consideras que esto sea un matrimonio de verdad?

No contesté y me alejé.