En un mundo donde las jerarquías de alfas, omegas y betas determinan el destino de cada individuo, Hwan, un omega atrapado en un torbellino de enfermedad y sufrimiento, se enfrenta a la dura realidad de su existencia. Tras un diagnóstico devastador, su vida se convierte en una lucha constante por sobrevivir mientras su esposo, Sung-min, y su hija, Soo-min, enfrentan el dolor y la incertidumbre que su condición acarrea.
A medida que los años avanzan, Hwan cae en un profundo coma, dejando a su familia en un limbo de angustia. A pesar de los desafíos, Sung-min no se rinde, buscando incansablemente nuevas esperanzas y tratamientos en el extranjero. Sin embargo, la vida tiene planes oscuros, y la familia deberá enfrentar pérdidas irreparables que pondrán a prueba el amor que se tienen.
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Deseo
Lee, completamente desconcertado, intentó disculparse, pero Ryu, con una risa suave y algo traviesa, lo interrumpió. Los ojos de Ryu brillaban con una mezcla de desafío y tentación mientras se acercaba lentamente, parándose frente a Lee con los brazos cruzados. No había vuelta atrás. Como si la voz de la razón lo hubiera abandonado, en un impulso, Ryu se abalanzó sobre él, capturando sus labios en un beso suave.
El beso fue breve al principio, casi como una caricia, y cuando Ryu iba a retirarse, Lee reaccionó. Sin pensarlo, lo sujetó con fuerza, una mano envolviendo la cadera de Ryu, mientras la otra subía suavemente por su espalda, recorriendo su cabello oscuro. La intensidad creció cuando los labios de Lee encontraron de nuevo los de Ryu. Con cada beso, la conexión entre ellos se hacía más profunda, más tangible. La respiración de ambos se entremezclaba, acelerándose con cada segundo que pasaba.
Ryu, al principio sorprendido, intentó detenerlo, apartándose un poco. "Era solo una broma", murmuró entre besos, tratando de disimular la vulnerabilidad que comenzaba a sentir. "No importa si no recuerdas lo que pasó anoche."
Pero Lee, sin dejar de mirarlo a los ojos, le respondió con una voz firme, casi posesiva: "No me importa lo que pasó. Me encargaré de crear nuevos recuerdos contigo."
El aire a su alrededor se volvió más denso, como si hubiera una danza invisible de feromonas entrelazándose, atrapando a ambos en una trampa deliciosa de deseo. La habitación se llenó con una mezcla embriagadora de mandarinas y fresas, una esencia tan dulce y ardiente que parecía imposible escapar de ella. Las barreras que Lee había construido se derrumbaron, su cuerpo actuando por instinto, mientras el deseo puro se apoderaba de su mente.
El gesto en su rostro cambió. El rut de Lee había llegado, y con él, un solo pensamiento dominaba su mente: hacer suyo a ese omega que lo había seducido tan profundamente. Las manos de Lee se volvieron más atrevidas, deslizándose por el cuerpo de Ryu, trazando cada línea de su piel con una devoción casi desesperada. Ryu, entre jadeos, intentó mantener el control, pero la química entre ellos era abrumadora.
Cada toque era una promesa. Cada beso, una rendición.
El ambiente en la habitación parecía cargado, denso, como si el aire mismo se hubiera vuelto espeso y cada respiración fuera más lenta, más profunda. Las luces eran tenues, proyectando sombras suaves que acariciaban los rostros de ambos, atrapados en un juego de deseo silencioso. Ryu estaba de pie frente a Lee, sus ojos entrecerrados por la intensidad del momento, sus labios aún ligeramente entreabiertos, como si susurraran una promesa no dicha.
Lee sintió cómo su pecho se apretaba al verlo allí, tan cerca, tan palpable. Había algo en la quietud de Ryu, en la forma en que su cuerpo irradiaba una energía contenida, como si esperara ser liberada en cualquier momento. Los pensamientos de Lee eran un caos, mezclándose entre la confusión y el deseo, pero su cuerpo ya había tomado la decisión. Dio un paso hacia adelante, acortando la distancia que los separaba.
Ryu lo miró con una mezcla de desafío y necesidad, su respiración se volvía más pesada con cada segundo. "¿Vas a quedarte ahí parado?" susurró, su voz apenas un murmullo entre el sonido del latido de sus corazones. Había una tensión en sus palabras, como si el control que Ryu siempre pretendía tener estuviera a punto de desmoronarse.
Lee no respondió con palabras. En lugar de eso, dejó que sus manos hablasen por él. Con una lentitud calculada, como si cada segundo fuera una eternidad, deslizó sus dedos por la cintura de Ryu, sintiendo el calor de su piel a través de la delgada tela de la camiseta. Ryu entrecerró los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás, como si la simple caricia despertara algo profundo en su interior. El toque de Lee era suave, pero cargado de intención.
"No tienes que hacer esto," murmuró Ryu, aunque su tono traicionaba el deseo que ocultaba. Pero Lee sabía que ya no había vuelta atrás. La atmósfera era demasiado densa, sus cuerpos demasiado cerca, y la necesidad de explorar ese nuevo terreno era ineludible.
Lee llevó sus labios al cuello de Ryu, rozándolo con una suavidad que lo hizo estremecer. El aroma de fresas y mandarinas se intensificó, envolviéndolos en un halo de sensaciones que hacían que el mundo exterior desapareciera. Los dedos de Lee subieron lentamente, trazando una línea invisible por la espalda de Ryu, mientras él inclinaba su cuerpo hacia adelante, cediendo al momento. No había prisa; era como si el tiempo se hubiera detenido, permitiéndoles disfrutar de cada detalle, de cada segundo.
Sus cuerpos se entrelazaron con una sutileza que hacía que el deseo pareciera una danza, un juego que ambos sabían jugar bien. Cada roce, cada respiración compartida, era una invitación a algo más profundo, algo que no podía explicarse con palabras. Las manos de Lee, antes vacilantes, ahora se movían con una seguridad nacida del deseo. Sus dedos desabotonaron lentamente la camisa de Ryu, dejando que la tela cayera al suelo como una declaración silenciosa de lo inevitable.
Ryu, en un momento de pura vulnerabilidad, dejó escapar un suspiro apenas audible cuando las manos de Lee tocaron su piel desnuda. La calidez que emanaba de Lee se mezclaba con la suya propia, y los dos quedaron atrapados en una sinfonía de suspiros y murmullos que llenaban la habitación. No había palabras necesarias, solo el lenguaje de sus cuerpos.
Cuando Lee lo levantó con suavidad y lo tumbó en la cama, Ryu lo miró directamente a los ojos, sus labios dibujando una sonrisa suave. "Quiero que recuerdes esto," murmuró, su voz cargada de una mezcla de anhelo y desafío. "Quiero que me recuerdes."
me encanta la escritura....