Alana, una joven de 21 años, lleva tres años comprometida con Nick, el hombre que siempre creyó sería su único amor. Criada en una familia rica y protegida, su vida parece perfecta: un futuro asegurado junto al hombre de sus sueños, un matrimonio en tres meses y una graduación que la llena de orgullo. Pero todo se desmorona cuando decide celebrar en Eclipse, un bar recién abierto en la ciudad. Lo que parecía una noche común, pronto se convierte en una pesadilla al descubrir que Nick tiene un oscuro secreto, uno que podría destruir todo lo que ella creía saber.
Mientras Nick juega un doble juego, Alana empieza a cuestionarse todo. ¿Será su amor verdadero o solo una fachada? Y en medio de su dolor, un misterioso empresario, Dante, aparece en su vida, dejando una marca profunda en su corazón.
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Capítulo 24 – El precio de un golpe
La habitación del hospital estaba impregnada de tensión, como si el aire mismo cargara con la sed de justicia. Matías dormía, conectado al suero y sedado con el rostro aún inflamado. A su lado, su madre no lo soltaba de la mano.
—No podemos dejarlo así , dijo el señor Agustín Montenegro, con una mirada impenetrable. Esta agresión no puede quedar impune. No solo golpeó a nuestro hijo, lo hizo por orgullo, por ego.
Dante, apoyado contra la pared con los brazos cruzados, asintió con gravedad.
—Estoy con ustedes dijo, sin titubear. Y no solo como amigo de Matías. Conozco a ese tipo. Es manipulador, agresivo y piensa que el poder le da derecho a pasar por encima de los demás. Pero hay una línea… y la cruzó.
Sofía, sentada en una esquina con los ojos aún enrojecidos, levantó la mirada.
—Solo les pido una cosa susurró. No destruyan a mi familia. Mi madre… mi hermano… ellos no sabían nada. No tienen la culpa de las acciones de mi padre. Ya yo rompí con él. No me importa llevar su apellido, pero no quiero que los arrastren a ellos también.
Cecilia Montenegro la observó con detenimiento. Pese a la rabia, pese al dolor, su mirada se suavizó ligeramente.
—Te creo, Sofía y se que Matías no va a querer que hagamos algo que te lastime. Y por eso te vamos a escuchar. Pero que quede claro: esto no se acaba aquí.
Agustín asintió con un leve gesto de respeto hacia su hijo dormido.
—Iniciaremos un proceso legal. Una denuncia formal por agresión agravada. Si se niega, lo llevaremos hasta las últimas consecuencias. Y si intenta comprar a alguien, tenemos contactos en los medios y en el sistema judicial. Este hombre se va a arrepentir.
Dante intervino con serenidad firme:
—Y si se atreve a presionar o chantajear, yo mismo lo desenmascaro públicamente. No se va a salir con la suya.
En la casa de los Rivas…
María estaba sentada en la sala, con los brazos cruzados, mientras Carlo caminaba de un lado al otro, nervioso.
—Mamá, ¿ya te dijo algo papá?
—No, respondió ella con el ceño fruncido, pero la llamada que recibí hoy me dejó helada. La madre de Matías me dijo que mi esposo no sabe con quién se metió. Estaba tan segura, tan fría… como si ya tuvieran todo planeado.
Carlo se detuvo.
—¿Y tú crees que… vayan a destruirnos? ¿A llevarnos con ellos?
—No lo sé, hijo. Pero entiendo perfectamente su furia. ¿Viste cómo dejaron a ese pobre muchacho? ¡Y todo por prejuicio!
En ese momento, Manuel Rivas entró en la sala. Su rostro mostraba una mezcla de fastidio y preocupación.
—¿Qué pasa ahora? ¿Otra vez hablando de ese asunto?
Carlo se volvió hacia él, molesto.
—Ese asunto es que casi matas al novio de tu hija. ¿Sabías que su familia es una de las más poderosas del país? Nosotros no somos nada delante de ellos. Te metiste con los Montenegro. La mamá de Matías llamó a mamá y le advirtió. No sabes con quién te metiste, papá.
El rostro de Manuel cambió al instante. La arrogancia habitual se quebró por primera vez. Trató de disimularlo, pero se notaba: el miedo comenzaba a filtrarse por las grietas de su soberbia.
—No lo sabía…
—Pues ahora lo sabes , dijo María con voz seca. Y créeme, si no quieres perder todo lo que tienes, vas a tener que pensar muy bien en cómo vas a arreglar esto.
Manuel respiró hondo. Por primera vez, el peso de sus actos comenzaba a hacerle sombra. tenia miedo y más encima su hija había cortado todo lazos con el.
—Buscaré la forma de hablar con ellos. De llegar a un acuerdo.
—Lo que hiciste no tiene perdón —le respondió Carlo. Solo espero que no nos arrastres contigo.
Mientras tanto… en el hospital
Dante recibió una llamada mientras hablaba con los abogados de los Montenegro. Al colgar, se volvió hacia ellos.
—El sistema ya está en movimiento. Pero hay algo más, dijo mirando a Cecilia. No creo que quieran simplemente arruinarlo. Y estoy de acuerdo con Sofía. Hay inocentes en esta historia que no deben pagar por un hombre podrido. Tenemos que ser inteligentes.
Cecilia asintió lentamente.
—Entonces veamos hasta dónde llega el arrepentimiento de Manuel Rivas. Si realmente quiere salvar a los suyos… tendrá que arrastrarse.